domingo, 20 de noviembre de 2016

Writing's on the Wall | Capítulo 4


Buenas noches florecillas acuáticas.

La espera ha terminado, ¡el cuarto capítulo ya está aquí! Y con él comienzan a saberse los futuros de algunos de los personajes —insertar risa maléfica aquí—.

Disfrutadlo~

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CAPÍTULO 4

Según algunas versiones de la Biblia, Adam no era más que un llorica, un niño mimado de mente infantil que solo buscaba su propio placer, por eso le pidió a Dios que le creara a alguien que pudiera hacerle compañía; de aquella idea nació Lilith, la mujer que en un principio tenía que ser su esposa, la madre de sus hijos y de todos los que vendrían, pero Lilith decidió que ella no sería sucumbida a los machistas e insanos deseos de Adam, por lo que huyó, eligiendo la costa del Mar Rojo como su nueva casa. Como era de esperarse, Adam pataleó como un consentido, pidiendo a Dios que le diera otra mujer, pero una mucho más vulnerable, una que no se atreviera a alzarle la voz y que siempre estuviera dispuesta a cumplir sus fantasías y caprichos: Eva.

   —¿En verdad crees que alguien como Lilith existió?— las fuerzas que Hwayoung había conseguido recuperar durmiendo las usó para caminar hasta la iglesia más cercana a su casa, buscando el confesionario nada más entrar. Ella era una ferviente creyente —hija mía, eso no son más que tonterías para hacerte dudar, Lilith nunca existió, te lo puedo asegurar—.
            —Pero padre, no estamos hablando de Lilith, estamos hablando de que mi novio me maltrata, ¿qué puedo hacer? Sé que en el fondo me quiere— eso quería pensar —debe haber algo que lo tiene así pero no sé qué puede ser—.
            —A veces la felicidad solo se consigue a base de caernos y levantarnos, una y otra vez— el hombre sacó por una ventanilla su mano, atrayendo las delicadas y magulladas manos de Hwayoung que mostraban el dolor de la violencia con una crudeza inigualable —¿tu amas a ese hombre?—.

Ella asintió.

Asintió sin darse cuenta de que se estaba sentenciando a una muerte segura.

   —Entonces aguanta un poco más— la mujer no entendía nada de lo que estaba ocurriendo en su cabeza, ella quería decir no, ¡solo no! Pero le era demasiado difícil.
            —Gracias padre— fue lo único que respondió, levantándose del banquillo de madera para dirigirse al hospital, tenía asuntos que arreglar con alguien.
            —Siempre que me necesites aquí me encontrarás—.

• • •

La mañana se había complicado bastante, Shinhye fue llamada de urgencia por una nueva ausencia del doctor Kim y tuvo que pedirle a la vecina que llevara a Chadol al colegio. Iba a matar a ese hombre.
   —Jangmi, ¿puedes avisar al director? Me gustaría hablar con él después de salir del quirófano—.
            —Voy a entrar ahí con usted doctora, hoy incluso su asistente faltó— la mayor suspiró cansada, ¿dónde estaba el personal cuándo se le necesitaba? —prometo esforzarme—.
            —Más te vale. Que alguien avise a Jinmyung, necesito que retenga al director por un tiempo—.

La mujer había notado que en las últimas semanas varios de los trabajadores que compartían especialidad con ella habían tenido el descaro de no presentarse, ni siquiera cuando una emergencia los reclamaba. Algo no olía bien en ese hospital.
Shinhye tenía pensado ir a tomarse un café y descansar un poco en la azotea del hospital después de la operación, pero una luz roja que parpadeaba dentro del quirófano acompañada de una incesante sirena le indicó que el café tendría que esperar. Algo o alguien la reclamaba en el piso de arriba, así que dejó el resto de la operación a manos de Jangmi, la más experimentada de los residentes.

A medida que la mayor iba subiendo las escaleras los gritos se escuchaban con más claridad. Un hombre estaba maldiciendo a todo dios.

Increíble. Adam había ido a armar follón entre los pacientes que esperaban en la sala ajena a los despachos de los médicos, tirándolo todo, acompañado de varios hombres vestidos de negro y teniendo a Hwayoung agarrada de un brazo.

