sábado, 8 de febrero de 2020

F.L.O.W.E.R | Capítulo 4


Buenas tardes galletitas de coco, ¿todo bien?

Si os soy sincera, siento que el capítulo que estáis a punto de leer es la cosa más sosa y vista que he escrito en años. Sin embargo, al mismo tiempo sentí que era necesario escribir algo así; es lo que yo llamo un capítulo de transición entre un capítulo que mostró muchas cosas nuevas y uno con la misma fuerza que está por llegar.

¡Disfrutadlo!

Capítulo 3 | Capítulo 4 | Capítulo 5

Si quieres leer, dale a...

IV
SUNFLOWER. POSITIVISM, JOY AND ENERGY

Eunbin agarró la hucha en forma de panda que reposaba en una de las estanterías de su habitación y se sentó en la cama, escuchando el tintineo de las monedas repiqueteando contra las paredes internas de la cerámica blanca y negra. Una vez encima del colchón, la menor sacudió con suavidad la hucha, sonriendo de manera automática. La maknae había ahorrado todo ese dinero para poder comprarle el regalo más bonito del mundo. Día tras día, noche tras noche, Eunbin había luchado contra sus tentaciones de comprarse nuevos comics y videojuegos solo para poder hacerle un buen regalo a Seunghee, la cual ignoraba por completo que la más alta le estuviera preparando una sorpresa.

Quitó la tapa de la hucha y dejó caer todo el dinero sobre las sábanas, separando las monedas y billetes por grupos. Sin embargo, antes de que pudiera terminar de contar, Yeeun entró en su habitación.

   —¿Qué haces, Eunbin?—.
            —Estoy contando cuánto dinero tengo para hacerle un regalo a Seunghee unnie—.
            —¿Quieres que te ayude?—.
            —No, quiero hacerlo yo sola, tengo que ser capaz de encontrar algo bonito para ella por mí misma—.
            —No cariño, ya sé que quieres comprarlo tú sola, me refiero a si quieres que te ayude a contar—.
            —Oh… bueno, está bien— la menor sonrió, moviéndose un poco sobre la cama para dejarle espacio a Yeeun y que esta se sentara a su lado —estoy asustada, ¿y si no acierto el regalo?—.
            —Con esta actitud te digo yo que obviamente no vas a hacerlo bien. Tienes que ser positiva— la rapera sonrió achinando los ojos y le dio un suave golpe al brazo de Eunbin con su codo —¿tienes algo pensado?—.
            —Tengo algo… pero no sé si es adecuado—.
            —Sorpréndeme—.
            —Hace unos meses le rompí el piano y…—.
            —No me digas que le quieres comprar un piano—.
            —¿Es… demasiado?— la muchacha de cabello corto suspiró y bajó sus cejas en un gesto maternal —lo sabía, cuando me miras así sé que me he equivocado… ¡Es que no hago nada bien!—.
            —Eunbin, tranquilízate mujer—.
            —¡Pero…!—.
            —Pero nada, escúchame— Yeeun tomó con suavidad la muñeca de la menor que tenía más cerca y dio suaves palmadas en el dorso de su mano —la idea del piano está muy bien, pero te propongo que esto lo hagamos entre todas. Debes guardarte el dinero y utilizarlo para otras cosas. Los pianos son muy caros—.
            —Es que, si hubiera ido con un poco más de cuidado ella podría seguir tocando y a mí no se me comería la culpa…— la menor bajó la cabeza y suspiró de manera pesada.
            —Pero… ¿exactamente qué hiciste?—.
            —Me compré un libro de partituras, quería sorprenderla y prepararle una sorpresa por todo lo que ha hecho por mí— la más alta comenzó a jugar nerviosamente con una moneda que corría entre sus dedos —tenía hambre así que llevé conmigo un bocadillo y una taza con zumo de naranja—.
            —Creo que ya sé por dónde van los tiros…—.
            —El piano se llenó de migas, le di un golpe a la taza, esta se rompió dentro del clavijero, no pude sacar los trozos y de la frustración pateé una de las patas del piano y se rompió…— Yeeun mantenía su diestra sobre sus labios, cubriendo su boca en un intento por no ponerse a reír. La imagen dulce y torpe de Eunbin le recordaba a sí misma cuando ingresó en CUBE con muy poco margen para aprenderse las canciones y los bailes antes de debutar con CLC. Parecía ser que la torpeza era cosa de las maknaes.
            —¿Seunghee unnie sabe que fuiste tú?— la morena asintió —¿y qué te dijo?—.
            —Que no pasaba nada… pero sé que lo dijo para que no me pusiera a llorar—.
            —Vamos mujer, seguro que lo dijo porque…—.
            —Sé lo importante que es el piano para ella, unnie, y sé cuándo me miente. He aprendido a verlo— Eunbin humedeció sus labios y suspiró frustrada —si a mí me hubiera pasado algo así, dudo que pudiera llegar a perdonar a esa persona… la admiro, Seunghee unnie tiene una paciencia de santo y nunca se enfada por muy frustrada que esté. ¿Cómo lo hace?—.
            —No lo sé, ¿y si se lo preguntas a ella?— la maknae la miró con un deje de curiosidad en sus ojos —toma parte de este dinero e invítala a una buena cena, eso sí que lo puedes hacer—.
            —¿Desde cuándo?—.
            —¿Mh?—.
            —¿Desde cuándo sabes que me gusta?— Yeeun sonrió sin dejar de dar palmadas suaves contra la mano de Eunbin.
            —No es muy difícil darse cuenta. Tus ojos brillan cuando hablas de ella, tu voz se vuelve aguda y toda tu tiemblas— la muchacha de corta melena alzó la mano de la menor, mostrándole a ésta cómo temblaba su extremidad —¿lo ves?—.
            —¿Tan obvia soy…?— la rapera asintió; la más alta se dejó caer en la cama, clavando sus ojos en la pequeña mancha del techo de su habitación que había aparecido hacía unos días —esto es frustrante. Todas en esta maldita casa se van a dar cuenta menos ella—.
            —Dale paciencia, es normal—.
            —Entonces, ¿me recomiendas que la lleve a cenar?— la rapera asintió otra vez —todas me recomendáis cosas distintas.
            —¿Y por qué no las pruebas todas?—.
            —No creo que le guste que le haga pole dance, ella es vergonzosa—.
            —De momento llama al restaurante para reservar una mesa, te daré el número—.

