sábado, 24 de septiembre de 2016

Writing's on the Wall | Capítulo 1


Buenas tardes fieles seguidores de la secta llamada Ajumma.

He decidido subir el primer capítulo de este fanfic pionero en la couple Shinhye x Hwayoung (sigo buscando un nombre para esta couple pero ninguno me convence, ayudadme (?)) porque así os tengo entretenidos mientras preparo nuevo material para el Blog.

Disfrutad del capítulo~

Prólogo | Capítulo 1 | Capítulo 2

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CAPÍTULO 1

Encontrársela de frente era algo que todavía no lograba canalizar, sus sentidos se congelaban y la expresión que quedaba marcada en su cara no era la mejor, más bien parecía que había visto a un fantasma; y es que aquella mujer era como el fantasma de la que fue su novia años atrás, cuando el tumor todavía no se la había arrebatado de su lado. Habían pasado seis años desde aquello, Shinhye decidió cambiar de especialidad y dejó la neurología por la cardiología, pensaba que así no estaría todo el día pensando en que fue su culpa que Hyoyoung falleciera.

—Buenos días— hizo una venia, doblándose más de lo que realmente requería aquello. La pareja le respondió del mismo modo, pero no le dirigieron la palabra.

Actualmente la castaña no tenía pareja, su apartamento se encontraba cerca del hospital para más comodidad y no mantenía ningún tipo de comunicación con alguien que no fuera estrictamente del trabajo. Su vida se había simplificado mucho: despertarse, arreglarse, atender a sus pacientes en el hospital e irse si no es que le tocaba turno de noche, acostándose hasta la mañana siguiente. No había más que eso.

   —No hagas eso aquí— su boca se abrió automáticamente cuando vio la mano de aquél hombre tocar descaradamente el trasero de la que era su prometida —deberías respetar más a tus familiares fallecidos—.
            —¿Por qué te metes donde no te llaman? Lo que haga o deje de hacer con mi novia no es asunto tuyo, y menos el lugar, si quiero hacerlo aquí, lo haré aquí, ¿comprendes?— volvió a agarrarle una de sus nalgas por encima del apretado pantalón y Shinhye apartó la vista, esperando a que la extraña pareja desapareciera del lugar para quedarse hablando un rato con Hyoyoung. Cada domingo visitaba su tumba, sin excepción, estando enferma o lloviera mucho, ella siempre iba a cambiarle las flores y a contarle lo aburrida que era su vida.
            —No me gusta ese hombre, es rastrero y primitivo… ¿por qué tu hermana tiene tan mal gusto?— la mayor no había tenido tiempo de conocer a Hwayoung como era debido, las circunstancias que las arrastraron a verse por primera vez no eran las adecuadas para convertirse en mejores amigas, así que lo único que se habían llegado a decir mutuamente fue “te acompaño en el sentimiento” —¿en verdad se van a casar? No me da mucha confianza… ya sé que yo no tengo nada que ver con sus vidas pero me provoca escalofríos cada vez que lo veo— sin darse cuenta siempre acababa yendo allí para desahogarse más que para explicar sus historias en el hospital. Hyoyoung se había convertido en su testigo silencioso.

Se sentía sufocada, pero sus dilemas personales se esfumaron en cuanto su teléfono comenzó a vibrar dentro de su bolsillo.

   —Jinmyung, gracias por llamar—.
            —¿Dónde se encuentra ahora doctora? Tenemos una emergencia y no podemos contactar con el doctor Kim—.
            —Estoy en el cementerio, en seguida voy— colgó mirando una última vez aquél nombre escrito en piedra, sonriendo como si Hyoyoung pudiera verla —tengo que irme, volveré pronto—.

• • •

Shinhye entró en el hospital al tiempo que pasaba frente a sus ojos una camilla con un señor tumbado en ella; Jinmyung la esperaba como siempre cerca de la entrada para ponerla al corriente de las cosas sin que tuviera que buscarla demasiado, era una buena chica, una joven en prácticas de enfermera que podía pasarse horas sin comer ni dormir, todo para que saliera bien y fuera más fácil para los doctores el trabajar en aquél caótico lugar.

   —El paciente se llama Kim Yu Wook, tiene 62 años y presenta dolores en su brazo izquierdo y pecho, tiene toda la pinta de ser un infarto. Las pruebas para comprobar si era un aneurisma dieron negativo—.
            —¿Dónde está el doctor Kim?—.
            —No lo sé, no consigo localizarlo… ¿Va a entrar usted?— Jinmyung sabía que la pregunta era más que estúpida, pero siempre que se ponía nerviosa hablaba antes de pensar —claro que va a entrar, discúlpeme— por lo que acababa respondiéndose a sí misma antes de recibir una mirada asesina de sus superiores.
            —Es mi trabajo—.
            —Tiene toda la razón— una sonrisa extraña se formó en sus labios mientras seguía a la doctora y le recitaba de memoria los pasos a seguir en casos como esos. La muchacha aprendía rápido.
            —Mientras estamos en quirófano busca al doctor Kim, tendré que hablar con él más tarde—.
            —De acuerdo—.

