domingo, 26 de enero de 2020

F.L.O.W.E.R | Capítulo 3


Buenas noches, sushis de salmón, ¿todo bien?

Hoy me sentí inspirada así que pude avanzar varias cosas.
Espero poder terminar pronto esos escritos que tuve que dejar en hiatus; me siento como una de esas empresa de k-pop que se niegan a declarar que tienen grupos muertos, y no lo digo porque tenga FanFics que vayan a quedar inacabados (esperemos que no), lo digo porque soy un desastre.

¡Disfrutadlo!

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III
CARNATION. LOVE AND REVOLUTION

Las manos de Seungyeon golpearon con fuerza la mesa del comedor al tiempo que se inclinaba hacia delante con una clara expresión de sorpresa en su rostro. De su garganta salió un grito parecido al de un delfín. La líder no podía creerse las palabras de Eunbin, quien solo mantenía la cabeza baja y jugaba nerviosamente con sus dedos. Chonnasorn hizo callar a la muchacha, tapándole la boca con una mano mientras la fulminaba con la mirada, moviendo las cejas para que bajara la voz.

   —Eunbin, ¿esto es en serio?— la menor solo asintió de manera tímida —estoy alucinando— comentó, antes de zafarse del agarre de la tailandesa e inclinarse un poco más hacia delante, tomando con fuerza las mejillas regordetas y suaves de la maknae —¿es real? ¿En serio te gusta?— la sacudió con energía.
            —¡Seungyeon unnie para, la vas a marear!— la rubia tomó las manos de la líder y frunció el ceño —en serio mujer, harás que vomite como sigas así— la menor puso ambas manos en sus mejillas y se las acarició, intentando aliviar la sensación de dolor de aquellos tirones repentinos.
            —¡Solo estoy expresando mi felicidad por ella!—.
            —En serio, tu manera de expresar las cosas es… ciertamente extraña—.
            —Cállate—.
            —¡Oye!—.

Chonnasorn había sospechado algo varias semanas atrás, cuando Seunghee estuvo enferma y ella ayudó a la maknae a cocinar una sopa para la ex-líder. La manera en como ésta se expresó no le dejó demasiado a la imaginación; la tailandesa sintió que todas aquellas palabras no salían de la boca de Eunbin, sino de su corazón, uno primerizo y torpe que apenas comenzaba a entender algo sobre el amor. La rubia suponía que el interior de la más alta estaría hecho un manojo de nervios al no saber qué hacer o cómo expresarse, típico de los primeros amores. Ella fue igual. Sin embargo, no quiso hacer nada por su cuenta hasta que fuera la misma maknae la que confesara sus sentimientos por Seunghee, aun si era frente a Chonnasorn y Seungyeon después de que la primera le comentara a la líder que había visto algo en la morena.

Seungyeon se encargó del resto… a su manera. El problema de la líder era que nunca se daba cuenta de la presión que podía crear con sus palabras. La muchacha de piel morena nunca hacía las cosas con mala intención, de hecho, Seungyeon era un trozo de pan, pero era una mujer tan hiperactiva y se preocupaba tanto por las demás que su manera de expresarse y actuar podía malinterpretarse como que todas debían moverse a su alrededor y hacer las cosas como ella quería. Eunbin era la primera que acababa abrumada por tal carácter; nunca sabía cuál era la reacción correcta, y cuando se atrevía a abrir la boca, terminaba por quedarse a medias, temiendo que sus palabras no sirvieran para nada o molestaran al resto.

Chonnasorn se levantó y abrió la nevera, sacando la jarra de agua que había en ésta antes de dirigirse al armario y tomar un par de vasos vacíos. Tanto hablar le había secado un poco la garganta.

   —Oye Eunbin, ¿y si la seduces?— la tailandesa sintió que le resbalaba la jarra de agua de las manos contra la mesa, atrayendo la atención de ambas por un segundo. Al ver que todo estaba en orden, Seungyeon prosiguió —el pole dance se te da muy bien, parece que hayas nacido para ello—.
            —¿Tú crees?— las mejillas de la menor se tiñeron de un suave color rosado; Eunbin sonrió.
            —Podrías hacerle una sesión privada de pole dance con la excusa de que quieres que te avalúe. Tengo un conjunto que podría servirte y…—.
            —Seunghee unnie no aceptará— sentenció la rubia, mirando a la líder —antes dirá que vayas tu o que vaya Yujin unnie porque sois las que bailáis mejor—.
            —Tú también eres positiva cuando toca serlo, eh—.
            —Solo soy realista, unnie— la rubia regresó con un vaso de agua en cada mano, uno para ella y otro para Eunbin. Cuando vio que el vaso de la maknae estaba de vuelta a la mesa, ella habló —¿y si le preparas algo romántico?—.
            —¿Algo romántico?—.
            —A Seunghee unnie le gustan los pequeños detalles y las cosas bonitas. Podrías buscar algo que le gustara—.

