Antes de que se diera cuenta, sus
manos fueron atadas al cabezal de la cama; era una posición ciertamente
incómoda porque sus brazos quedaban por encima de su cabeza, pero podría
aguantar. Soojin soltó un quejido contra la almohada, sintiendo los músculos de
su espalda tensarse en cuanto sintió una fuerte palmada en su trasero. Fue una
bofetada deliciosa, quería más.
La muchacha, inquieta y nerviosa,
apretó sus nalgas al sentir como una de los dedos de Yuqi se paseaba entre sus
glúteos, entrando sin permiso en su pequeño agujero que siempre parecía virgen
e inexplorado. Fue una larga y lenta penetración, pero solo eso, solo fue una.
Soojin movió sus caderas y su trasero varias veces de izquierda a derecha al
tiempo que gimoteaba ansiosa, casi como si llorara porque aquél travieso dedo
había escapado del encierro en el que él mismo se había metido. La menor le
hizo callar con un siseo y una caricia que bajó por su espalda antes de volver
a nalguearla.
La china repitió la misma acción
de antes, logrando un gemido pequeño y tímido, el cual llenó de saliva la boca
de Soojin.
—Te quiero dentro…— susurró la rubia.
—Ruégame— respondió la menor,
satisfecha por lo ansiosa que se veía la coreana.
—Yuqi, quiero sentirte dentro, quiero
que entres por detrás—.
—¿Por detrás?—.
—Ajá…— el tintineo de las esposas
acompañaron al movimiento de cabeza que Soojin dio para poder encontrarse con
los ojos de la contraria. Estos centelleaban de emoción y excitación; a la
coreana le gustaba complacer a Yuqi —…entra, por favor—.
Y entró, con dos dedos, de repente y
sin avisar. El gemido lánguido fue acompañado de una expresión de ligero dolor,
pero aquello era lo que le gustaba a la más alta, le encantaba.
A veces se preguntaba si eso estaba
bien, si sentirse como una perra en celo era lo correcto; no obstante, al
sentir los perfectos y bonitos dedos de Yuqi entrando en ella, recordaba lo
mucho que disfrutaba jugar con la china en la cama. Esas falanges hermosas que
tocaban lo más profundo de su ser y luego la abandonaban a su suerte; eso, sí,
eso era lo que más le gustaba, tenerla dentro y sentir como su interior se
removía cuando los dedos empujaban sus paredes. No hacía falta ningún tipo de
juguete, Soojin era más que feliz con aquél par de manos tocándola,
acariciándola, arañándola, haciéndola suya.
—Mh Yuqi…— se quejó al sentir como
ésta salía —…quiero más—.
—Espera muñeca, no quiero hacerte daño—.
La mayor sintió el ligero peso de la
china sobre sus piernas y el perfume de esta llegar a su nariz cuando Yuqi se
inclinó hacia delante, besando con cariño los hombros y parte de su espalda.
Soojin siempre se sentía confundida cuando la muchacha hacía aquello, ¿qué
pretendía hacer con su corazón una vez lo consiguiera robar? ¿Jugaría con él?
¿Lo tiraría a la basura? Ambas habían acordado que aquello era simplemente para
pasarlo bien, para liberar tensiones y disfrutar de una buena sesión de sexo, pero
entonces Yuqi hacía aquellas cosas y la coreana comenzaba a pensar de más.
Quizás,
solo quizás…
—¿Verdad que me dijiste que querías
algo intenso?— la voz grave y ronca de la bajita hizo que Soojin cerrara los
ojos, dejándose llevar por las palabras calientes y provocativas de la
contraria.
—Ajá…—.
—¿Y si probamos a ver hasta dónde
puedes aguantar?—.
Un sonido parecido a un latigazo captó
la atención de la coreana, quien volvió a abrir los ojos solo para encontrarse
a Yuqi acomodando un guante de látex en su mano derecha. De nuevo, la muchacha
soltó la zona del guante que correspondía a la muñeca, logrando un sonido
similar al de antes. La mayor no pudo evitar mover las caderas, gimoteando
ansiosa al sentir cierto líquido resbalando por sus nalgas y sus muslos hasta
perderse entre las fibras de las sábanas. El olor a vainilla del nuevo
lubricante que la china había comprado solo lo hacía todo más excitante para
Soojin.
Yuqi pasó ambas manos por la piel de
la rubia, masajeando sus nalgas y asegurándose de que la mano en la que llevaba
el guante quedara totalmente pringosa de lubricante.
—Relájate— susurró la bajita,
volviendo a meter dos de sus dedos en el interior de la joven, aunque esta vez
fue más fácil y suave. Un suspiro de placer abandonó la boca de la mayor al
tiempo que tensaba ligeramente sus brazos, consiguiendo que un nuevo tintineo
de las esposas tapara los suaves jadeos que poco a poco llenaban la habitación.
