miércoles, 27 de mayo de 2020

On Your Lips | Capítulo 3


Buenas tardes cachorritos con manchitas, ¿todo bien?

He llegado a la conclusión de que es mejor nunca decir una fecha exacta o intentar hacerme un horario en condiciones a la hora de publicar nuevos capítulos porque luego pasa lo que pasa. Esta vez no fue mi mala memoria ni mi pereza las que me jugaron una mala pasada, sino mi ordenador, mi propio ordenador me traicionó. ¿Quién quiere un pantallazo azul? Porque tengo de sobras, creedme.

De todas formas, aprovechando que ahora mi ordenador parece funcionar con normalidad, os traigo el tercer capítulo corregido de este mini-fic.

¡Disfrutadlo!

Capítulo 2 | Capítulo 3 | Capítulo 4

Si quieres leer, dale a...

CAPÍTULO 3

Desde que Taeyeon la dejó, Jessica no había querido salir con nadie más. Me confesó que solo estaba a gusto conmigo; de alguna manera me sentía especial por ello, pero parecía que le prohibiera de forma indirecta ir con otras personas cuando yo no estaba a su lado.

Jessica se había transformado por completo. Pasó de ser llamada cariñosamente "panda" a ser llamada "princesa de hielo" por la mismísima Sooyoung. "Debes sonreír a la vida, cambiar un poco. Tienes a Soojung, me tienes a mi... ¿por qué no pruebas a salir de nuevo con alguien? Conozco un par de chicas que quizás podrían...". Mi hermana nunca le contestaba, solo apretaba más fuerte mi mano mientras escuchaba los tantos discursos esperanzadores que Sooyoung le soltaba cada mañana.
Entendía que no quisiera ver así a su mejor amiga pero... también comprendía que si no cambiaba su discursito, pronto la perdería. "Debo irme a Japón, me han dado la beca que siempre quise, ¿estarás bien...?". Jessica solía abrazarla fuerte cuando sabía que no la vería en una buena temporada; no obstante, esa vez no le dio siquiera un simple beso en la mejilla.

Me dejó sola frente a Sooyoung, y pude ver la decepción en los ojos de esta. Fue durante unos segundos, pero yo substituí a Jessica y besé su mejilla, sonriéndole cariñosamente antes de acariciar su mejilla y desaparecer de su vista, buscando a mi hermana. "Por favor, cuídala...".

Fue la última vez que vi a esa morena tan alta, me pregunto qué habrá sido de ella.

Jessica no quería escucharme, parecía absorta en sus pensamientos, conduciendo cada vez más deprisa sin atender a mis súplicas para que bajara la velocidad. ¿Que pretendía hacer? Nunca la había visto así de rabiosa, parecía enfadada con todo el mundo y rechazaba cualquier tipo de ayuda.
Dejó de asistir al psicólogo y volvió a emborracharse y a fumar. Odiaba todo el dolor que Taeyeon hizo en ella. Le había lavado el cerebro, los sentimientos y las ganas de vivir como una chica respetada en sus clases; porque, a pesar de no tener muchos amigos, mi hermana siempre estaba dispuesta a ayudar a aquellos compañeros que lo necesitaran con alguna materia.

Admiraba lo fuerte que parecía entre toda esa gente.

"¡Sooyeon por favor, baja la velocidad, nos vamos a matar como sigas así!". Hablé a gritos, intentando que me escuchara más a mí que a la música. ¿Des de cuándo le gustaban ese tipo de canciones? Siempre que íbamos en coche escuchábamos temas de su grupo, pero ese día me acuerdo que el sonido de una guitarra eléctrica rompió mis tímpanos antes de verlo todo negro y dar muchas vueltas.
La música dejó de sonar y vi a mi hermana salir disparada del coche, rompiendo el vidrio, rodando metros y metros lejos encima del asfalto. Sangraba por todos lados.

Yo estaba atada con el cinturón en el asiento del coche, y lo veía todo del revés. Me encontraba bocabajo.