• • •

Eunbin daba ligeros toques con la punta de su botín contra una de las patas de la mesa mientras esperaba a Seunghee. La maknae había llegado veinte minutos antes para asegurarse de que les habían dado la mesa con las mejores vistas. Aquella cita tenía que ser perfecta y la más alta sabía que explotaría de rabia con cualquier cosa que saliera mal. Los dedos de su mano derecha tamborileaban sin descanso sobre el mantel de color crema y hacía rato que sus ojos no se despegaban del gran ventanal que quedaba a su izquierda. El restaurante que le había recomendado Yeeun se encontraba dentro de un gran centro comercial, en una de sus plantas más elevadas. El edificio destacaba entre los demás por ser alto y de paredes gruesas; y solo las últimas plantas estaban decoradas con amplios ventanales. Eunbin sonrió al escuchar ciertos pasos acercándose a ella.

Con el paso del tiempo, la morena había desarrollado cierta habilidad para adivinar cómo caminaba cada una de las miembros. Seunghee tenía un caminar curioso y diferente al de las demás: sus pasos eran aterciopelados, suaves, elegantes. De hecho, Eunbin solo se daba cuenta de que la chica estaba caminando cuando llevaba algún calzado que provocase cierto ruido contra el suelo, de lo contrario nunca se daba cuenta de ello. Sin embargo, teniendo en cuenta que en aquella zona del restaurante no había nadie más, la maknae sabía que se trataba de la castaña.

   —Creía que sería la primera en llegar— comentó la mayor, acariciando los cabellos de la más alta antes de sentarse frente a ella —¿hace mucho que estás aquí?—.
            —No, acabo de llegar— mintió —me gusta mucho cómo te queda éste vestido— confesó, sintiendo que sus ojos no podían separarse de las clavículas ajenas.
            —Gracias, tú también estás muy bonita—.

