Mesa 3. Menos mal que está lejos de la puerta, pensó
Eunbin. La muchacha juntó ambas manos entre sus rodillas, intentando darse
calor en ellas. El frío invernal azotaba de manera bruta a cualquier persona
que intentara salir a la calle, y una vez la joven empezaba a sentir frío en
sus manos o en sus pies, no importaba cuántas capas de ropa cargara encima,
ella seguiría helada. La maknae se sintió mal por haberse dejado el par de
guantes rojos que Seunghee le regaló el año pasado, por lo que se mantuvo callada
durante todo el trayecto hacia el restaurante en el que se encontraba ahora
junto a sus compañeras. Eunbin se sentía molesta consigo misma por ser tan
sumamente despistada, por provocar el enojo en los demás por culpa de su propia
torpeza. No lo hacía aposta, ¡nunca buscaba molestar a la gente! Pero no podía
controlar ese “talento natural”.
En la punta de su lengua siempre había
preparadas dos cosas: sus chistes malos y sus grititos que reclamaban comida,
grititos que no se habían escuchado desde que la menor se percató de que se
había olvidado de los guantes. Aquél silencio terminó por llamar la atención de
las demás, obviamente, a lo que Eunbin hizo lo que mejor sabía hacer, poner
excusas al tiempo que se peleaba consigo misma tratando de no tartamudear
demasiado.
—¿Eunbin, te encuentras bien?—
Chonnasorn puso una de sus manos en su hombro, moviéndola un poco.
—¿Hm? S-Sí, ¿por qué lo
preguntas?— ya está, ya había empezado a tartamudear.
—Estás muy callada, no es
propio de ti— las palabras de la tailandesa hicieron que el resto de chicas
miraran a la más pequeña, expectantes.
—E-Es que creo que me he
enfriado y estoy esperando a que el calor de aquí dentro haga su función—.
—Ya, su función— Chonnasorn
no pudo evitar sonreír al tiempo que Yeeun alzaba un brazo y llamaba la
atención de un camarero.
—¡Es verdad, unnie!—.
—Sí, sí, te creo—.
A pesar de que la maknae mantenía la
cabeza baja con la mirada fija en el borde de la mesa barnizada, esta podía
sentir los ojos café de Seunghee mirándola con cierta preocupación. No, eso no
era lo que la más alta buscaba. Eunbin no buscaba sentirse observada con ese
tipo de atención, ella quería que la ex-líder la mirara con el mismo amor en sus
ojos que aquél día que compartieron una cena a solas. La morena sintió que en
aquella ocasión pudo conocer una nueva faceta de la mayor, una más delicada,
más hermosa, más dulce, más íntima. Eunbin relamió sus labios y tragó saliva de
manera disimulada aprovechando la intrusión del camarero para que las chicas se
enfocaran en la comida y la dejaran tranquila.
—Hoy es tu noche, Eunbin— mencionó Yeeun
una vez el camarero se había ido —supongo que ya podemos decirle a qué se debe
esta cena, ¿no?— la rapera miró al resto de compañeras, todas asintieron menos
Seunghee, quien se escondió tras un vaso con agua solo para disimular un poco.
Cuando los labios de la mayor se separaron del cristal, Eunbin y ella sonrieron
de manera juguetona.
—¿Decirme el qué?— la maknae
disimuló hablando en un tono inocentón —pensaba que la cena era porque las
promociones nos están yendo bien—.
—En realidad, esta cena
estaba preparada de hacía varios meses— confesó Yujin, quien se encontraba
sentada a su lado —todas nos encontramos con que parecías distante y callada, y
como sabemos que te gusta mucho comer, pensamos que salir a cenar todas juntas
te iría bien para olvidarte de lo que sea que ocupa tu mente—.
—Es que… hay muchas cosas en
mi cabeza ahora mismo—.
—Para eso estamos— siguió
Yujin —para apoyarnos y explicarnos lo que nos preocupa o nos molesta—.