Siempre lo mismo, siempre las mismas caras, siempre la misma atmósfera helada. A Shinhye nunca le habían gustado los quirófanos, para ella eran como un segundo infierno, uno frío y distante donde no importaba tanto la vida de la persona que estuviera bajo el efecto de la anestesia como se suponía que debía importarle. Seis años atrás habría entrado incluso sonriendo, pero las circunstancias que marcaron su pasado quedaron tatuadas a fuego en su piel, y esas marcas no podían ser borradas. Las quemaduras siempre estaban ahí.

—Cuando los efectos del sedante hayan pasado, trasládalo a una sala de recuperación— habló encaminándose a la cafetería.

Shinhye era buena en su trabajo, lo sabía, nadie discutía sus métodos y todos parecían estar de acuerdo con lo que decía, estaba claro que próximamente le caería el deber de aceptar ser jefa de planta en cardiología, ¿pero de qué servía salvar vidas si ninguna de estas le importaba? Seis años atrás maldijo al doctor Park por su frialdad, ahora tenía que maldecirse a sí misma por ser tan cruel y egocéntrica.

   —¿Qué te preocupa esta vez?— Uno de sus compañeros se sentó a su lado, ocupando la silla más cercana al cuerpo de la mujer —Hace rato que tu mirada vaga dentro del café— el hombre se acercó a mirar el líquido —¿estás leyendo tu futuro o algo así?— era el doctor Kim.
            —¿Dónde te habías metido? Jinmyung te estuvo buscando toda la mañana—.
            —Ah, estaba aprovechando mi tiempo libre durmiendo así que apagué el móvil—.
            —Te he dicho mil veces que no puedes apagar tu teléfono, ¿sabes a quién han tenido que llamar porque tú no respondías?—.
            —No sé, ¿a Jangmi?—.
            —A mí—.
            —Pero si a ti no te tocaba entrar, ¿no tenías el turno de noche?— Silencio —oh espera… ¿es mi culpa, cierto?—.
            —Tienes suerte de que no le diga nada al director Hong.
            —Sabía que tenías un corazón la mar de bueno— el mayor intentó abrazarla pero Shinhye agarró una de sus manos y la torció, dejándolo inmovilizado —entendido, lo he entendido, ¡suéltame por favor que me vas a romper los dedos! Te lo compensaré, me quedaré esta noche—.

• • •

Cogió otro pedazo de carne y se lo llevó a la boca, pidiendo más vino en su copa con un ligero gesto de muñeca. Una vez por semana la familia Park y la familia Ryu se reunían en el restaurante que el hotel Lotte tenía en su azotea, no solían hablar de temas importantes pero todos tenían un papel en aquella cena, obligándose entre ellos a parecer extremadamente educados y elegantes.

   —No lo comprendo, ¿por qué siempre tiene que criticar todo lo que hago? No es como si fuera una familiar directa— Adam Park, 29 años, heredero de las industrias textiles Park —tan solo quise abrazar a Hwayoung para reconfortarla y me dijo que no la tocara.
            —Déjala, esa mujer está enferma, no puede salir nada bueno de su boca siendo lesbiana— la madre de Adam había malcriado a su hijo desde pequeño, mimándolo con grandes cantidades de regalos y un protagonismo propio de alguien con el síndrome de Narciso. Lo que su hijo hiciera siempre estaba bien, siempre —Hwayoung tiene suerte de tenerte, ¿verdad que sí?— la aludida asintió sin despegar los ojos del plato —hija, habla un poco, parece que no haya nadie más en esta cena—.
            —No me provoca mucha comodidad hablar de mi hermana muerta mientras cenamos…—.

“¿Sabes Hwannie? Estoy saliendo con alguien, se llama Shinhye y es muy hermosa, te prohíbo enamorarte de ella”. ¿Cómo reaccionaría su familia al enterarse de que a ella también le atraían las mujeres? Lo que más miedo le daba era morir sola, que también la abandonaran como hicieron con Hyoyoung, borrándola del registro familiar como si nunca hubiera existido, pero contrario a lo que se podía pensar, la familia siempre tenía el egoísmo en la punta de la lengua y no tardaban ni un segundo en criticar a la característica pareja que tantas lágrimas derramaron cuando a nadie le importó el tumor de su hermana gemela. Ellas solo querían vivir felices, ¿era mucho pedir? “Es mayor que nosotras y estudia la carrera de neurología, yo sé que será alguien muy importante. ¿Si algún día no puedo estar con ella la cuidarás? Tenemos que hacerle la broma del intercambio un día, sería gracioso”.