Seunghee llevaba un vestido blanco con pequeños detalles florales en uno de los costados de la falda que llegaba a sus rodillas. El cuello del vestido era abierto, ligeramente triangular. Ella siempre llevaba un pequeño colgante plateado, el cual destacaba entre sus clavículas y aquél pequeño lunar en una de ellas; además, la mayor llevaba su cabello acomodado sobre uno de sus hombros y sonreía, sonreía feliz y tranquila. Eunbin adoraba cuando aquella expresión aparecía en el rostro de la contraria; sentía que todos sus problemas se esfumaban y que podía estarla viendo por horas.

Por desgracia no había visto su calzado antes de que Seunghee se sentara frente a ella, pero apostaba que llevaría unos tacones blancos y bonitos con un cierre pequeño y plateado. Por otro lado, Eunbin vestía unos pantalones de pitillo de color negro, botines del mismo color y una blusa oscura debajo de una fina chaqueta de cuero. Arreglada pero informal.

   —¿Puedo preguntar a qué se debe ésta cena?—.

Eunbin respiró profundamente antes de contestar.

   —¿Si te digo que me gustó mucho tomar chocolate contigo en aquella cafetería sonará raro?—.
            —Claro que no—.
            —Simplemente me gustó pasar ese rato contigo, a solas, sin nadie que nos molestara. Se te veía feliz y tranquila y...—.
            —¿Y?— la castaña ladeó su cabeza, mirándola curiosa.
            —Y también quería compensarte de alguna manera el hecho de que rompiera tu piano… de verdad que fue sin querer—.
            —Lo sé, cariño, no te preocupes por eso— Seunghee deslizó una de sus manos por encima del mantel y lo acarició, sonriendo. Era aquella pureza y elegancia la que hacía que Eunbin acabara con la boca abierta sin darse cuenta. La mayor sabía admirar y disfrutar cada pequeño detalle, cada pequeña cosa que se le presentaba frente a sus ojos. Chonnasorn tenía razón, la mayor era una detallista.
            —Quise comprarte otro piano, pero me aconsejaron que era mejor una cena—.
            —Los pianos son muy caros y no quiero que te gastes tanto dinero conmigo. Ya encontraremos el momento de comprar otro—.
            —Pero…—.
            —Pero nada— Seunghee tomó la carta que tenía a su derecha. La cubierta granate de ésta encajaba con el color de los manteles —tengo un teclado eléctrico guardado en el armario, puedo seguir tocando con este—.
            —¿Me enseñarías? Quiero aprender… — la mayor sonrió al tiempo que asentía con la cabeza —de hecho, quería sorprenderte tocándote algo—.
            —¿Tocándome algo?—.
            —Sí, te quiero tocar…— Eunbin abrió los ojos como platos, poniendo ambas manos contra su boca al tiempo que sentía que sus mejillas empezaban a arder —¡quiero decir! ¡Tocarte algo con el piano, no tocarte a ti!— la menor se quejó, agarrando la servilleta de ropa para cubrirse el rostro con ésta —qué vergüenza… perdón—.

Seunghee soltó una pequeña carcajada, cubriéndose la boca con la mano para no sonar demasiado escandalosa. Había algo en Eunbin que la enternecía, aunque todavía no había descubierto si se trataba de su torpeza, su pureza innata o la inocencia que todavía cargaba a sus espaldas. Era una mujer angelical. Los ojos de la mayor leían los diferentes platos que tenía la carta, aunque de vez en cuando alzaba su mirada de manera disimulada para observar a Eunbin. Hacía rato que la mesa se movía por culpa de los constantes toques que la más alta seguía dando contra una de las patas, por lo que Seunghee intervino tocando el pie de la morena con uno de los suyos, evitando así que ese molesto “toc, toc, toc” siquiera resonando en aquella parte vacía del restaurante.

La menor miró algo preocupada a la bajita, pero ésta simplemente le sonrió y regresó la mirada a la carta. Esa noche tenía ganas de comer pasta. Iba a tener una digestión pesada, pero no le importaba.