Y hablando de llenar, ¿hasta dónde
podría aguantar su cuerpo? Aquello era algo que Soojin había deseado probar
desde hacía mucho tiempo, pero no fue sino hasta que encontró a Yuqi que sintió
esa sensación eléctrica de emoción recorriendo su ser cuando la morena aceptó
practicar una sesión de fisting anal con ella. Cualquiera que la viera pensaría
que estaba loca, aparentando ser una muchacha inocente, ingenua y pura que en
realidad buscaba emociones fuertes y sensaciones diferentes que llenaran su
cuerpo. Bueno, quizás un poco loca sí que estaba pero, ¿y qué? Lo que ella y
Yuqi hicieran se quedaba entre las dos, nadie más tenía que saber que moría por
sentirla dentro.
Soojin se había informado bien sobre
aquella práctica considerada como extrema, incluso lo había probado con ella
misma, pero era difícil y su cuerpo terminaba cansándose. No obstante, la grave
voz de Yuqi susurrándole lo caliente que la sentía y lo bien que lo estaba
haciendo al relajarse tanto hizo que todas las preocupaciones de la rubia
quedaran en segundo plano.
Las penetraciones suaves de la china
hacían que de la boca de la coreana no hicieran más que salir jadeos y gemidos
pequeños y cortos. Agudos. Demasiado tentadores para que la menor no probara a
meter ya un tercer dedo. Yuqi se mordió el labio inferior y soltó un jadeo ronco
al sentir cómo la entrada trasera de la contraria se iba dilatando y acomodando
a los dedos que poco a poco la iban invadiendo. Una estaba emocionada por lo
que iba a pasar; la otra estaba extasiada al poder ver con tanta claridad cómo
sus dedos aparecían y desaparecían con cada nueva penetración. Para Soojin, ese
ritmo era demasiado lento, pero era una mujer paciente, y sabía que debía esperar
para llegar a ese punto en el que iba a volverse completamente loca.
No fue hasta que la china salió de su interior
que la mayor regresó al mundo de los vivos.
—N-No… no pares—.
—Tranquila princesa, ten un poco de
paciencia— Soojin recibió una suave nalgada en su trasero, un golpe húmedo que
salpicó algo de sudor hacia su espalda baja. El efecto calor del lubricante
empezaba a arder dentro de ella, volviéndola loca al sentir que necesitaba algo
que la llenara.
Pequeñas gotas de excitación y deseo
comenzaron a asomarse entre los pliegues rosados y calientes de la muchacha
atada en la cama; aquello llamó la atención de Yuqi, quien separó un poco
dichos pliegues con la mano que no llevaba guante solo para poder verla más
detalladamente. Los fluidos transparentes y brillantes se deslizaron con mucha
lentitud por las yemas de sus dedos, dejando un rastro ardiente allá por donde
habían pasado. La menor se llevó los dedos a la boca para degustar esa miel que
tanto le gustaba.
La rubia no podía esconder lo mucho
que le prendían ese tipo de cosas, y a la china le gustaba la sinceridad de su
cuerpo.
—Estás muy hambrienta, ¿verdad?—
preguntó la morena con coquetería; su voz sonó ronca y pausada, tentadora.
Soojin solo se limitó a asentir con la cabeza de manera torpe y rápida.
—Yuqi, vuelve a entr… ¡mh…!— esta vez
se unió el meñique.
Los cuatro dedos hacían maravillas
dentro de la coreana, quien se aferraba con fuerza a los barrotes de la cama.
La voz de la rubia, aguda ya de por sí, se convirtió en un hilo de voz que
apenas podía escucharse, entrecortado por su propia respiración agitada y la
saliva acumulada en su garganta. Las caderas de Soojin se alzaban buscando más
contacto, logrando que constantes y fuertes gemidos salieran de su boca,
caliente y perdida en excitación; a ese paso Yuqi terminaría volviéndola loca,
si no es que lo había logrado ya.
La china fue aumentando el ritmo de
sus embestidas a medida que sentía que la cavidad trasera de la mayor se
acostumbraba a la intrusión de sus finos pero fuertes dedos —cuando los
nudillos llegaban a la entrada, la muchacha volvía a empezar. Fue más sencillo
de lo que pensó, suponía que en parte era debido a la excitación que corría por
el cuerpo de la rubia.
—Eres una buena chica— susurró en su
oído, una vez se volvió a inclinar para dejar más besos en su espalda —te
mereces un premio—.
