lunes, 15 de enero de 2018

On Your Lips | Capítulo 1


Buenas tardes tortillas de patata, Ajumma al habla.

Al fin corregí el dichoso capítulo 1, al fin. Siento haber estado ausente pero tengo una salud de m*erda y pensaba que me iba a morir (?)

¡Disfrutad este capítulo!

Prólogo | Capítulo 1 | Capítulo 2

¿Quieres leer? Dale a...

CAPÍTULO 1

Del cajón sacó una pequeña caja de terciopelo negro. La abrió y me mostró una barra de pintalabios aún por estrenar. "Mamá me lo dio para una ocasión especial. No se ha usado nunca, y por lo que sé, tiene muchos años... su abuela se lo regaló". Sonrió tristemente, con melancolía en sus ojos, mirando fijamente el pintalabios mientras giraba la base y dejaba que la punta rojo carmín se asomase.

            Era un color precioso.

"¿Puedo saber quién es el afortunado?". Hacía días que le había contado lo de mi futuro matrimonio, para que se fuera acostumbrando a la realidad. Pensándolo bien, soy una egoísta...

Su rostro había perdido algo de blancura, su piel parecía transparente, como si se estuviera desvaneciendo poco a poco. Suspiré bajando la cabeza, mirando la moqueta blanca de nuestra habitación.
Mi vista poco duró en esa dirección, Jessica había tomado mi mentón con suavidad y sin más había comenzado a pintar mis labios, con ternura, con lentitud, como si no quisiera que ese simple gesto se acabara. Sus dedos eran mágicos, tan cálidos... "¿Papá y mamá lo saben?". Negué con la cabeza, no sabía cómo debía decirlo.

Nuestros padres siempre habían sido muy conservadores, muy pulcros y serios. Pocas veces disfrutábamos de una cena en familia, o siquiera de un simple desayuno con alguno de los dos. Siempre era un "hola y adiós" que duraba un par de segundos.
La última vez que los vi, me dijeron que debía hacerle entender a Jessica que las mujeres no estaban hechas para ella, que debía buscar un marido. "Suerte que te tenemos a ti para que la ayudes". Recordaba las palabras de mi madre como un puñal, como si yo fuera la hija perfecta que siempre habían soñado y Jessica fuera un desperfecto. Odiaba nuestros padres cuando decían estas cosas sobre mi hermana.

Si hubiera sido un poco más valiente...

Apreté las manos en puño y fruncí el ceño levemente, llamando la atención de Jessica, de esa rubia que me seguía amando a pesar de que yo le hubiera dicho que estaba a punto de casarme. "¿Cuándo será la boda?". Volvió a hablarme, esperando alguna de las tantas respuestas que le debía. "Dentro de dos meses".

Dejó mis labios tranquilos y los apreté, repartiendo el maquillaje por ambos lados. Su meñique perfiló el contorno de estos y me acarició la mejilla, sonriendo tristemente. "Qué rápido...". Pronunció débilmente, casi sin voz.

Me miré al espejo, alejándome de ella, intentando no llorar.

Su pena me estaba destrozando a mí también. ¿Cómo había podido romper una relación tan perfecta como la nuestra? Ah claro, mi orgullo...

Yo era la tercera persona que le rompía el corazón.

La primera fue Yuri. Me acordaba muy bien de esa morena; Jessica entró en casa llorando escandalosamente mientras tiraba todo lo que encontraba a su paso por el suelo. Rebotó las fotografías del salón, tiró las sillas y la mesa, y la furia que vi quemar en sus ojos se fue apagando cuando mamá le dio una bofetada en la mejilla. "Eso te pasa por ir con mujeres", en vez de consolarla, solo la riñeron. Yo me sentía mal, pero era demasiado pequeña, sentía que yo no podía hacer nada más que pedirle cariñosamente si quería dormir conmigo.
Jessica era una adolescente, una pequeña niña de quince años con el corazón roto y los ojos rojos.

Aceptó, me sentí bien a pesar de que estuvo sollozando durante toda la noche.
A la mañana siguiente la castigaron por quedarse dormida.

La segunda en machacar el ya frío corazón de Jessica fue Taeyeon. Esa bajita castaña de gran sonrisa le dijo que su amor por ella había terminado como el hielo que se derrite rápidamente con el fuego. Mi hermana solo quería a alguien que la amase para siempre y esa enana solamente se aprovechó de su cuerpo.
Ella era el hielo, y se derritió a los encantos de esa pervertida que le dañó incluso más que Yuri. Volví a consolarla, abrazándola toda la noche, dejando que aspirara mi perfume, ese que me regaló para mis dieciocho años. "Hueles tan bien...". Vi como cerró sus ojos y la dejé dormir, hecha un ovillo contra mi cuerpo.
A pesar de tener veinte años esa noche reapareció su niña interior.