Eunbin recordó su “cita” durante las compras navideñas. Aquella mirada melancólica y sentimental y aquella sonrisa delicada seguían estando presentes en su mente. Le gustó verla de esa manera, tan tranquila, tan dulce. Esperaba poder volver pronto con ella a esa cafetería. Le hubiera gustado verla comer alguno de esos trozos de bizcocho que compró, pero su propia glotonería la traicionó.

   —Sorn, esto no es una película, estas cosas perfectas no pasan— Seungyeon rodó los ojos, negando con la cabeza. La propuesta de la tailandesa era tan típica y tópica que ni siquiera valía la pena mencionar que era un total cliché.
            —Pues a mí me gustaría que alguien tuviera esos detalles conmigo— comentó la rubia, alzándose de hombros —la gente romántica existe—.
            —¿Te gustan?— la líder arqueó sus cejas, mirándola con curiosidad —¿y qué otras cosas te gustan?—.

Eunbin miró al par de mujeres, sorbiendo de su vaso para intentar quebrar la atmósfera extraña que había tomado esa conversación. Al ver que ambas se estaban mirando en silencio, la maknae carraspeó, golpeando la mesa con los nudillos como si se tratara de una puerta.

Ambas chicas miraron en dirección contraria antes de volver la vista a la maknae, quien suspiró de manera sonora, mostrándose frustrada y perdida. Sabía que ellas decían todo aquello con buena intención, pero dudaba un poco de la veracidad de esos consejos. ¿Alguno de estos realmente iba a funcionar? Eunbin se sentía como un ratón en un laberinto de cartón. Su sexto sentido le decía que fuera en aquella dirección, pero ignoraba si podía hacer caso a su propia intuición. Su olfato no estaba tan desarrollado como el de un roedor y dudaba de todos sus movimientos; además, nadie le aseguraba que al final de aquél laberinto encontrara su tan preciado pedazo de queso. ¿Derecha o izquierda? ¿Arriba o abajo? ¿Seducción o detalles bonitos? ¿O quizás todo junto?

   —¡Ya lo tengo!— Seungyeon volvió a golpear la mesa con las manos abiertas, sonriendo —tú lo que necesitas son unas clases prácticas—.
            —¿Clases de qué?—.
            —Clases de porno— sentenció la mayor, consiguiendo que Chonnasorn sacara el agua por la nariz al tiempo que tosía —¿pero qué haces?—.
            —¡¿Cómo que clases de porno?! ¡¿Pero tú qué quieres hacer, ayudarle o pervertirle la mente?!— Eunbin bajó la cabeza, sintiendo que cada vez se hacía más pequeña y más cantidad de colores pasaban por su cara —Eunbin aún es una niña, no va a mirar estas cosas—.
            —¿Por qué no?— Seungyeon frunció el ceño.
            —Porque a saber qué tipo de porno le vas a enseñar tú, que te conozco—.
            —¿A sí? ¿Me conoces? Lo dudo— la líder se cruzó de brazos en una clara postura defensiva.
            —Te conozco más de lo que crees, Chang Seungyeon, y debes saber que no todo en esta vida se arregla con porno y sexo— Chonnasorn se levantó y puso sus manos contra los oídos de la menor, evitando así que ésta las escuchara discutir.
            —Dudo que me conozcas tanto como dices— ella también se levantó, encarándola —¿y qué si no todo se arregla así? Ella ya es una mujer, tarde o temprano sentirá curiosidad por estas cosas—.
            —No necesariamente—.
            —Eres increíble, increíblemente retrógrada a veces—.
            —Solo soy realista. Todavía es una niña— debido a la acalorada discusión, Eunbin sentía que su cabeza daba vueltas, no solo porque estuviera más confundida que antes, que también, sino porque Chonnasorn meneaba su cabeza de un lado a otro al no querer destapar sus oídos. Podía escucharlas perfectamente, gritaban demasiado.
            —¡Es una mujer! ¡Mírala!—.
            —¡Eso digo yo, mírala! ¡Es una niña!— la rubia vio a Tingyan acercarse desde el final del pasillo y le hizo una seña con la cabeza para que se acercara —oye, ¿Eunbin es una niña o una mujer?— la hongkonesa miró algo confundida a las mujeres antes de toquetear algo en su móvil y empezar a leer.
            —Kwon Eunbin es una cantante perteneciente al grupo CLC, o Crystal Clear, de la empresa CUBE Entertainment y…—.
            —¿Se puede saber qué dices?—.
            —Estoy leyendo la Wikipedia— Tingyan les mostró la pantalla, sonriendo —no sabía qué responder a tu pregunta, unnie—.
            —Olvídalo— Chonnasorn soltó finalmente la cabeza de la maknae y alzó las manos en un claro gesto de frustración —mira, ¿sabes qué? Haz lo que quieras con ella, me da igual. Ya te encargarás tú de que luego vaya con las hormonas disparadas—.
            —¡Bien, gracias!— Seungyeon imitó su gesto y hasta que no escuchó la puerta del apartamento cerrarse, no relajó sus músculos —vamos Eunbin—.