"¡Señorita!". Un hombre me llamó la atención, me dolía la cabeza y las cervicales. ¿Qué había pasado? Por un momento me vi muerta... "Sooyeon...". Estiré ambos brazos, notando presión en mi pecho por el cinturón de seguridad. "¿Se llama así?". Negué con la cabeza, mareándome. "Ella, ella es Sooyeon... Mi hermana...". Comencé a llorar, nunca había sentido tanto miedo.
Notaba como mis piernas flaqueaban, no tenía fuerzas para ponerme en pie, ni siquiera para pulsar el botón del cinturón que lo desabrochaba.

Había algo que ensuciaba mi rostro y que contrastaba con mi fría temperatura. ¿Sangre? Miré mis dedos, mis manos, mis rodillas, incluso mi pecho. Mi ropa había sido víctima de los cristales. "Tranquila, ahora la sacaremos de aquí". Dos bomberos se encargaron de sacarme a rastras del coche que goteaba aceite. Una pequeña chispa y volaría todo.

Me alejaron de él, pero al mismo tiempo que lo hacían, también me alejaban de Jessica.

Su hermoso vestido de color perla había quedado lleno de rasguños y sangre, y por primera vez en mucho tiempo, en su rostro no se podía distinguir nada más que paz. Sentí mi corazón oprimirse, y como si me hubieran apretado un interruptor, me puse a llorar. No lloré por mí, ni por el coche, sino por Jessica. Si salía de esa... no quería ni saber qué le dirían mis padres al no haberme protegido. Incluso sería mejor que...

No, no podía morir y dejarme sola. No ahora que quería decirle que la amaba como algo más que una hermana.

¿Por qué las situaciones extremas eran las que siempre te hacían confesar lo que verdaderamente sientes?

"¡Sooyeon, Sooyeon! ¡Despierta Sooyeon!". Nunca había sido buena corriendo pero esa vez volé sobre el asfalto ardiente para arrodillarme a su lado, raspando más mis rodillas.
Me importaba un comino si estaba sangrando o si tenía cristales clavados en mi piel, yo lo único que quería saber era que Jessica no corría ningún peligro, que mi hermana podría despertar sin secuelas graves, que podría volver a besarla en secreto cada noche...

Su boca solía saber a tabaco.

"Señorita, debe alejarse de ella, tenemos que llevarlas al hospital". El bombero me sujetó con fuerza, sus manos gruesas me tenían inmovilizada, me estaba haciendo daño. "Por favor, túmbese en la camilla y deje trabajar a los médicos". ¿No podía entender que estaba histérica? Acababa de tener un accidente de coche y podía perder a mi hermana sin darme cuenta. No quería eso... "Sooyeon...". Entrelacé mis dedos con los suyos antes de sentir como el cansancio me adormecía, haciendo que las fuerzas abandonaran mi cuerpo, incluso para tener sujeta su mano.

Recuerdo que me desperté días antes de que lo hiciera mi hermana. Ella se había llevado la peor parte, y aun hoy se le podía ver como la ropa abrazaba una cicatriz en su espalda. Una de tantas...

Papá y mamá le dijeron de todo cuando despertó. Yo había podido regresar a clases con mucha más rapidez de la que los médicos esperaban pero ella tenía prohibido salir del hospital hasta que su cuerpo estuviera completamente recuperado del accidente. Creo que fue la primera vez que la vi llorar por los gritos de nuestros padres. "¡Encima de imprudente implicaste a tu hermana! ¡Nunca deberías haber nacido!". Un doctor me informó de ello, yo era la única que la iba a visitar, y realmente lo prefería así.
Jessica siempre había sido tan solitaria...

La ayudé en todo lo que pude.

Los ejercicios de recuperación le fueron bien, no tuvo ninguna secuela importante.

Deseaba que volviera a ser la misma Jessica de antes. "Felicidades". Me sorprendió la cajita que tenía entre sus manos, tan finas, tan suaves, tan blancas... Había pedido por favor a la enfermera que la cuidaba que fuera a comprarme lo que había apuntado en un papel que Jessica escribió. ¿Cómo podía incluso regalarme algo en su estado físico y emocional? Realmente todo lo que había sufrido no lo merecía. Empezaba a odiar a nuestros padres.
Era mi cumpleaños, y ese día solo lo celebraría con ella.