Tragué saliva y me vi llorando frente al espejo. Seguía preguntándome cómo había tenido el morro de decirle sin más que me iba a casar. Me había preparado para ello pero al verla todos mis esquemas se fueron al garete, típico de mí.

De todas formas, ¿quién no se siente pequeño frente a la mirada de Jessica? Ha tenido pretendientes por todas partes, gente que está dispuesta a regalarle una casa entera para que vaya con ellos, pero mi hermana no es así, no es materialista, ella solo quiere el amor de una mujer. Solo quiere mi amor.
"Sooyeon, yo...". Me hizo callar con su índice sobre los labios.

¿Cómo podía ser tan egocéntrica de querer besarla sabiendo que acababa de romperle el corazón?

Sus manos acariciaron mis mejillas y secaron mis lágrimas. Estaba fría, seguramente por el dolor que sentía. No era merecedora de tener a una hermana que me quisiera tanto a pesar de decirle que ya no podríamos estar juntas nunca más, juntas de esa manera que solo ella y yo conocíamos.

Nunca más...

[2 meses después]

No sé de dónde había sacado esa fuerza de voluntad para cuidarme de cualquier chico que se acercara a mí. Jessica se había convertido en mi guardaespaldas personal, un guardaespaldas de cara bonita y personalidad fuerte. Aún así, ya no era la misma... no hablábamos como antes, ya no me contaba sus sueños como siempre lo hacía por las mañanas, ya no me preparaba el desayuno como cada sábado, ya no me traía ningún recuerdo de sus viajes con su grupo, ya no me amaba como antes...
Sentí que la perdía cada vez más, que acabaríamos separándonos por completo cuando yo me fuera con Seungyoon y ella siguiera sola, en esa gran casa que nuestros padres habían terminado dándonos como propiedad personal.

"Volveré al apartamento con las chicas. Podrás quedarte con la casa de papá y mamá". Miré sus labios mientras pronunciaba esas dolorosas palabras, realmente quería alejarse de mí. ¿Tanto le dolió que yo viera una buena oportunidad con ese chico?
"Abre la boca", obedecí, sintiendo de nuevo sus dedos contra mi mentón. "No tanto, tonta".

Tonta... incluso ese pequeño insulto ya no sonaba cariñoso en sus labios.

Apreté las manos contra mi vestido blanco, agarrándolo, cerrándolas en puño mientras sentía mis piernas flaquear.
Entrecerré la boca, obedeciendo de nuevo, mirando sus ojos tristes contra mis labios. Quería abrazarla, muy fuerte, como lo hacíamos después de una buena temporada sin vernos por culpa de sus conciertos. "La música es mi mejor amiga, ella me ayuda a sonreír". Recordé sus palabras.

Jessica me había pedido si podía tocar en mi boda, obviamente le dije que sí, pero fue un si culpable, temiendo que se desmoronara entre melodías tristes. No era tan fuerte como lo aparentaba su mirada de hielo, no tenía las mismas barreras que antes, ahora era débil, frágil como una flor, delicada como una rosa que sentía sus pétalos caer uno a uno.
El pintalabios dejó de hacer contacto contra mi boca y volví a apretar los labios, repartiendo el maquillaje de la misma forma que la última vez.

Volvió a perfilar el contorno de mis labios con su meñique, perfeccionando mi maquillaje, transformándome en una princesa. Jessica era la verdadera princesa allí... la que se había conformado con saber que su hermana sería feliz con un chico el cual no sabía ni qué cara tenía.

"¡Soojung!". Mamá entró rápidamente en nuestra habitación y me sobresalté un poco. Me miró, empezando a llorar de la emoción. Yo también lloré, pero por otra causa. "Estás hermosa hija mía, estoy orgullosa de ti". Me abrazó con dulzura, sintiendo su perfume mezclarse con el mío. "¿Lo ves Sooyeon? Soojung lo está haciendo bien, debes tomar ejemplo de ella". Mi hermana no contestó, sabía que si le dirigía ni una sola palabra mamá no le dejaría contestar como era debido.
Le cortaba las palabras, Jessica no era una hija deseada en ese matrimonio tan conservador y religioso... Y yo me daba asco, escondiéndome de cómo era en realidad. "A ver si después de la boda recapacitas, hoy mantendremos la fiesta en paz".