   —¿Ya saben lo que van a cenar?— un muchacho interrumpió el silencio plantándose frente a ellas con un bloc y un bolígrafo —¿les puedo hacer alguna recomendación?—.
            —Por mi parte no será necesario— respondió Seunghee —comeré tallarines con salsa de queso y marisco—.
            —Yo también comeré tallarines, pero con salsa de setas y tocino—.
            —Muchas gracias— el muchacho tomó ambas cartas antes de trazar una línea en su bloc de notas y continuar con su pequeño interrogatorio —¿y para beber?—.
            —Una copa de vino blanco y una botella de agua grande— se apresuró a contestar la castaña, dejando a la maknae con la boca entreabierta mientras ésta veía al camarero alejarse de su mesa.
            —Pero unnie… yo quería beber alcohol—.
            —Ya sabes lo que pienso del alcohol, Eunbin—.
            —Pero tú te pediste una copa de vino…— la más alta hinchó sus mejillas y se cruzó de brazos, dejando su espalda apoyada contra su asiento —no es justo—.
            —Cuando llegue el momento entenderás por qué no te dejo beber alcohol—.
            —Pero unnie, ya no soy una niña— Seunghee sonrió —¡lo digo en serio!—.
            —Cariño, baja la voz—.
            —Perdón—.

La cena transcurrió tranquila, sin muchas pausas. Eunbin tenía hambre y sus nervios de ver a la contraria comer de aquella manera tan delicada y elegante no ayudaban a que su corazón se calmara. Seunghee evitaba que su cabello tocara la mesa con una mano en su pecho, aprisionando de manera suave sus mechones castaños contra su cuerpo. Su cabello había crecido bastante desde su último comeback. ¿Cómo se sentiría enredar los dedos en aquellas hebras castañas y oscuras?

   —¿Sigues molesta porque no te dejé pedir alcohol?—.
            —No estoy molesta…— susurró la menor, girando el tenedor con sus dedos para atrapar unos cuantos tallarines. Se llevó la pasta a la boca y comió con lentitud, haciendo que sus mejillas lucieran hinchadas y redondas como las de una ardilla —es solo que…—.
            —Te lo puedo contar, si quieres, pero ya no tendrá el mismo efecto—.
            —¿El qué?—.
            —Últimamente te hemos visto muy decaída, huyes de nosotras, especialmente de mí, y me preocupa pensar que te ha pasado algo que no nos quieres contar y por eso te encierras en ti misma— la castaña dejó el tenedor contra el plato y tomó la copa de vino, acercándosela a sus labios —así que estamos preparándote una sorpresa— confesó.
            —¿Una sorpresa?— sus ojos, grandes ya de por sí, se abrieron más, haciéndole lucir cual niña pequeña que recibía regalos por primera vez.
            —Reservamos una mesa para todas en un local cercano a casa, sirven marisco y tienen buena cerveza y vino, incluso soju. Sé que no eres una niña, puedo verlo, créeme, pero queríamos que tu primera vez saliendo y bebiendo con nosotras fuera especial—.

Eunbin quería llorar. Estaba segura que había transmitido una imagen de niña mimada y estúpida que solo quería que le hicieran caso las veinticuatro horas del día y se cumplieran todos sus caprichos. No entendía cómo Seunghee seguía sonriéndole de aquella manera tan dulce y maternal.

La más alta suspiró y bajó la cabeza, pasando una de sus manos por su rostro para borrar cualquier rastro de debilidad que la delatara. Se había comportado muy mal; había sido egoísta, prepotente e infantil. A veces pensaba que no se merecía todo el amor y el cariño que las otras le demostraban; ¿y qué hacía ella para devolverles esas atenciones? Nada, absolutamente nada, solo quejarse e incendiar la cocina.