La conversación degeneró hasta niveles inhumanos, el estómago de la morena se cerró y pidió permiso para irse, no podía comer mientras las palabras “sucia lesbiana” y “enferma mental” era lo más suave que sonaba en aquella cena. No podía, era faltarle el respeto a alguien que no podía defenderse, y era faltarle el respeto a ella también.

   —¿Quieres que te acompañe?— Adam dejó de comer moviéndose con la intención de levantarse, pero Hwayoung negó —al menos deja que Sohee te acompañe hasta el coche— la mano derecha del muchacho se acercó en cuanto fue llamada.
            —No quiero ir en coche, necesito caminar— el hombre simplemente se volvió a sentar enviando a su guardaespaldas hacia su posición inicial y la menor abandonó el lugar, bajando por el ascensor. Aprovechó esos segundos de paz y tranquilidad para mirarse en el espejo, no hacía muy buena cara, suponía que era por haber tenido que aguantar tanta burla y desagrado hacia Hyoyoung. Si fuera un poco más fuerte, tan solo un poco más, se habría plantado e incluso hubiera dejado de salir con Adam, pero la hermana fuerte siempre fue la pequeña, y ella por mucho que lo intentara no sabía cómo defenderse.

Realmente había querido apartar la mano del hombre que apretaba su trasero, pero lo único que pudo hacer fue escuchar las palabras de Shinhye. En su interior las agradeció, aunque eso solo llevó consecuencias inversas pues el siguiente apretón fue más fuerte y descarado. Shinhye. Debería agradecerle el que hablara por ella y pedirle disculpas por el comportamiento de su prometido.

El ambiente todavía era bastante ajetreado, corría mucha gente por las calles debido al buen clima y Hwayoung adoraba ese tipo de comodidad. Los lujos entre los que había crecido no iban con ella, no era caprichosa ni materialista, así que no solía gastar nada; admitía que la cantidad de dinero que poseía le había dejado las cosas muy fáciles, pero ella no era feliz, y no lograba alcanzar aquella pizca de alegría con la que antes se despertaba. Suspiró apretando sus lacrimales con el pequeño bolso de mano bajo uno de sus brazos, sacando la cartera en cuanto vio un supermercado 24h. Su apetito despertó al ver una estantería con aquellos pequeños botecitos de color amarillo y verde con leche sabor a plátano, ¿cuántos años hacía que no tomaba uno de esos? Quizás desde que acabó la secundaria, o incluso antes.

   —Deme dos de esos, por favor— uno se lo guardó en el bolsillo de su chaqueta, el otro empezó a tomárselo de camino a ningún sitio, andando hasta que sus pies dijeron basta a causa de los altos tacones que llevaba. Hwayoung terminó sentada en uno de los columpios de un parque, sintiendo las frías brisas de aire acariciar sus piernas desnudas; su vello empezó a erizarse por lo que terminó atándose la chaqueta y dando pasos aleatorios sin despegar el trasero del columpio, simplemente para no quedarse quieta y congelada. No recordaba que minutos antes hiciera tanto frío.
            —¡Espera BingBing!— De repente, un hurón de color blanco se acercó corriendo hacia Hwayoung, la cual simplemente pudo chillar antes de caerse del columpio, chocando con su espalda contra el suelo —¡¿se ha hecho daño?!— una jovencita con voz muy chillona se acercó a ella ayudándola a levantarse —oh demonios, se ensució… cuánto lo siento de verdad perdóneme, no le puse bien la correa y se me escapó—.
            —No importa— la morena se levantó y desabrochó su chaqueta, quitándole el polvo de la espalda.
            —Le tiré la bebida por encima… Venga, ahí hay una fuente— la mayor no tuvo más remedio que seguir a la muchacha, ella no sabía en qué lugar de Seúl se encontraba así que tendría que fiarse de esa chica torpe —no sé si se quitará pero lo intentaré—.
            —En serio, no te preocupes, fue un accidente—.
            —Tengo una idea, espere—.
            —¿Eh? ¡O-Oye!—.

2 comentarios:

  1. Wow ¿en serio? Me ha encantado para ser el primer capitulo, es un muy buen comienzo. La verdad es que tengo ganas de saber más sobre la historia, la expresas muy bien.

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    1. Omg Gundana comentando por aquí~ —Es feliz—.
      Gracias por tomarte tu tiempo en leer y comentar, y espero sinceramente que los capítulos contiguos te gusten tanto como este <3 Procuraré que así sea~

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