   —¡Doctora Park!— Jinmyung corrió hasta ella hecha un mar de lágrimas. Su labio inferior sangraba ligeramente.
            —¿Qué está ocurriendo aquí?— cuando Adam escuchó la voz de la mujer, se giró hacia ella, empujando a su prometida para que sus hombres la tuvieran custodiada —estás molestando a los pacientes y a mis compañeros de profesión— nada de formalismos entre los dos —¿se puede saber qué quieres?—.
            —Esta pequeña puta ha estado quitándome a Hwayoung de mi lado— señaló a la enfermera que temblaba asustada contra la espalda de Shinhye —¡apártate, voy a matarla!—.
            —Nunca había visto a un hombre tan cobarde como tú— contestó la doctora a las amenazas del recién llegado —¿cómo te atreves a pegar a una mujer? Eres escoria, nada más que eso—.
            —¡Lo que hago con mi vida no es asunto tuyo!— Adam esquivó el cuerpo de la contraria y golpeó el pecho de Jinmyung con todas sus fuerzas. No volvió a golpearle la cara, no, estaba dispuesto a matarla si era preciso para que Hwayoung volviera a quedarse sola —por gente como tú la sanidad va de mal en peor—.

La menor sintió un fuerte mareo y agarrando la ropa de su pecho cayó desplomada al suelo.

Shinhye había leído sobre eso, que un golpe bien dado al corazón podía pararlo matando a la persona. Nunca se lo creyó, por mucho que lo escribiera en exámenes, por mucho que tuviera que recitarlo en las exposiciones de su primer año de carrera, nunca le hizo verdadero caso, le parecía una razón tan poco común y fantasiosa que ahora estaba pagando su exceso de confianza.

—¡Jinmyung!— golpeó con suavidad su mejillas —vamos despierta— lo hizo repetidas veces sin importarle que Adam siguiera con sus desperfectos en la sala —por favor Jinmyung—.

La castaña se sentó a horcajadas sobre las piernas de la muchacha inconsciente y empezó con la reanimación cardiopulmonar esperando a que trajeran el desfibrilador.
La gente corrió desesperada hasta la salida, las mismas enfermeras se encargaron de mantenerlos a salvo llamando a la policía cuando todo el mundo de aquella sala estuvo fuera del hospital. Quizás si los hombres de Adam veían a los agentes uniformados, se irían.

   —Doctora Park, aquí tiene— Shinhye rompió la camisa azul del uniforme de Jinmyung y le colocó los parches, esperando a que la máquina tuviera suficiente corriente eléctrica para poder descargarla sobre el cuerpo inerte de la rubia —está cargado—.
            —¡Fuera!— Gritó para soltar la descarga. Nada, el cuerpo solo se sacudió —¡otra vez!—.
            —El cuerpo no aguantará sí…—.
            —¡Tu hazlo!— fueron cuatro descargas las que el corazón de la menor recibió antes de que reaccionara moviendo una de sus manos.

Shinhye sentía que por fin podía respirar, y aunque a simple vista pareciera que en ningún momento había perdido la calma, su voz se rompió cerca del oído de la rubia cuando esta logró quedar sentada, levantándose extrañada como si no hubiera pasado nada. La enfermera correspondió al abrazo sintiendo la calidez del cuerpo contrario contra su piel, pegadiza por el líquido de las palas del desfibrilador.

   —Por favor, lleváosla a una habitación, que descanse— las enfermeras se llevaron a Jinmyung, dejando a la doctora Park sola con el grupo de matones que habían prácticamente destrozado toda la sala de espera principal —oye— Adam giró la cabeza hacia ella pero un puñetazo le hizo perder el equilibrio, tropezando con una silla —hijo de puta—.
            —¡¿Quién te crees que eres para pegar a nuestro jefe?!— uno de los matones quiso devolverle el golpe pero este terminó cayendo al suelo después de volar unos metros.
            —Este es un asunto entre Adam y yo— el nombrado hizo un gesto con la mano para que los hombres se retiraran. No llegaron muy lejos, la policía los paró. —No tolero que entres a crear desperfectos, esto es un hospital— el muchacho de ojos claros la aplaudió burlándose de sus palabras —realmente eres un cobarde, venga, golpéame a mí también, no me voy a defender, así estaremos igualados—.

Dos minutos después, Adam volvió a besar el suelo.

   —Además de cobarde, idiota—.
            —Deje de provocarlo doctora Park— uno de los agentes de policía se acercó al hombre y lo esposó, levantándolo de un tirón.
            —Ya entiendo— masculló Adam —llamas a tu amiguito el policía para que todo vaya a tu favor, ¿no es así?— Shinhye no contestó —esto no quedará así, tú y esa pequeña puta pagaréis por esto, ¡lo juro!—.
            —¿Qué ha pasado aquí?— Jangmi apareció quitándose el gorro y la máscara —la operación ha ido bien, por cierto—.
            —Gracias Jangmi, ayúdame con esto por favor— entre ambas levantaron uno de los bancos mientras el resto del personal hizo que lentamente los pacientes fueran entrando. Poco a poco todo volvió a la normalidad —debo dejarte al mando, tengo que ir a ver a alguien—.