Ignoré a mis amigas, me centré solamente en hacer que sonriera.

Deshice el lazo rosa que rodeaba la cajita con gracia y la abrí, dentro de esta se encontraba una fina pulsera de plata en forma de cadena con un candado como cierre. Me colocó dicha pulsera y mi piel sintió un agradable frío. El hueso de mi muñeca golpeó el candado antes de que este cayera por la inercia en la palma de mi mano. Lo agarré, sonriendo con lágrimas en los ojos. "Gracias, es precioso...". La abracé con cuidado. Incluso el olor a hospital le quedaba bien en su piel. ¿Se daría cuenta algún día de lo que la llegaba a amar? "Un día os vi de casualidad a ti y a tu amiga mirando el aparador de esa tienda, pensé que querías ese brazalete así que lo reservé".

Una tonta sonrisa se formó en mis labios, ahora entendía ese pequeño cartel que borraba el precio y ponía "comprado" con grandes letras negras.

"No mientas", inquirí. "Está bien, esa tal Amber no me gusta" confesó. Esa chica era mi amiga desde que había empezado el instituto. Se me acercó sin más y me tendió la mano, me hizo sonreír, era amable y apuesta, y mucha gente la confundía con un chico al vestir el uniforme masculino. Era divertida, siempre hacía travesuras y nunca la castigaban, en cambio las hacía yo y siempre debía permanecer de pie en el pasillo... Se reía de mí, pero sabía que no lo hacía con mala intención.

Al terminar el instituto volvió a Estados Unidos y perdí todo contacto con ella al tirar por error el papel donde estaba escrito su número de teléfono. Intenté encontrarlo mediante sus amigas, pero sabía que yo no les gustaba, estaban celosas al ver que me llevaba tan bien con su amiga. Ambas parecían sentir algo por ella, pero como cobarde que soy, nunca me atreví a cuestionarlo.

Me pregunto cómo estará Amber.

"Aunque debo admitir que me gusta más que ese par de arpías que te molestaban en clase". Sí, las matonas eran ellas dos.

Temí por mi vida al crecer y descubrir que estaríamos en la misma clase.

Me gustaba sentarme en alguna de las primeras filas, aunque siempre debía vigilar con esa peligrosa pareja para que no me tiraran bolígrafos, ni trozos de goma, ni cualquier avión de papel con notas estúpidas. Al principio me rehusé a ser amiga de Amber, pero ella parecía necesitada de una buena amistad en quien confiar. No podía negarme a los ojitos que me ponía. Por dentro era un corderito. "Por favor, sé mi amiga, esas dos me están matando de estrés". Su sinceridad me sorprendió, pero fue eso mismo lo que me hizo aceptar su propuesta... después de rechazarla cinco veces.

"¿Quieres ir conmigo a la biblioteca?". Era muy estudiosa, sacaba buenas notas y tenía talento para el rap.
A veces me ponía triste al ver que ya no estaba conmigo, haciéndome reír, pero estaba segura que ella seguiría acordándose de mí.

Aunque quizás ahora todo sería diferente si hubiera aceptado la propuesta de salir con ella como pareja.

Tuve que negarme, recordando la decepción en los ojos de mis padres cuando Jessica trajo a sus dos novias a casa, si es que eso podían llamarse novias, claro... Le respondí con un suspiro y ella me sonrió tristemente.
Fue la primera vez que vi a Amber triste, aunque a los cinco minutos ya estaba bromeando de nuevo. Admiraba su fuerza para recuperarse tan rápido de un rechazo.

¿Cómo habría afectado mi relación con Jessica si hubiera aceptado su propuesta? Quizás hubiera sido más doloroso para todas. Tener que decirle a Amber ese tipo de cosas hubiera sido muy doloroso para ella. Prefería que nuestra amistad perdurase para siempre, aunque no la estuviera llamando por teléfono como le prometí...