Jessica asintió como una criada, en silencio, escondiendo sus ganas de huir de allí. Hoy no podía escaparse y no volver en días, lo tenía prohibido, para que su hermana menor tuviera una boda perfecta... para que yo me besara con él y me dejara llevar entre sus brazos hasta nuestra casa. Seungyoon era perfecto, el yerno que toda madre desea.
Tragué saliva, echando a mi madre de la habitación para que me dejara sola con Jessica, pero esta también desapareció.

Yo me quedé sola, reflexionando frente al espejo si estaba haciendo realmente lo correcto.

Era una chica que me dejaba influir demasiado, no pensaba los actos sino simplemente hacía lo que a mí me parecía correcto, ya fuera a causa de mi cerebro o de mi corazón.

Me miré, acariciando mis labios, viendo ese rojo tan hermoso impregnado en las yemas de mis dedos.
"¿Hija?". Papá entró justo después de quedarme sola. Escuché la voz de Seungyoon tras la puerta pero solo dejé pasar a mi padre. Decían que ver a la novia antes de la boda traía mala suerte y debía mostrarme como la hija que respetaba hasta la más pequeña tradición. "Madre mía, estás preciosa... Espera, y eso de tus dedos?". Miré mi mano y negué sin importancia. "Es solo maquillaje papá, no te preocupes", agarré un pañuelo y empecé a frotarme los dedos, sintiendo la gruesa mano de mi padre sobre las mías. "Déjame hacerlo a mí". Me sonrojé, nunca antes había sido tan cariñoso conmigo, ni cuando me rompí la pierna frente a él y simplemente me dejó sola en el hospital. "Una que ya se va...". Pronunció junto a un suspiro. "Espero que tu hermana recapacite sobre sus actos impuros". Lo miré algo sorprendida, ¿actos impuros?. "Papá, por qué Sooyeon no puede ser como quiere ser?".

Mi padre tiró el papel a la basura y se acercó a la ventana, viendo que el coche ya estaba preparado. Quedaban treinta minutos para la boda, debíamos irnos ya.

"Mira hija, en el reino de Dios no hay lugar para los que no siguen sus normas. Sooyeon no ha seguido esto desde que nació, ya vimos que no era como las demás personas". Bajé la vista al suelo y jugué con mis manos. Blancas. "Y... esto es malo?".
Mi padre se giró como si le acabara de insultar. Frunció el ceño, volvió a ser el mismo hombre gruñón y maleducado de siempre. "Eso es muy malo". Se acercó a mí con grandes zancadas y me sentí pequeña frente a él. Era un gigante, por eso siempre le había tenido miedo.

"Vayamos hacia el coche, no podemos hacer esperar a la gente. Seungyoon ya ha partido hacia allí". Le sonreí, yendo tras de él, agarrando parte de mi vestido para levantarlo y así no tropezar. Miré el salón, Jessica estaba junto al piano agarrando algo. Me acerqué a ella, y tan buen punto rocé su brazo se giró, chocando ambas.
Me tiró al suelo y recé para que nuestros padres no hubieran visto ese golpe tan estúpido. Mi mano se fue rápidamente a mi trasero y la otra agarró la que Jessica me ofrecía. La tomé amablemente y sentí de nuevo sus dedos fríos. ¿Dónde se había ido toda esa calidez que emanaba su presencia? Parecía que le hubiera robado toda fuente de vida y fuera un cuerpo inerte que se movía por obligación. "P-Perdona... no quería asustarte". Hablé tartamudeando, bajando la vista.

Sentí unos mechones de mi cabello bajar por un lado de mi cara y seguidamente como sus dedos fríos los acomodaban tras mi oído. Agarré su mano en un acto reflejo, fuerte, observando que su expresión neutral no cambiaba ni un milímetro.

Sus ojos seguían entrecerrados, mirándome fijamente. Sus labios permanecían rectos, su respiración era silenciosa,... Lo único igual era su perfume, ese que tanto me gustaba. "No me has asustado". La miré inquieta, notando nerviosismo en mis ojos. "Suéltame por favor, debo estar allí antes que tú para tocar, recuerdas?". Que fríamente hermosa podía ser a veces...
Mis dedos resbalaron por su brazo y ella avanzó, dejándome sola en el salón.