   —Deberás actuar como si no supieras nada— comentó la ex-líder tras dejar la copa de vino sobre la mesa; sus labios brillaban —si se enteran de que te he explicado el plan, la que se quedará sin cena seré yo—.
            —¡Lo prometo!— Eunbin asintió repetidas veces con la cabeza, tomando de nuevo el tenedor para terminar de comerse los tallarines con ansia. De repente, sus fuerzas habían regresado y ya no se sentía triste —¿cuándo será?—.
            —Eso sí que no te lo puedo decir, pero cuando sea el día me encargaré de que lo sepas con algo de antelación para que busques un vestido bonito— Seunghee le guiñó un ojo y la morena sonrió, sintiendo que sus mejillas ardían como dos brasas. Ojalá pudiera guardar aquél tipo de momentos en sus bolsillos para sacarlos y verlos siempre que se sintiera decaída —me gusta cuando sonríes— confesó Seunghee —realmente estaba preocupada por ti, me daba la sensación de que te estabas alejando…— la mayor terminó de comer y retomó su copa de vino, terminándosela con un lento y delicado trago.
            —Lo siento por preocuparte, unnie, no era mi intención…—.
            —¿Quieres compartir el postre?— la castaña pellizcó suavemente una de sus mejillas y sujetó su propia cabeza con sus manos en cuanto el camarero les retiró los platos vacíos —puedes escoger el que más te guste—.

Eunbin miró la carta de postres con notable curiosidad, frotando sus manos contra sus rodillas. Todos los postres tenían muy buena pinta, el chocolate estaba prácticamente en todos y cada uno de ellos; también había algunos que tenían caramelo o frutas. Finalmente, la maknae se decantó por un pudding de chocolate blanco con una base de bizcocho, acompañado de una pequeña jarrita con chocolate derretido. El plato no tardó en llegar, a lo que Eunbin se espabiló en tomar la jarrita y verter la mitad de su contenido encima del pudding rectangular y bastante voluminoso.

La más alta sintió que su boca se hacía agua y que si no fuera porque estaba acompañada de Seunghee, hubiera devorado el postre con aquella ansiedad de no haber comido nada dulce por días. Eunbin seguía siendo una cría que se conformaba con comer cualquier cosa con azúcar para que sus nervios e hiperactividad se calmaran. Sin embargo, la castaña la sorprendió clavando ella primero la cuchara sobre el postre y acercando ésta a los labios de la morena. Seunghee solo hizo un movimiento de cejas y entreabrió la boca, soltando un suspiro parecido al que cualquier madre soltaría al ver a su hija comiendo con ganas.

   —Unnie, no soy Sebin—.
            —Tú solo abre la boca—.

Eunbin no quería aceptarlo, pero la más romántica de las dos era ella. La maknae solo necesitaba estar al lado de la mayor para sentir que un montón de mariposas revoloteaban en su estómago sin patrón alguno. El cosquilleo que subía por su espalda, las mejillas ardiendo, las manos temblorosas, su sonrisa boba y sincera,… ¿Qué más tenía que hacer para llegar al corazón de la mayor y que ésta se diera cuenta de lo mucho que la amaba? No se atrevía a decirle que ella era la razón por la que seguía sonriendo, mucho menos se atrevía a saltar sobre sus labios. ¿Cómo se sentirían sus besos?

Relamió sus labios con lentitud, llevándose cualquier rastro de chocolate que hubiera quedado en estos antes de imitar el gesto de la mayor y acercar esta vez ella la cuchara a la boca contraria. Yeeun había tenido una buena idea con lo de la cena, Eunbin debería agradecérselo de alguna manera.

   —Unnie—.
            —¿Mh?—.
            —Gracias por venir—.
            —No me agradezcas eso—.
            —Es que, no sabía si ibas a aceptar. Visto desde fuera esto parece una cita y…—.
            —¿Y no lo es?— la mandíbula de la morena se desencajó, mientras la contraria soltaba una pequeña carcajada que ocultó tan bien como pudo —solo bromeaba, cariño, no te me ponga así, que parece que hayas visto a un fantasma—.
            —Oh… Y-Ya…—.
            —¿Regresamos a casa?— Seunghee se levantó, rodeó la mesa para inclinarse contra la menor y besó sus cabellos —se está haciendo tarde y mañana tenemos que ir a ensayar—.

Era la primera vez que Seunghee le daba un beso sin que ella tuviera que pedírselo; Eunbin sabía que a la mayor no le molestaba que le pidiera atención porque sabía que siempre se la iba a dar, pero el hecho de que hubiera sido la ex-líder la primera en dar el paso, significaba mucho para el torpe, nervioso e inexperimentado corazón de la más alta. Ella simplemente suspiró con una suave sonrisa en los labios y siguió a la contraria hasta la caja, pagando la cena antes de tomar un taxi y regresar a casa. Esa había sido una buena noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario