martes, 5 de enero de 2021

Up in Flames | OneShot


Buenas noches llamitas azules, ¿todo bien?

¡Feliz año nuevo!

Empezamos este 2021 con fuerza ¡por supuesto! Eso sí, espero que todos os estéis cuidando mucho, que el dichoso virus sigue dando guerra y todavía hay personas que creen que eso no existe. Por favor, no seáis como esa gente. Y ahora, os dejo con este nuevo OneShot.

¡Disfrutadlo!

[ATENCIÓN. ESTE ONESHOT CONTIENE LEMON]

Título: Up in Flames
Parejas: Yuqi x Soojin
Tipo: Yuri
Género: AU | Romance | Erótico
Advertencias: Lemon, prácticas extremas
Notas: Si eres de las personas a las que les incomoda leer escritos con fisting o prácticas anales, te recomiendo no leer.

¿Quieres leer? Dale a...

UP IN FLAMES

Antes de que se diera cuenta, sus manos fueron atadas al cabezal de la cama; era una posición ciertamente incómoda porque sus brazos quedaban por encima de su cabeza, pero podría aguantar. Soojin soltó un quejido contra la almohada, sintiendo los músculos de su espalda tensarse en cuanto sintió una fuerte palmada en su trasero. Fue una bofetada deliciosa, quería más.

La muchacha, inquieta y nerviosa, apretó sus nalgas al sentir como una de los dedos de Yuqi se paseaba entre sus glúteos, entrando sin permiso en su pequeño agujero que siempre parecía virgen e inexplorado. Fue una larga y lenta penetración, pero solo eso, solo fue una. Soojin movió sus caderas y su trasero varias veces de izquierda a derecha al tiempo que gimoteaba ansiosa, casi como si llorara porque aquél travieso dedo había escapado del encierro en el que él mismo se había metido. La menor le hizo callar con un siseo y una caricia que bajó por su espalda antes de volver a nalguearla.

La china repitió la misma acción de antes, logrando un gemido pequeño y tímido, el cual llenó de saliva la boca de Soojin.

—Te quiero dentro…— susurró la rubia.
            —Ruégame— respondió la menor, satisfecha por lo ansiosa que se veía la coreana.
            —Yuqi, quiero sentirte dentro, quiero que entres por detrás—.
            —¿Por detrás?—.
            —Ajá…— el tintineo de las esposas acompañaron al movimiento de cabeza que Soojin dio para poder encontrarse con los ojos de la contraria. Estos centelleaban de emoción y excitación; a la coreana le gustaba complacer a Yuqi —…entra, por favor—.

Y entró, con dos dedos, de repente y sin avisar. El gemido lánguido fue acompañado de una expresión de ligero dolor, pero aquello era lo que le gustaba a la más alta, le encantaba.

A veces se preguntaba si eso estaba bien, si sentirse como una perra en celo era lo correcto; no obstante, al sentir los perfectos y bonitos dedos de Yuqi entrando en ella, recordaba lo mucho que disfrutaba jugar con la china en la cama. Esas falanges hermosas que tocaban lo más profundo de su ser y luego la abandonaban a su suerte; eso, sí, eso era lo que más le gustaba, tenerla dentro y sentir como su interior se removía cuando los dedos empujaban sus paredes. No hacía falta ningún tipo de juguete, Soojin era más que feliz con aquél par de manos tocándola, acariciándola, arañándola, haciéndola suya.

—Mh Yuqi…— se quejó al sentir como ésta salía —…quiero más—.
            —Espera muñeca, no quiero hacerte daño—.

La mayor sintió el ligero peso de la china sobre sus piernas y el perfume de esta llegar a su nariz cuando Yuqi se inclinó hacia delante, besando con cariño los hombros y parte de su espalda. Soojin siempre se sentía confundida cuando la muchacha hacía aquello, ¿qué pretendía hacer con su corazón una vez lo consiguiera robar? ¿Jugaría con él? ¿Lo tiraría a la basura? Ambas habían acordado que aquello era simplemente para pasarlo bien, para liberar tensiones y disfrutar de una buena sesión de sexo, pero entonces Yuqi hacía aquellas cosas y la coreana comenzaba a pensar de más.

Quizás, solo quizás…

—¿Verdad que me dijiste que querías algo intenso?— la voz grave y ronca de la bajita hizo que Soojin cerrara los ojos, dejándose llevar por las palabras calientes y provocativas de la contraria.
            —Ajá…—.
            —¿Y si probamos a ver hasta dónde puedes aguantar?—.

Un sonido parecido a un latigazo captó la atención de la coreana, quien volvió a abrir los ojos solo para encontrarse a Yuqi acomodando un guante de látex en su mano derecha. De nuevo, la muchacha soltó la zona del guante que correspondía a la muñeca, logrando un sonido similar al de antes. La mayor no pudo evitar mover las caderas, gimoteando ansiosa al sentir cierto líquido resbalando por sus nalgas y sus muslos hasta perderse entre las fibras de las sábanas. El olor a vainilla del nuevo lubricante que la china había comprado solo lo hacía todo más excitante para Soojin.

Yuqi pasó ambas manos por la piel de la rubia, masajeando sus nalgas y asegurándose de que la mano en la que llevaba el guante quedara totalmente pringosa de lubricante.

   —Relájate— susurró la bajita, volviendo a meter dos de sus dedos en el interior de la joven, aunque esta vez fue más fácil y suave. Un suspiro de placer abandonó la boca de la mayor al tiempo que tensaba ligeramente sus brazos, consiguiendo que un nuevo tintineo de las esposas tapara los suaves jadeos que poco a poco llenaban la habitación.

Y hablando de llenar, ¿hasta dónde podría aguantar su cuerpo? Aquello era algo que Soojin había deseado probar desde hacía mucho tiempo, pero no fue sino hasta que encontró a Yuqi que sintió esa sensación eléctrica de emoción recorriendo su ser cuando la morena aceptó practicar una sesión de fisting anal con ella. Cualquiera que la viera pensaría que estaba loca, aparentando ser una muchacha inocente, ingenua y pura que en realidad buscaba emociones fuertes y sensaciones diferentes que llenaran su cuerpo. Bueno, quizás un poco loca sí que estaba pero, ¿y qué? Lo que ella y Yuqi hicieran se quedaba entre las dos, nadie más tenía que saber que moría por sentirla dentro.

Soojin se había informado bien sobre aquella práctica considerada como extrema, incluso lo había probado con ella misma, pero era difícil y su cuerpo terminaba cansándose. No obstante, la grave voz de Yuqi susurrándole lo caliente que la sentía y lo bien que lo estaba haciendo al relajarse tanto hizo que todas las preocupaciones de la rubia quedaran en segundo plano.

Las penetraciones suaves de la china hacían que de la boca de la coreana no hicieran más que salir jadeos y gemidos pequeños y cortos. Agudos. Demasiado tentadores para que la menor no probara a meter ya un tercer dedo. Yuqi se mordió el labio inferior y soltó un jadeo ronco al sentir cómo la entrada trasera de la contraria se iba dilatando y acomodando a los dedos que poco a poco la iban invadiendo. Una estaba emocionada por lo que iba a pasar; la otra estaba extasiada al poder ver con tanta claridad cómo sus dedos aparecían y desaparecían con cada nueva penetración. Para Soojin, ese ritmo era demasiado lento, pero era una mujer paciente, y sabía que debía esperar para llegar a ese punto en el que iba a volverse completamente loca.

No fue hasta que la china salió de su interior que la mayor regresó al mundo de los vivos.

—N-No… no pares—.
            —Tranquila princesa, ten un poco de paciencia— Soojin recibió una suave nalgada en su trasero, un golpe húmedo que salpicó algo de sudor hacia su espalda baja. El efecto calor del lubricante empezaba a arder dentro de ella, volviéndola loca al sentir que necesitaba algo que la llenara.

Pequeñas gotas de excitación y deseo comenzaron a asomarse entre los pliegues rosados y calientes de la muchacha atada en la cama; aquello llamó la atención de Yuqi, quien separó un poco dichos pliegues con la mano que no llevaba guante solo para poder verla más detalladamente. Los fluidos transparentes y brillantes se deslizaron con mucha lentitud por las yemas de sus dedos, dejando un rastro ardiente allá por donde habían pasado. La menor se llevó los dedos a la boca para degustar esa miel que tanto le gustaba.

La rubia no podía esconder lo mucho que le prendían ese tipo de cosas, y a la china le gustaba la sinceridad de su cuerpo.

—Estás muy hambrienta, ¿verdad?— preguntó la morena con coquetería; su voz sonó ronca y pausada, tentadora. Soojin solo se limitó a asentir con la cabeza de manera torpe y rápida.
            —Yuqi, vuelve a entr… ¡mh…!— esta vez se unió el meñique.

Los cuatro dedos hacían maravillas dentro de la coreana, quien se aferraba con fuerza a los barrotes de la cama. La voz de la rubia, aguda ya de por sí, se convirtió en un hilo de voz que apenas podía escucharse, entrecortado por su propia respiración agitada y la saliva acumulada en su garganta. Las caderas de Soojin se alzaban buscando más contacto, logrando que constantes y fuertes gemidos salieran de su boca, caliente y perdida en excitación; a ese paso Yuqi terminaría volviéndola loca, si no es que lo había logrado ya.

La china fue aumentando el ritmo de sus embestidas a medida que sentía que la cavidad trasera de la mayor se acostumbraba a la intrusión de sus finos pero fuertes dedos —cuando los nudillos llegaban a la entrada, la muchacha volvía a empezar. Fue más sencillo de lo que pensó, suponía que en parte era debido a la excitación que corría por el cuerpo de la rubia.

   —Eres una buena chica— susurró en su oído, una vez se volvió a inclinar para dejar más besos en su espalda —te mereces un premio—.

Yuqi agarró otra vez el bote de lubricante y vació la mitad de este entre las nalgas de la mayor, pringando su mano en el proceso. Las gotas calientes resbalaban por los finos y blancos muslos de Soojin, tensos por el placer que aparecía en su cuerpo en forma de pequeñas descargas eléctricas, tal como si todas las células de su cuerpo se hubieran puesto de acuerdo para explotar una tras otra, provocándole un calor terriblemente adictivo. Diminutas bombillitas de colores y destellos aparecieron en sus ojos tras mantenerlos cerrados con fuerza durante algún tiempo, lo que la dejó totalmente indefensa a merced de la china.

Estaba temblando, pero no era de miedo, tampoco de frío, era de excitación, de felicidad.

Yuqi, por su parte, siguió con sus movimientos lentos y delicados, haciendo que poco a poco la entrada de la mayor fuera acostumbrándose a la anchura de su mano —una vez sus nudillos lograsen pasar, el resto se deslizaría con la misma facilidad con la que sus dedos se habían movido hasta ahora.

Era fascinante ver la sinceridad en el cuerpo de la rubia, oír sus gimoteos, su voz entrecortada y su respiración agitada, ver sus nudillos blancos por la fuerza que ejercía en sus manos al cerrarlas en puño y esa tentadora gota de sudor bajando por un costado de su cara. Las caderas de Soojin se movían al ritmo de las profundas y lentas embestidas que invadían su cuerpo; arriba y abajo, de manera constante y deseosa de más. La coreana se mordió el labio inferior cuando sintió que su entrada comenzaba a ceder a la anchura de la mano de Yuqi, dejando que poco a poco las puntas de los nudillos de aquellos dedos traviesos también se empaparan del calor profundo que residía en su interior. El gemido que la mayor soltó cuando aquél pequeño agujero fue capaz de aguantar la mitad de la mano ajena, fue agudo y poderoso, pero delicado a la vez.

Suplicante y deseoso.

   —Casi estoy dentro, preciosa, ¿puedes sentirlo?— la ronca y grave voz de la bajita alcanzó su oído derecho. Soojin no logró responder con palabras, pero al alzar sus caderas en busca de más, la morena supo que lo estaba haciendo bien. Por un momento le pareció ver una gota de saliva asomarse por la comisura de aquellos carnosos labios, a lo que la china respondió dándole un suave beso en la mejilla. Cariñoso, incluso inocente.

Sin embargo, aprovechando que la rubia estaba totalmente ida por el placer, Yuqi retiró su mano con lentitud solo para separar las nalgas de la mayor y sonreír satisfecha con las vistas que tenía frente a ella. El cuerpo de Soojin dio un respingo, esta ya no podía controlar las reacciones que la morena le provocaba, por lo que escondió el rostro contra la almohada y gimoteó. Su entrada latía, las manos de la menor hacían que esta permaneciera dilatada y abierta, dejando por inútiles los intentos por cerrarla que el propio cuerpo de la más alta buscaba como un método de protección por la vergüenza que sentía al percibir la mirada atenta y lujuriosa de Yuqi. Le avergonzaba, sí, pero a la vez le gustaba saber que la estaba mirando con el mismo deseo que ella sentía por volver a tenerla dentro.

No hizo falta gimotear ni pedir —cuando la china se sintió satisfecha, tomó el bote de lubricante y vació el resto del contenido sobre su mano revestida con el guante, dejando que el líquido pringoso y transparente goteara entre las nalgas y los labios vaginales de Soojin, creando una imagen que hizo salivar a la menor.

—Voy a entrar, Soojin— pronunció la contraria entre susurros —esta vez por completo, ¿estás lista?—.
            —S-Siempre lo estoy cuando se trata de ti… hazlo—.
            —¿Cuándo se trata de mí? Oye, no me digas eso, me pondré celosa pensando que tienes a alguien más con quien divertirte— si bien su tono de voz era serio, la media sonrisa en sus labios dejaba claro que se trataba de una simple broma para relajar a la mayor, evitando de esa manera que le doliera la penetración.

Yuqi se fijó en las manos de la rubia, delicadas, blancas, temblorosas. Sus nudillos no podían estar más pálidos y bien podía perforarse la piel con esas largas uñas si seguía apretando con tanta fuerza. La muchacha tumbada en la cama se estaba derritiendo de placer, y aquello era algo superior a ella.

Un gemido largo, agudo y profundo resonó entre las cuatro paredes de la habitación al tiempo que el cuerpo de Soojin se arqueó en un gesto que se iba intensificando lentamente. Las piernas de la muchacha temblaron debido a la fuerza que tensó sus músculos y sus propias caderas empujaron hacia atrás para terminar de sentir aquella mano traviesa penetrándola.

Había entrado.

Las palabras y la saliva se acumularon en su garganta, dejándola sin aire por unos instantes, sorprendida y extasiada por los constantes chispazos que podía sentir en todo su cuerpo. Su cabeza daba vueltas, su vista nublada y las mejillas ardientes le indicaban que estaba totalmente ida, y sentirse así de vulnerable, así de débil y pequeña frente a Yuqi le gustaba; era una sensación que varios podían malinterpretar como algo enfermo, pero la personalidad delicada y femenina de la mayor encajaba por completo con la fuerza, la valentía y el sentimiento de protección que transmitía la morena con tan solo hablar.

Protección, fuerza, placer.

   —Desátame Yuqi, por favor…— el tono de voz con el que le rogó, logró erizar el vello de la menor. Esta obedeció.