Sabía que mi mejor amiga seguía esperando esa llamada.

"Perdona mi imprudencia, se me fue el control de las manos". Cada día que iba a visitar a Jessica, ésta se disculpaba, y por mucho que le dijera que no me importaba y que todo estaba bien, ella seguía insistiendo. Día tras día, y noche tras noche, incluso su compañera de habitación bromeaba con ese tema cuando me veía entrar. "Yo no quiero perderte, y tengo miedo de que papá y mamá acaben alejándote de mí". Su abrazo era necesitado, estaba asustada.

Jessica siempre me hacía sentir especial, me imaginaba como su sueño más preciado, ese que deseas tocar y no puedes porque es pecado. Mi imaginación a veces me asustaba. ¿Cómo podía imaginarme como su musa? Me sentía egocéntrica, maleducada y egoísta, pero por suerte mi cuerpo reaccionaba de la manera más maternal posible, abrazándola y besándole los cabellos.
A pesar de ese accidente, sus largos mechones rubios y ondulados no perdieron ni una pizca de gracia. Tenía un cabello hermoso.

Ya podía llevar escayolas, collarines, vendas o tiritas, Jessica siempre era hermosa.

El último día que la vi antes de que le dieran el alta tenía un dulce color rosado en sus mejillas, su piel brillaba con la luz del sol y la brisa que entraba por la ventana semi-abierta hacia que sus cabellos volaran como ondas de oro. Mis mejillas ardieron y mi corazón comenzó a palpitar muy deprisa. ¿Cuánto podría aguantar con ese amor no correspondido?
Nunca me había atrevido a confesarme pero sabía de sobras que me diría que no. No por ser una chica, ni por ser cinco años menor que ella, sino simplemente porque era su hermana, y eso estaba mal, muy mal.

En ciertas facciones y gestos parecíamos gemelas. Y eso era un problema para mí... Me sentía egocéntrica mirándome al espejo, parecía que me amara a mí misma.

"¿Qué harás ahora que has aprobado los exámenes?". Su dulce voz me trajo de vuelta al mundo mientras yo seguía embobada con la puerta cerrada a mis espaldas. Su compañera de habitación se había ido una semana antes. "Me esperaré", respondí con cierto tembleque en la voz. Me miró, me derretí, no podía con esos ojos tan hermosos. "¿Esperarte a qué?". Sonreí y levanté mi mano, mostrándole el brazalete que me había regalado meses antes.

Su cara de incomprensión me hizo achinar los ojos de forma dulce.

"Me esperaré a que tú puedas hacer esas pruebas también, quiero estudiar contigo". Escondí mis manos tímidamente tras mi espalda y ladeé la cabeza de forma inocente.
Sabía que Jessica había renunciado a su sueño cuando estuvo con Taeyeon, pero yo haría que volviera a luchar por ello. Ese sueño, ser cantante, fue el que le hizo crecer y no llorar nunca. Debía conseguir que su vida volviera a iluminarse con esa decisión. "Quiero estudiar música contigo", confesé, sentándome en el borde de su cama.
Esperaba con todo mi corazón que dijera que sí.

"¿Por qué?". Su pregunta me hizo suspirar con resignación.

"Papá y mamá quieren enviarme sola a Estados Unidos para que estudie música. No les gustan las universidades musicales de Corea y...". Un repentino abrazo me hizo callar, sonrojándome notoriamente. Bajé la vista nerviosa, mirándola.

Parpadeé un par de segundos antes de tragar saliva. "¿Sooyeon...?". Ella enterró su rostro entre mis pechos y negó con la cabeza sin decir nada. "¿Qué ocurre?".

El silencio invadió la habitación y acaricié sus cabellos. Alzó los hombros con un extraño espasmo y me alarmé, no quería que llorara, no, no, no.

"No te vayas..."