Escondida entre la multitud de gente que iba entrando, se encontraba Hwayoung, adolorida por el agarre y asustada por la salud de la rubia; la forma en como esta se había desplomado le encogió el corazón, y nunca mejor dicho. Sintió que si de un puñetazo Adam había logrado robarle la vida por unos minutos, ella acabaría de igual forma cuando el mayor se cansara de su insignificante existencia. Tan solo de pensar aquello hacía que su vello se erizara, siguiendo por instinto a la doctora desde una distancia prudente, observando todos y cada uno de sus movimientos. Era admirable la fuerza y el carácter de aquella mujer, parecía que no tuviera miedo a nada.

   —Le hemos hecho un electrocardiograma y un ecocardiograma— comentó una de las enfermeras que acompañaban a Shinhye —Jinmyung tiene fibrilación auricular idiopática—.
            —¿Tomaba medicación?—.
            —Desde hacía unos tres años—.
            —¿Quién se la recetó?—.
            —Eso no nos lo ha querido decir— bajaron las escaleras y la enfermera abrió la puerta número 320, Hwayoung las siguió en todo momento, quedándose escuchando cerca del marco de la puerta —tome, este es su diagnóstico— la muchacha se retiró acudiendo a ayudar en el piso de arriba.
            —¿Cómo te encuentras?— preguntó la castaña.
            —Algo mareada— confesó la menor levantándose para quedar sentada en la cama —¿está enfadada conmigo…?—.
            —No estoy enfadada, pero sí muy preocupada— Shinhye se sentó en el borde de la cama —Jinmyung, ¿por qué no le comentaste a nadie sobre tu enfermedad?—.
            —No quería ser tratada como una enferma, tenía miedo de que si alguien se enteraba me quitara horas de trabajo para que no me cansara demasiado. Yo puedo hacer muchas cosas y esa era mi manera de demostrarlo— la castaña sonrió tiernamente y acarició la cabeza de la contraria, peinando sus cabellos —de hecho, puedo seguir como siempre si me tomo la medicación, mire—.
            —Ni hablar— la doctora la paró antes de que saltara de la cama —Jinmyung, lo tuyo no es algo que pueda tomarse a la ligera, ¿te acuerdas de lo que pasó antes con ese imbécil?— la joven negó con la cabeza —Adam te provocó un infarto, ¿entiendes? Podrías haber muerto. Tan solo de pensar que si esto llega a pasar en medio de la calle no habríamos podido salvarte se me rompe el corazón—.
            —Pero usted me salvó, ¿no es así? Era usted la que me estaba abrazando cuando desperté— Shinhye asintió cerrando los ojos antes de que las lágrimas lograran escapar —entonces tan solo debo vigilar y seguir con la medicación—.
            —Deberías operarte, sería lo mejor para quitarte el coágulo—.
            —¿Cuál coágulo? ¿De qué habla?—.
            —¿Ni siquiera sabes que se te ha formado un coágulo en la arteria coronaria izquierda?— los ojos asustados de Jinmyung le dejaron muy claro que desconocía aquello —cariño, si no quitamos ese coágulo puedes sufrir otro infarto, o una angina de pecho, y si se desprende puedes tener una embolia, ¿comprendes no poder tomarte todo esto a la ligera?—.
            —Pero…—.
            —¿Qué es lo que te mantiene tan preocupada? ¿Te da miedo operarte?— la rubia negó bajando la cabeza —¿entonces?—.
            —Usted no lo entendería…—.
            —Inténtalo—.
            —No tengo dinero…—.
            —¿Dinero para qué?—.
            —Para pagarme la operación, por eso solo tomo medicación—.
            —¿Y el dinero que te damos a final de mes?—.
            —Lo uso para pagar la residencia de mis padres, yo no puedo cuidarlos, muchas veces ni siquiera duermo en casa, y como lo que me trae Jangmi porque tampoco sé cocinar— Shinhye comenzaba a entender por qué la noona de su hijo traía siempre consigo dos almuerzos, y ella que pensaba que simplemente era una glotona… —La medicación es muy cara, pero al menos el dinero sí que me llega para eso, me he cuidado bien hasta ahora, solo debo tener cuidado de no encontrarme con ese señor—.
            —Yo puedo pagarte la operación— Hwayoung pidió permiso para entrar —lamento haber escuchado toda la conversación pero quería saber cómo estabas después del vergonzoso espectáculo de Adam… siento mucho que te haya pegado—.
            —Es de mala educación escuchar a la gente a escondidas— le recriminó la doctora a la morena —os dejaré solas, tengo pacientes que visitar—.
            —No puedo aceptar tu dinero— comentó la rubia con el miedo que tras la mujer se encontrara aquél loco asesino —ya hiciste demasiado por mí dándome aquél dinero por la chaqueta—.
            —Quiero arriesgar mi patética existencia por alguien— masculló la mayor quitándose las gafas de sol, mostrando marcas de un puñetazo en uno de sus ojos —no estaría aquí si no me importara tu vida, Jinmyung— con suavidad tomó una de sus manos, acariciando sus blancos dedos —lamento todo el dolor que hayas podido sufrir, pero me obligaron a hablar, sino Adam me habría matado y no quiero morir aún, siento haber sido tan cobarde—.