La muchacha de cabellos claros golpeó la pared con una de sus manos abiertas, arañando el yeso fino con sus uñas mientras que de manera torpe bajaba su otra mano por su cuerpo hasta esconder las yemas de sus dedos entre sus pliegues calientes. Estaba empapada, sus falanges resbalaban y no había momento en el que su cuerpo no diera un respingo cuando lograba acariciarse el clítoris, ese pequeño punto lleno de nervios, excitación y placer que parecía palpitar al ritmo con el que Yuqi estaba llenándola por dentro con su mano.

Los movimientos eran constantes y duros, lo suficiente como para que el cabezal de la cama golpeara contra la pared.

La china prefirió no aumentar la velocidad, sentía que ya habría otras oportunidades para ello; no obstante, se acomodó mejor con sus rodillas entre las piernas de la mayor para poder separárselas y observarla mientras Soojin se masturbaba, gimiendo contra la almohada con cada nueva penetración. La china no sacaba su mano por completo, ella prefería dejar la mitad dentro, justo en la zona más ancha de esta para ver lo abierta que podía dejar a la contraria. La piel caliente, rosada y delicada se estiraba y parecía volver a cerrarse alrededor de la muñeca de la muchacha, abrazándola y apretándola con pequeños espasmos y latidos que apenas eran percibidos debido a la excitación del momento.

A Soojin le dolía, le ardía; aquellas sensaciones le hacían temer que acabara rota, pero eran esos mismos miedos y esa excitación lo que le hizo desear más, lo que hizo que acabara pidiéndole entre gemidos entrecortados a Yuqi que saliera y entrara por completo, que no tuviera piedad.

   —M-Más… ¡más!— gritó la rubia.

La china sacó su mano y volvió a meterla, intentando que la contraria cediera a sus penetraciones y alcanzara el orgasmo. No pasó mucho tiempo antes de que Yuqi viera la mano de Soojin frotando su clítoris con más intensidad y rapidez. Faltaba poco.

La menor paseó su mano libre por todo el cuerpo de la contraria, tiró de sus cabellos, apretó su nuca, arañó su espalda, golpeó sus nalgas. Todo.

   —Yuqi, m-muévete dentro— la nombrada ni siquiera lo pensó, ella tan buen punto escuchó las palabras de la coreana empujó las paredes internas de Soojin con las puntas de sus dedos, arriba y abajo. La mayor sentía que su interior se removía de manera brusca, haciéndole chillar —así, ¡así!—. No pasó demasiado tiempo para que la bajita comenzara a sentir que se le dificultaba más poder empujar; la mayor estaba a nada de alcanzar el orgasmo y ella no se iba a perder ese espectáculo por nada del mundo.

El grito que escapó de la garganta de Soojin se escuchó por toda la casa y Yuqi sintió como su mano quedaba apresada dentro de la mayor por largos minutos. La espalda de la rubia se curvó cada vez que uno de sus espasmos involuntarios la golpeaba desde su interior; se sentía cansada, pero muy satisfecha. Su cuerpo cayó como peso muerto sobre el colchón y los dedos que rozaban su clítoris fueron ralentizando sus movimientos hasta que dejó de atenderse. Los jadeos de Soojin se vieron interrumpidos con un último gemido cuando la china logró sacar su mano, observando de manera lujuriosa y curiosa la entrada totalmente dilatada y latente de la contraria al tiempo que se deshacía del guante —la mayor ni siquiera probó en esconderse, ella dejó que Yuqi disfrutara de su trabajo porque sabía que esta tenía un ego que alimentar.

Un pequeño beso en la comisura de sus labios hizo que la rubia abriera los ojos por unos segundos, sintiendo los firmes brazos de la bajita rodeándola por debajo de sus pechos. La pequeña nariz de Yuqi se paseó por su espalda, regalándole dulces y pequeños besos.

Soojin solo sonrió.

—Esta noche estrenan una nueva película romántica en el cine— susurró la muchacha de cabellos morenos al tiempo que cerraba los ojos —si no nos despertamos muy tarde, ¿te gustaría ir a verla?—.
            —Me encantaría—.

FIN

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