La sentí temblar y noté cómo mi corazón desaparecía de mi pecho para abrazar al suyo. Que me parta un rayo si acaso había una relación de hermanas más hermosa que la nuestra.
Tragué saliva, sorprendida y asustada, nunca antes había visto a Jessica tan frágil... incluso cuando me pidió mil veces perdón al abandonarme por Taeyeon. Incluso en ese entonces aún tenía un poco de fuerza para mirarme a los ojos.
¿De qué se sentía culpable? "Si te vas... me voy a quedar sola para siempre..."

Quise besarla para acallar sus estúpidas palabras, y de hecho iba a hacerlo.

La miré, sus ojos estaban acuosos, a punto de desbordar lágrimas de culpabilidad por algo que no acababa de comprender. Por favor, deja de mirarme así... Mordí mi labio inferior y me acerqué a sus labios, incluso sentí cómo su rostro se deslizaba por mis manos acercándose a mí con lentitud. Si en ese momento hubiera sabido que ella sentía lo mismo que yo, la habría besado con desesperación e incluso desnudado.
Total, ¿quién tenía que venir a molestarnos?

"¿Señorita Jung?". Ambas nos separamos asustadas y miramos el doctor que llamó a Jessica por nuestro apellido.

Nuestro...

"Tenga, guarde ese papel, es importante". El hombre sonrió cálidamente. "Espero que tenga más cuidado la próxima vez, hay muchas chicas jóvenes que acaban en el mundo de Dios por una imprudencia como esta". Mi hermana le envió una mirada fría y bajó de la cama, agarrando su maleta y abriendo la puerta con fuerza.
El pomo de esta golpeó contra la pared y el doctor me miró. Hice una reverencia nerviosa y me fui en busca de Jessica, agarrando su mano antes de que saliera sola a la calle. "Por favor, espérame. No lo ha dicho con mala intención, Sooyeon...".

"Suéltame". Su voz fría me asustó. Miré su espalda mientras soltaba mi mano y se perdía por la leve pendiente que daba esa acera antes de atravesar y llegar al parking de taxis. Me quedé quieta y confundida.
¿Por qué me había contestado de esa forma? ¿Dónde iría a vivir? ¿Por qué me dio tanto miedo? ¿Por qué... me dio la sensación de que iba a besarme? ¿Por qué?

Jessica me pidió que no me fuera pero era ella quien se había separado ahora.

A veces era tiernamente infantil, aunque en esa ocasión de tierna no tenía nada, estaba realmente enfadada con el comentario de ese hombre. Dios, ¿realmente existía alguien así como para hacer que las personas creyeran ciegamente en él y rechazaran a la gente que no era como ellos? ¿Cómo habría sido nuestra vida si a Jessica no le gustaran las mujeres? ¿Papá y mamá la hubieran aceptado como la buena hija ejemplar que demostraba ser?
Solo por ese mísero detalle mi hermana había sufrido un trato horrible... Aún no sé cómo se mostraron tan retorcidos como para dejarla vivir en nuestra casa y machacarla todo el día con comentarios groseros y violentos.

Habría sido mucho más feliz si la hubieran dejado ser libre y vivir por su cuenta, aunque eso significara estar separadas.

Yo solo quería lo mejor para mi hermana.

"¿Escuchaste el nuevo rumor de las hermanas Jung? ¿Sabes que las hermanas Jung...? ¿Y si las hermanas Jung...? ¿Pero esas dos no son aquellas cantantes tan famosas? ¿Las hermanas Jung mantienen una relación incestuosa?". La verdad es que me esperé otra clase de bienvenida pero el primer día de clases en la universidad nos acribillaron a preguntas que hubiera preferido evitar.
Siempre creí que al ser cantantes ya relativamente famosas la gente nos pararía por el pasillo para pedirnos autógrafos o fotografías, pero no, solo se limitaban a molestarnos porque íbamos tomadas de la mano.

¿Cuántas chicas iban así por los enormes pasillos de esa universidad? ¿Por qué yo no podía disfrutar un poco de mi hermana? Aunque fuera un simple roce...
Esos años se me hicieron muy largos, pero estudiaba lo que quería, y lo hacía junto a Jessica. Recordaba sus palabras a menudo "la música es mi mejor amiga, ella me ayuda a sonreír", e intentaba repetirme esa misma frase en mi cabeza, pero todo cambiaba cuando dejaba a mi mente vagar libre. Jessica es mi hermana, pero la amo más que a nadie. Ella es mi música y ella es la única que me hace sonreír.