¿Qué tan loco podía ser el confesar sus
sentimientos de buenas a primeras? No es
tan fácil, se dijo, sabiendo que muy probablemente se pondría a llorar como
una cobarde antes de poder siquiera abrir la boca para lo que realmente quería
decir. La maknae suspiró de manera sonora y bajó los hombros, queriendo subirse
el cuello de su jersey para cubrirse cuanto más mejor, y así desaparecer de ese
mundo. Era una exagerada, lo sabía, pero nadie podía culparla, era la primera
vez que sentía aquello por alguien y estaba ciertamente asustada de meter la
pata y no poder arreglar las cosas. Eunbin peinó sus largos cabellos morenos
hacia atrás y al momento de abrir la boca para soltar una pregunta
comprometedora al aire, la comida llegó.
Quizás aquello había sido una señal del
destino.
“Todo a su tiempo, Eunbin” le hubiera
dicho Seunghee.
Cuando la comida llegó, la mesa se llenó
de varios entrantes entre los cuales destacaban platillos como kimchi,
manduguk, kimbap, bulgogi, japchae y galbitang; no obstante, el producto
estrella eran las langostas y el bogavante que el camarero dejó en el centro de
la mesa. Varias porciones de cangrejo y otros crustáceos acompañaban la gran
bandeja plateada y el restaurante incluso invitó a las chicas a unas
consumiciones porque estas afirmaron que esa noche era una noche muy especial.
De acuerdo, Eunbin sabía lo que Seunghee le había contado durante aquella cena,
pero estaba comenzando a pensar que no se lo había contado todo. ¿Se iba a
enfadar por eso? En absoluto. Le encantaban las sorpresas.
Aquella mirada melancólica que solía destacar
en el rostro de Seunghee cuando esta miraba por la ventana, volvió a aparecer,
lo que llamó la atención de Eunbin. La maknae terminó mirando en la misma
dirección, curiosa y a la vez preocupada por si ahí fuera había algo o alguien
tan o más importante que una cena con las integrantes de su grupo; la joven no
vio nada, menos aun cuando Tingyan tomó la pequeña maza de madera y empezó a
golpear con énfasis una de las gruesas pinzas del bogavante para abrirla y
poder comerse el interior de esta. Tanto Eunbin como Seunghee dieron un salto
de su silla, incluso Yeeun se asustó, con tanta mala fortuna que el pequeño
pedazo de kimchi que sostenía entre sus palillos salió disparado en dirección a
Seungyeon. El rostro de la bailarina quedó mojado en salsa de color rojo y ni
siquiera Seunghee pudo evitar no reírse por la expresión asustada y confusa de
la contraria.
Fue como una reacción en cadena, una vez
una empezó a reír, todas lo hicieron. A Eunbin le encantaba cuando la castaña
explotaba en risas; su voz grave la llenaba de una calidez para la cual no
tenía palabras, y todas las demás parecían sentirse igual de seguras y tranquilas
cuando la mayor de todas simplemente se abría más y dejaba entrever los dejes
de aquella pequeña niña que seguía correteando y chillando en su interior,
emocionada y divertida por cualquier broma o tontería.
—Hey, ¿y si hacemos una competición para
ver quién puede beber más?— preguntó Seungyeon en un tono bastante animado
—ahora que Eunbin ya es toda una adulta ella también puede participar, que
entre por la puerta grande—.
—¡Quiero participar!— la
mencionada no tardó en aceptar la propuesta, emocionada al ver que, poco a
poco, las demás dejaban de llamarla niña y otras palabras similares.
—¿Estás segura de esto?—
Seunghee tomó su vaso de cerveza y lo llenó prácticamente hasta arriba,
vertiendo un poco más de alcohol cuando la espuma se disipó —dudo que tengas
mucho aguante si no has bebido nunca antes. ¿Y si te lo tomas con calma?— el
comportamiento tranquilo y maternal de la mayor hizo que las demás bajaran un
poco su tono de voz.
—Estaré bien, ¿qué es lo peor
que puede pasar? ¿Qué me quede dormida en la mesa?— la maknae soltó una de sus
notorias carcajadas al tiempo que intentaba sonar divertida.
—Que vomites sobre algo, o
peor aún, sobre alguien— respondió la mayor sentada frente a ella, el rostro de
Eunbin se ensombreció por unos instantes.