La morena se dejó arrastrar por la líder hasta su habitación. Tenía la cabeza hecha un lío, no sabía si haber confesado su amor a esas dos era lo mejor para que Seunghee se fijara en ella. Además, ¿y si no se fijaba nunca? Lo único que Eunbin había conseguido hasta ese momento era que sus mayores terminaran en una discusión que iba desde lo estúpido hasta lo absurdo, pasando por lo vergonzoso y lo intimidante. Nunca había visto a Chonnasorn y a Seungyeon discutiendo de esa manera; cualquiera que las viera pensaría que eran un matrimonio cansado de la vida.

La voz de la líder taladraba sus orejas con palabras vacías que la maknae no llegaba a percibir; ésta solo escuchaba un zumbido, una especie de vibración en sus tímpanos que se perdía antes de que se decidiera a prestarle atención. No podía culparla, ella iba muy rápido y Eunbin ni siquiera había dado su primer beso. Una vez llegaron a la habitación y la muchacha de piel morena la invitó a sentarse en la cama, la más alta soltó su mano y negó con la cabeza. Su cabeza era un completo desastre, más que antes. Seungyeon la miró confundida sin entender qué pasaba.

   —Unnie, agradezco vuestra ayuda pero… siento que esto no es lo correcto— Eunbin sorbió su nariz e hipó.
            —¿Estás llorando?— la mayor entró en pánico, moviendo sus manos frente al rostro de la contraria sin saber qué hacer o qué decir —no llores, vamos—.
            —Por mi culpa os habéis discutido…—.
            —No es cierto, luego hablaré con Sorn. Debe de estar en sus días— sentenció ella, intentando que la muchacha no pensara demasiado en eso. Sí que habían discutido, y por algo muy estúpido en realidad. Sus ideas chocaban constantemente y si bien ambas querían lo mejor para la maknae, no lograban ponerse nunca de acuerdo —no te preocupes, ¿de acuerdo? Perdóname, no quería hacerte sentir mal—.
            —No importa…—.
            —Eunbin— la mayor tomó su mano y le hizo sentarse en la cama junto a ella —puedes hacernos caso o no, pero debes mostrarte tal y como eres— Seungyeon acarició su mano con movimientos pausados —de esa manera las cosas fluirán mucho mejor—.
            —Pero tengo miedo…— confesó la más alta, bajando la cabeza una vez más —si no me corresponde todo se volverá muy incómodo, no sé si arriesgarme—.
            —¿Por qué estás tan asustada? Lo peor que puede pasar es que te diga que no, pero ella no te ignorará o te contestará mal porque no sienta lo mismo que tú sientes por ella, Seunghee unnie no es así—.
            —¿Y tú como lo sabes?—.
            —Llamémoslo intuición femenina— contestó Seungyeon, curvando sus labios en una pequeña sonrisa.
            —Yo ni siquiera tengo de eso— la muchacha de cabellos morenos suspiró —soy un desastre como persona—.
            —Eunbin, no— la líder la señaló con el índice —no quiero que digas eso, no eres un desastre ni mucho menos, solo estás asustada y es algo completamente normal— la menor negó con la cabeza, cubriendo su rostro con ambas manos al tiempo que intentaba no llorar otra vez —vamos cariño, no llores— Seungyeon frunció el ceño en un gesto de genuina preocupación y acarició la cabeza de ésta repetidas veces, deslizando sus dedos por la espalda ajena —¿qué dirá Seunghee unnie si te ve llorar? ¿Crees que le gustaría verte así?—.
            —No…—.
            —Entonces no llores más, no vas a arreglar nada llorando— Eunbin sabía que Seungyeon tenía toda la razón del mundo, pero le era imposible parar.
            —Es muy fácil decirlo… tú no estás pasando por esto—.
            —¿Y quién ha dicho que no?— confesó la mayor, captando la atención de la contraria —todas tenemos nuestros propios problemas, yo incluida—.
            —Pues no lo parece…—.
            —Porque nosotras nos lo contamos todo, intentamos no encerrarnos ni obsesionarnos con nuestros pensamientos porque eso es lo peor que una persona puede hacer. Tu problema, Eunbin, es que te apartas sin darte cuenta; sé que no quieres hacernos daño ni molestarnos, pero el hecho de que no confíes lo suficiente en nosotras como para explicarnos qué es lo que pasa por tu cabeza es lo que más nos duele—.