Compartíamos habitación, algo que agradecí eternamente; aun así, la gente no solía dejarnos tranquilas hasta que el sueño les ganaba.
Nuestra estancia era el lugar más tranquilo y deseábamos, al menos yo con todas mis fuerzas, que las clases pasaran rápido para poder encerrarme con ella y tumbarme en su cama.

Sus sábanas olían tan dulce que me dormía con rapidez.

"Soojung... es mi cama...". Solía tirar de mi mano hablando de forma infantil y adormilada, era tan tierna que con penas y trabajos podía aguantar mis ganas de abrazarla y tratarla como a un peluche. Los años en la universidad le hicieron bien, poco a poco volvía a ser la misma Jessica de siempre, fría con los demás, pero un ángel conmigo.

"Oye Sooyeon...". Me atreví a preguntar lo que durante tanto tiempo vagaba por mi cabeza. No sabía si lo estaba haciendo bien o no, pero era mi hermana, ¿qué podía pasar? "¿Cómo descubriste que te gustaban las mujeres...?". Sentí su peso presionar suavemente la cama. La miré despegando mi rostro de su almohada y ella me acarició la espalda. Se sentó a mi lado, mirándome en silencio antes de responder. "Siempre supe que era diferente, Soojung. A veces pienso que no pertenezco a este mundo, que debería estar en otra dimensión o espacio temporal". Su voz sonó ronca, suave, como los susurros que yo le soltaba en el oído para despertarla cada mañana. "Empecé a verme distinta cuando en primaria todas las niñas perdían el culo por ese actor, Jang Geunsuk, mientras que yo siempre me fijaba en las protagonistas femeninas. Las veía hermosas, a todas, y me interesaba más ir con los niños simplemente porque así podía elegir a las mujeres y contemplar sus fotografías en el papel".

Su sinceridad me erizó la piel, algo parecido ocurría conmigo, pero solo cuando ella estaba cerca. Tener a mi hermana a dos centímetros de mí me hacía mirarla con unos ojos distintos a los que normalmente tenía. Según la gente, estos brillaban; mis compañeras de ensayo me decían con frecuencia que parecía enamorada de ella, que mi mirada era la de una completa chica embelesada por alguien muy bello.

No se equivocaban.

"Luego en secundaria empecé a sentirme aún más distinta. Apareció Yuri, y también la profesora Kwon, su madre. Las miraba y sentía tales cosquilleos en mi vientre que empecé a preocuparme de verdad; tenía sueños eróticos con ellas... con las dos". Sus ojos se cerraron, quizás era mejor que dejara de hablar, recordar a Yuri le dolía, lo sabía. "Sooyeon... yo...".
Se tumbó a mi lado pero me dio la espalda, suspiré contra su nuca y la abracé, durmiéndome con parte de mi rostro escondido en su cuello. Cómo deseaba poder mover mis manos de su cintura y colarlas por debajo su ropa.

Aunque fuera una simple caricia en su piel desnuda.

Últimamente los estudios nos habían distanciado, estábamos en exámenes finales y esas agradables tardes, sin trabajo y metidas ambas dentro de una bañera las anhelaba. Mucho.

Demasiado.

Me gustaba enjabonarle la espalda y el cabello. Me gustaba enredar mis dedos en su suave y sedosa cabellera rubia como el sol, dorada como el brillo más puro. Me gustaba masajearle las sienes para que se relajara, y ver como cerraba los ojos, quedando medio dormida.
Tuve muchas oportunidades para tocarla, pero no lo hice. Quizás por cobardía o por respeto, pero mis fantasías ya cumplían la función de hacer lo que realmente quería hacer: tocarla.

Tenía veintiún años y comenzaba a sentirme necesitada del placer carnal que teníamos prohibido entre nosotras.

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