Besó sus dedos y suspiró contra su piel.

   —Pero no quiero tu dinero, siento que me estoy aprovechando— la menor retiró su mano —además, me da miedo que no salga bien… tengo un mal presentimiento—.
            —Entiendo—.

Hwayoung se levantó y cerró la puerta con seguro, acercándose de nuevo a la rubia. Lentamente fue desabrochando los botones de su blusa, hasta tenerla completamente abierta; antes de que Jinmyung pudiera reclamar qué estaba haciendo, la mayor tomó el turno de palabra, señalando la cicatriz que tenía entre sus pechos.

   —O-Oye a mí las mujeres no…—.
            —Puedo entender que tengas miedo, sientes que nada va a salir bien y te niegas a arriesgarte, sabiendo que tu vida puede durar varios años si sigues con lo que estabas haciendo— la mano de la rubia se movió automáticamente hasta el pecho de la contraria, rozando con las yemas la cicatriz de Hwayoung.
            —¿Qué te ocurrió?—.
            —Necesité un trasplante de corazón—.
            —Entonces… ¿este corazón no es tuyo?—.
            —No, es de mi hermana— sonrió delicadamente —nací muerta, mi corazón no palpitó durante minutos, creyeron que si lo hacía mi cerebro acabaría siendo el afectado. Por suerte no fue así, pero mi corazón nunca funcionó como los demás, no pude jugar nunca con otros niños y me pasaba a veces días enteros en el hospital para saber si podría vivir un día más. Hyoyoung fue un gran apoyo para mí durante todo ese tiempo, me sentía perdida sin ella, tenía miedo de morir—.
            —¿Pero…?—.
            —Pero luego ese tumor se la llevó y sentí que mi corazón dejaba de latir. Alguien había robado una parte de mi vida— la morena se percató de que Jinmyung estaba observando otras cicatrices ajenas a esa historia, así que volvió a abrocharse la blusa y a colocarse las gafas de sol —cuando las cosas no podían ir peor, me diagnosticaron una grave dilatación cardíaca, así que buscar a un donante era cuestión de vida o muerte—.
            —Entonces pensaste en tu hermana— afirmó la menor.
            —Exacto, desde ese día llevo siempre a Hyoyoung conmigo—.

Shinhye esperaba impacientemente a que Hwayoung saliera para armarse de valor y preguntarle qué le había contado Jinmyung sobre su vida o lo que fuera que hubieran hablado. No tenía a nadie a quien visitar esa mañana, de hecho había tenido que presentarse de urgencia cuando se enteró de que sus compañeros no habían aparecido, así que tenía la tarde libre; quizás la aprovecharía para ir a comprar regalos de navidad. El día tan esperado por su hijo se acercaba y tan solo tenía comprado la mitad de la lista. Debía dejar de tener esa mala manía de acabarlo todo al último momento.

   —Está bien, me operaré—.

4 comentarios:

  1. ¡Buenas! ❤️

    ¡Estaba a la espera de poder leerlo! Vi que lo habías publicado hace un tiempo, pero he estado muy ocupada y se me pasaba el leer el capítulo ¡pero por fin lo he hecho! ¡y me ha encantado! Muy fuerte todo y ganas de matar al hijo de p*** cada vez más.

    Un capítulo muy intenso, estás dejando la historia con muy buena pinta. Intentaré estar más pendiente para cuando haya algo más poder echarle un vistazo antes y no tan tarde XD.

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    1. Hola~

      Dicen que lo bueno se hace esperar, y tus comentarios me gustan mucho, así que todo perdonado (?) (Además, yo he estado atareada con muchos trabajos pero a la que pueda me escaparé y comentaré los últimos escritos que leí en el blog de giraffes, que ya toca ;-; ).

      ¿Verdad que Adam se hace odiar? Mira que lo hace bien el maldito (?) Pero venga, concentremos todas nuestras fuerzas para que Jinmyung siga adelante, ella es la importante aquí, no el idiota ese que golpea a niñitas xD

      Gracias por comentar~~

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  2. Ojala continue pronto.

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    1. He tenido varios problemas con el capítulo 5, pero estos días al fin he podido pulirlo como quería, así que pronto tendrás nuevo cap, disfrútalo cuando lo leas, anon.

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