—Vamos unnie, no seas tan
dura con ella— Chonnasorn rodeó los hombros de la maknae y la sacudió un poco
para que no pensara demasiado en lo que había dicho Seunghee —está con
nosotras, vigilaremos que no se exceda, ¿de acuerdo?—.
La ex-líder suspiró, acercando el vaso
lleno de cerveza hasta la menor de todas.
—¿Puedes prometerme que no pasará nada
malo?—.
—Lo prometo, unnie, solo
quiero divertirme con vosotras y demostrar que ya no soy una niña— la joven
miró el líquido de color dorado y espumoso, alzando la cabeza para mirar en
todas direcciones —¿vais a beber todas conmigo, verdad?—.
—Por supuesto— Seungyeon alzó
su pequeño vaso lleno de soju y sonrió —cuando tú estés lista, vamos a brindar
todas por esta noche tan especial—.
—Estoy lista—.
Nadie le había dicho que la cerveza le
iba a saber tan amarga, o que el soju quemaría tanto su garganta, o que el vino
picaría en su lengua como si tuviera alergia a este. Eunbin pensó de manera
errónea —o quizás debería decirse inocente— que todas las bebidas eran como el
agua o como uno de aquellos cafés dobles con caramelo que se tomaba por las
mañanas después de dar uno de sus paseos matutinos cuando las demás todavía
estaban durmiendo. Quizás debería aprender a diferenciar lo que a ella le
parecía que iba a pasar con la realidad que ahora la golpeaba en forma de
muecas incontrolables en su rostro.
Las demás se reían por sus reacciones
tan sinceras y lo mal que lo estaba pasando la menor, siempre de buena fe,
obviamente.
—¿El alcohol siempre ha sabido tan mal?—
preguntó la maknae todavía con la nariz arrugada y el ceño fruncido —mis orejas
queman, qué sensación tan extraña—.
—Yo ya te advertí de que no
te iba a gustar— respondió Seunghee con el borde de su copa en los labios,
rozándola de tal modo que su aliento cálido empañaba el cristal por unos
instantes —tampoco hace falta que sigas sufriendo si no te gusta beber, no a
todo el mundo le gusta el alcohol, mira a Yeeun, por ejemplo— la mencionada
alzó la cabeza, mirando a las demás con las mejillas llenas de comida.
—¿Qué pasa conmigo?—.
—Tú solo di que sí— continuó
Seunghee.
—Sí— la diestra de la
vocalista se puso sobre la cabeza de la rapera y le dio unos cuantos toques
como si Yeeun fuera un cachorro.
—Unnie, ¡para de hacer eso!—
el restaurante pareció quedarse en silencio cuando un chillido agudo escapó de
la garganta de Eunbin. Los comensales miraron unos instantes hacia su
dirección, regresando prontamente a lo suyo. Cuando el murmullo de gente
comiendo y charlando volvió a escucharse en el ambiente, la maknae volvió a
hablar —no hagas eso—.
—¿El qué? ¿Qué ocurre?—.
—Creo que está un poco
borracha— susurró Seungyeon, preocupada por atraer miradas de más —quizás
deberíamos irnos a casa— Seunghee asintió con la cabeza; las demás la
siguieron.
—Vosotras no— la mayor de
todas señaló a Yeeun y a Tingyan, acercándose a ellas para hablar con un tono
de voz más bajo —quedaos aquí, así disimulamos y no parece sospechoso que de
repente nos vayamos todas. Disfrutad de la comida— una suave sonrisa maternal
adornando los labios de la castaña quitó cualquier preocupación del rostro de
Yeeun, quien se calló lo que iba a decir.
El viaje en taxi de regreso al
apartamento fue un desastre, Eunbin no dejó de repetir que el conductor
maniobraba como un loco y que las acciones de Seunghee no eran las correctas
para una mujer como ella. La vocalista no podía estar más confundida. Además,
hubo varias amenazas de vómito que solo consiguieron poner más nervioso al pobre
hombre que permanecía aferrado al volante. No obstante, el peor momento fue
cuando la morena ya no pudo más y explotó en llanto, chillando como una niña
pequeña que permanecía confundida por mucho que intentara buscar una salida a
sus problemas.