Yuqi agarró otra vez el bote de
lubricante y vació la mitad de este entre las nalgas de la mayor, pringando su
mano en el proceso. Las gotas calientes resbalaban por los finos y blancos
muslos de Soojin, tensos por el placer que aparecía en su cuerpo en forma de
pequeñas descargas eléctricas, tal como si todas las células de su cuerpo se
hubieran puesto de acuerdo para explotar una tras otra, provocándole un calor
terriblemente adictivo. Diminutas bombillitas de colores y destellos aparecieron
en sus ojos tras mantenerlos cerrados con fuerza durante algún tiempo, lo que
la dejó totalmente indefensa a merced de la china.
Estaba temblando, pero no era de
miedo, tampoco de frío, era de excitación, de felicidad.
Yuqi, por su parte, siguió con sus movimientos
lentos y delicados, haciendo que poco a poco la entrada de la mayor fuera
acostumbrándose a la anchura de su mano —una vez sus nudillos lograsen pasar,
el resto se deslizaría con la misma facilidad con la que sus dedos se habían
movido hasta ahora.
Era fascinante ver la sinceridad en el
cuerpo de la rubia, oír sus gimoteos, su voz entrecortada y su respiración
agitada, ver sus nudillos blancos por la fuerza que ejercía en sus manos al
cerrarlas en puño y esa tentadora gota de sudor bajando por un costado de su
cara. Las caderas de Soojin se movían al ritmo de las profundas y lentas
embestidas que invadían su cuerpo; arriba y abajo, de manera constante y
deseosa de más. La coreana se mordió el labio inferior cuando sintió que su
entrada comenzaba a ceder a la anchura de la mano de Yuqi, dejando que poco a
poco las puntas de los nudillos de aquellos dedos traviesos también se
empaparan del calor profundo que residía en su interior. El gemido que la mayor
soltó cuando aquél pequeño agujero fue capaz de aguantar la mitad de la mano
ajena, fue agudo y poderoso, pero delicado a la vez.
Suplicante y deseoso.
—Casi estoy dentro, preciosa, ¿puedes
sentirlo?— la ronca y grave voz de la bajita alcanzó su oído derecho. Soojin no
logró responder con palabras, pero al alzar sus caderas en busca de más, la
morena supo que lo estaba haciendo bien. Por un momento le pareció ver una gota
de saliva asomarse por la comisura de aquellos carnosos labios, a lo que la
china respondió dándole un suave beso en la mejilla. Cariñoso, incluso
inocente.
Sin embargo, aprovechando que la rubia
estaba totalmente ida por el placer, Yuqi retiró su mano con lentitud solo para
separar las nalgas de la mayor y sonreír satisfecha con las vistas que tenía
frente a ella. El cuerpo de Soojin dio un respingo, esta ya no podía controlar
las reacciones que la morena le provocaba, por lo que escondió el rostro contra
la almohada y gimoteó. Su entrada latía, las manos de la menor hacían que esta
permaneciera dilatada y abierta, dejando por inútiles los intentos por cerrarla
que el propio cuerpo de la más alta buscaba como un método de protección por la
vergüenza que sentía al percibir la mirada atenta y lujuriosa de Yuqi. Le
avergonzaba, sí, pero a la vez le gustaba saber que la estaba mirando con el
mismo deseo que ella sentía por volver a tenerla dentro.
No hizo falta gimotear ni pedir —cuando
la china se sintió satisfecha, tomó el bote de lubricante y vació el resto del
contenido sobre su mano revestida con el guante, dejando que el líquido pringoso
y transparente goteara entre las nalgas y los labios vaginales de Soojin,
creando una imagen que hizo salivar a la menor.
—Voy a entrar, Soojin— pronunció la
contraria entre susurros —esta vez por completo, ¿estás lista?—.
—S-Siempre lo estoy cuando se trata de
ti… hazlo—.
—¿Cuándo se trata de mí? Oye, no me
digas eso, me pondré celosa pensando que tienes a alguien más con quien
divertirte— si bien su tono de voz era serio, la media sonrisa en sus labios
dejaba claro que se trataba de una simple broma para relajar a la mayor,
evitando de esa manera que le doliera la penetración.
Yuqi se fijó en las manos de la rubia,
delicadas, blancas, temblorosas. Sus nudillos no podían estar más pálidos y
bien podía perforarse la piel con esas largas uñas si seguía apretando con
tanta fuerza. La muchacha tumbada en la cama se estaba derritiendo de placer, y
aquello era algo superior a ella.
Un gemido largo, agudo y profundo
resonó entre las cuatro paredes de la habitación al tiempo que el cuerpo de
Soojin se arqueó en un gesto que se iba intensificando lentamente. Las piernas
de la muchacha temblaron debido a la fuerza que tensó sus músculos y sus
propias caderas empujaron hacia atrás para terminar de sentir aquella mano
traviesa penetrándola.
Había entrado.