La maknae se estaba dando cuenta de que apenas conocía a sus compañeras. Tantos años junto a ellas y nunca se había parado a pensar lo mucho que les hubiera ayudado escuchándolas cuando éstas lo necesitaban, en vez de huir como una cobarde a cualquier rincón solitario del apartamento porque le entraba el ataque de pánico al no saber qué decir o qué hacer. El corazón de Eunbin era débil, éste se le estrujaba en el pecho cuando se veía frente a una situación de ese tipo y lo único que sabía hacer era quedarse callada y comenzar a temblar.

La pequeña del grupo se sentía tan fuera de lugar que a veces pensaba que estaría mejor en otra parte, sin tantas presiones sobre sus hombros, sin ver al amor de su vida caminando frente a ella y abrazándola como si fueran solo amigas. Era difícil vivir cuando todas las palabras se quedaban estancadas en su garganta sin lograr escupirlas, sin poder cumplir su sueño de declararse a Seunghee y que ésta volviera a acariciarle su mejilla de aquella manera tan delicada y dulce. ¿Acaso pedía demasiado? Y esos labios… Eunbin moría por probarlos; quería saber a qué sabían y descubrir qué sensaciones despertaban en su cuerpo.

Las únicas veces que había tenido oportunidad de decirle lo que sentía por ella, terminaron en nada por su propia culpa, por no saber aprovechar el momento, por no saber decir aquellas palabras en específico. Eunbin se sentía tonta, torpe y muy idiota. El amor no estaba hecho para ella, eso le superaba. ¿Por qué las cosas no podían ser como en sus sueños? Allí donde un simple roce de manos significaba un te amo y un pequeño beso significaba un te necesito.

   —Pero…— sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas, escuchando como su propia voz estaba rota de lo mal que se sentía y lo atormentada que estaba con todos aquellos sentimientos que tanto la abrumaban. Se sentía perdida en un bosque de frases sin mencionar, de sueños sin cumplir. Eunbin solo quería ser feliz, pero era una ilusa al pensar que un simple chasquido de dedos cambiaría los sentimientos de Seunghee respecto a ella.
            —Somos una familia, Eunbin, tu familia, quiero que nunca olvides esto, ¿de acuerdo?— fue en ese momento, en cuanto la más alta volvió a escuchar la voz de Seungyeon, que se percató de que ésta también estaba llorando.

La maknae abrió la boca con intención de responder algo a las palabras más sabias que había dicho la líder en lo que iba de día, pero una abrupta interrupción en forma de Chonnasorn le hizo saltar de la cama, asustada. Seungyeon se levantó también, reclamándole que entrara sin llamar —y más en un momento tan delicado—, pero antes de que pudiera acabar la frase, la tailandesa tomó su rostro con cierta brusquedad y la besó. Un silencio extraño apareció en la habitación. Eunbin no sabía qué decir, Seungyeon estaba al borde de un ataque de nervios y Chonnasorn ni siquiera estaba respirando. Una mano ajena tomó la muñeca de la maknae y la arrastró hasta la puerta, era Tingyan.

            —Tengo que enmarcar este momento. Esto quedará para la posteridad— la hongkonesa sonrió de aquella manera tan suya y siguió apretando el botón de la cámara de su teléfono móvil —que se joda Dispatch, yo tengo la mejor noticia del año—.

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