—¡Unnie es una estúpida!— gritó Eunbin
cuando consiguió poner ambos pies fuera del taxi; Seunghee y Yujin le ayudaron
tomando cada una un brazo.
—Sí, sí, soy una estúpida— la
vocalista no sabía qué decir exactamente, así que pensó que darle la razón a la
más alta ayudaría a que todo aquél drama terminara antes —no sé por qué, pero
lo soy—.
—No puedes engañar a Yujin
unnie, y menos frente a ella—.
—¿Perdón?— el rostro
sorprendido de la mayor podía verse incluso en la oscuridad del apartamento
—Eunbin, no sé de qué me hablas—.
—Tú y ella estáis saliendo,
¿verdad? Os escuché la otra noche— Yujin y Seunghee se miraron totalmente
confundidas y permanecieron en silencio hasta que la primera llegó a la
conclusión de que todo había sido un malentendido.
—Si te refieres a la noche en
la que Seunghee se quejaba como una desesperada en mi habitación, es porque no
aguantó demasiado bien los masajes—.
—¿Masajes?— la maknae
descubrió su rostro que mantenía cubierto con la almohada y abrió los ojos,
acostumbrándose poco a poco a la luz de su habitación. Las tres habían tenido
problemas para que la menor de ellas colaborara y se tumbara en la cama.
—¿Te acuerdas que en nuestros
últimos ensayos Seunghee se quejaba de dolor de espalda? Vi un video en el que
se presionaban ciertos puntos para que el dolor desapareciera, pero creo que no
lo hice bien y por eso le hice gritar, o quizás es que ella es muy blanda—.
—¡Oye! En serio me hiciste
daño, pensaba que a la mañana siguiente no podría levantarme de la cama—.
—Vamos, no seas exagerada,
solo te hice crujir los huesos— Yujin se alzó de hombros al tiempo que sonreía.
Un pequeño gimoteo escapó de los labios
de Eunbin, lo que atrajo la atención de ambas. La bailarina fue la primera en
hablar.
—Os dejaré solas— Yujin se levantó de la
cama y al llegar al umbral de la puerta se giró en dirección a la mayor —hablamos
mañana, ¿de acuerdo? Regresaré con las chicas— Seunghee solo asintió con la
cabeza.
—Entonces…— la tierna y dulce
voz de Eunbin llamó la atención de la vocalista, quien volvió a girar el rostro
hacia la menor —…¿lo entendí mal?—.
—Absolutamente—.
—¿Me puedo morir?— el tono
adormilado de la morena y su lengua pegada al paladar a causa del alcohol
dificultaban un poco el que la mayor pudiera entender sus palabras —qué
vergüenza…— y como Seunghee supuso, después de la alegría y el enfado, vino el
llanto, esas lágrimas y sollozos incontrolables que se acabaron transformando
en bramidos parecidos a los de una niña pequeña a la que se le había caído el
helado al suelo y lloraba desconsolada.
—Tranquila mujer, no llores—.
—¡Soy una inútil, una
estúpida!—.
—Eunbin, todo el mundo se
puede equivocar—.
—Pero no todo el mundo cree
que sus compañeras de grupo están saliendo para que en realidad todo se tratara
de un estúpido masaje—.
—No fue estúpido, en serio
sentí que me moría— Seunghee intentó bromear, pero la reacción de la maknae,
quien se puso a llorar a moco tendido, hizo que el rostro de la vocalista se
desencajara en una expresión de puro pánico —¡l-lo siento Eunbin, estaba
intentando bromear!— a la ex-líder se le daba bien tratar con bebés siempre y
cuando estos fueran del tamaño de Sebin. No obstante, no era muy buena cuando
los bebés median metro setenta y podían comunicarse con fluidez.
Entonces, cuando la maknae comenzó a
calmarse, esta se escondió en el pecho de la castaña, empujándola con la
inercia de su cuerpo para que se quedara con ella en su cama. Lo único que pudo
hacer Seunghee fue acariciar los cabellos de la contraria y sonreír enternecida
por toda la situación en general.
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