Las palabras y la saliva se acumularon
en su garganta, dejándola sin aire por unos instantes, sorprendida y extasiada
por los constantes chispazos que podía sentir en todo su cuerpo. Su cabeza daba
vueltas, su vista nublada y las mejillas ardientes le indicaban que estaba
totalmente ida, y sentirse así de vulnerable, así de débil y pequeña frente a
Yuqi le gustaba; era una sensación que varios podían malinterpretar como algo
enfermo, pero la personalidad delicada y femenina de la mayor encajaba por completo
con la fuerza, la valentía y el sentimiento de protección que transmitía la
morena con tan solo hablar.
Protección, fuerza, placer.
—Desátame Yuqi, por favor…— el tono de
voz con el que le rogó, logró erizar el vello de la menor. Esta obedeció.
La muchacha de cabellos claros golpeó
la pared con una de sus manos abiertas, arañando el yeso fino con sus uñas
mientras que de manera torpe bajaba su otra mano por su cuerpo hasta esconder
las yemas de sus dedos entre sus pliegues calientes. Estaba empapada, sus
falanges resbalaban y no había momento en el que su cuerpo no diera un respingo
cuando lograba acariciarse el clítoris, ese pequeño punto lleno de nervios,
excitación y placer que parecía palpitar al ritmo con el que Yuqi estaba
llenándola por dentro con su mano.
Los movimientos eran constantes y
duros, lo suficiente como para que el cabezal de la cama golpeara contra la
pared.
La china prefirió no aumentar la
velocidad, sentía que ya habría otras oportunidades para ello; no obstante, se
acomodó mejor con sus rodillas entre las piernas de la mayor para poder
separárselas y observarla mientras Soojin se masturbaba, gimiendo contra la
almohada con cada nueva penetración. La china no sacaba su mano por completo,
ella prefería dejar la mitad dentro, justo en la zona más ancha de esta para
ver lo abierta que podía dejar a la contraria. La piel caliente, rosada y
delicada se estiraba y parecía volver a cerrarse alrededor de la muñeca de la
muchacha, abrazándola y apretándola con pequeños espasmos y latidos que apenas
eran percibidos debido a la excitación del momento.
A Soojin le dolía, le ardía; aquellas
sensaciones le hacían temer que acabara rota, pero eran esos mismos miedos y esa
excitación lo que le hizo desear más, lo que hizo que acabara pidiéndole entre
gemidos entrecortados a Yuqi que saliera y entrara por completo, que no tuviera
piedad.
—M-Más… ¡más!— gritó la rubia.
La china sacó su mano y volvió a
meterla, intentando que la contraria cediera a sus penetraciones y alcanzara el
orgasmo. No pasó mucho tiempo antes de que Yuqi viera la mano de Soojin
frotando su clítoris con más intensidad y rapidez. Faltaba poco.
La menor paseó su mano libre por todo
el cuerpo de la contraria, tiró de sus cabellos, apretó su nuca, arañó su
espalda, golpeó sus nalgas. Todo.
—Yuqi, m-muévete dentro— la nombrada
ni siquiera lo pensó, ella tan buen punto escuchó las palabras de la coreana
empujó las paredes internas de Soojin con las puntas de sus dedos, arriba y
abajo. La mayor sentía que su interior se removía de manera brusca, haciéndole
chillar —así, ¡así!—. No pasó demasiado tiempo para que la bajita comenzara a
sentir que se le dificultaba más poder empujar; la mayor estaba a nada de alcanzar
el orgasmo y ella no se iba a perder ese espectáculo por nada del mundo.
El grito que escapó de la garganta de
Soojin se escuchó por toda la casa y Yuqi sintió como su mano quedaba apresada dentro
de la mayor por largos minutos. La espalda de la rubia se curvó cada vez que
uno de sus espasmos involuntarios la golpeaba desde su interior; se sentía
cansada, pero muy satisfecha. Su cuerpo cayó como peso muerto sobre el colchón
y los dedos que rozaban su clítoris fueron ralentizando sus movimientos hasta
que dejó de atenderse. Los jadeos de Soojin se vieron interrumpidos con un
último gemido cuando la china logró sacar su mano, observando de manera
lujuriosa y curiosa la entrada totalmente dilatada y latente de la contraria al
tiempo que se deshacía del guante —la mayor ni siquiera probó en esconderse,
ella dejó que Yuqi disfrutara de su trabajo porque sabía que esta tenía un ego
que alimentar.
Un pequeño beso en la comisura de sus
labios hizo que la rubia abriera los ojos por unos segundos, sintiendo los
firmes brazos de la bajita rodeándola por debajo de sus pechos. La pequeña
nariz de Yuqi se paseó por su espalda, regalándole dulces y pequeños besos.
Soojin solo sonrió.
—Esta noche estrenan una nueva
película romántica en el cine— susurró la muchacha de cabellos morenos al
tiempo que cerraba los ojos —si no nos despertamos muy tarde, ¿te gustaría ir a
verla?—.
—Me encantaría—.
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