             Sus piernas descubiertas le daban el toque de elegancia juntamente con esos zapatos de tacón dorados. Los dedos de sus pies se asomaban tímidamente por uno de los tantos espacios que ese calzado tenía, dejando que los pies respiraran. Vestía un precioso vestido del mismo color que mis labios, de seda, suave, sencillo, apretado contra su cuerpo de forma tentadora. Su figura era hermosa.
Jessica en ese instante me pareció una reina. La reina de corazones... rotos...

Miré por la ventana, se fue con su propio coche hasta la iglesia. ¿Qué tan marginada podía mi familia dejarla? Era una princesa sin príncipe, alguien que buscaba otra princesa. Para ella no era raro... Ni para mí tampoco.

"¿Soojung?". Mi padre volvió a llamarme la atención y le sonreí levemente, siguiéndolo, dejando que mi madre me ayudara con la cola del vestido.

Bajé lentamente las escaleras y entré en el coche, inspirando profundamente. De pronto, unos nervios incontrolables habían aparecido en mi pecho y en mi estómago notaba las mariposas revoloteadas. "¿Nerviosa?". Mi madre me miró desde el asiento del copiloto, yo simplemente asentí con una leve sonrisa. "Todo saldrá bien mi amor, eres perfecta...". Acarició mi mejilla y giré el rostro lentamente, mirando por la ventana.

Bajé, era hora de enfrentarme a ese miedo dulce, lleno de miradas y de susurros entre la gente. ¿Tan bonita me veía?

Podía escuchar el piano de Jessica dentro de la iglesia, tocando esa canción que tanto me gustaba... su propia creación, la única pieza que había conseguido salir de su corazón.
Rechazaba tantas notas y tantos apuntes que su papelera quedaba llena en cuestión de minutos. Era una chica trabajadora pero tenía poca paciencia y acababa dibujando garabatos en los papeles de partituras mientras esperaba que un rayo divino le atravesara el cerebro y pudiera ayudarla.
Yo, al igual que ella, también me dedicaba a la música, pero yo no pertenecía a ningún grupo, era una solista que había sacado un álbum y dos sencillos. Me gustaba avanzar a mi ritmo.

Vi a Seung Yoon esperarme en el altar con una brillante sonrisa. Era un buen chico. Sonreí, sintiéndome intimidada por la mirada de reojo que me regaló Jessica.
Entendía que estuviera enfadada conmigo, pero le suplicaba con la mirada que me perdonase.

Nuestra relación había pasado a ser solamente palabras sueltas y miradas. Las suyas eran intimidantes, las mías eran de niña pequeña. "Estás preciosa...". Seungyoon me susurró al oído y me sonrojé, agarrando con más fuerza el ramo de flores blancas que llevaba en mi mano izquierda. "Bien, estamos aquí para reunir en santo matrimonio a estos dos jóvenes. Jung Soojung y Kang Seungyoon". El hombre hizo una pausa y miró a Jessica, la cual se levantó, poniéndose a su lado y enfocando el micrófono hacia ella. "Pero antes de que Soojung tenga puesto al anillo de Seungyoon, dejadme decir unas palabras en agradecimiento a todos los años que pude pasar con ella, como hermana y como amiga".

Amigas...

Ojalá pudiéramos decir que nuestro amor era más fuerte que la amistad más fiel y duradera. Aún me preguntaba por qué. ¿Por qué acepté la propuesta de Seungyoon si nunca lo había visto? Me pareció tan ajetreado, tan nervioso y dulce, tan apuesto y atento que mis sentimientos de adolescente loca volvieron a molestarme, aceptando su propuesta incluso antes de saber su nombre. "Me gustas, cásate conmigo". Pareció un poco acosador, pero me hizo gracia, no podía negarlo.

Me di cuenta de mi error demasiado tarde, cuando ya le había confesado a Jessica mi decisión. Cuando ya le había roto el corazón.

Desplegó un papel y apreté más fuerte el ramo, sintiendo que mis piernas temblaban nerviosas bajo el vestido.
No me esperaba esto, me había pillado por sorpresa, me parecía un detalle demasiado doloroso por su parte... ¿Hasta cuándo podría aguantar tras esa barrera de hielo? Tenía la sensación de que se estaba quebrando por todas partes, que pequeños trozos fríos caían y salpicaban gotas heladas sobre sus pies descalzos. Tenía miedo de que Jessica acabara muriendo de amor...

Yo era su almohada cuando alguien la rechazaba, pero ahora... ahora quién la protegería por las noches y le acariciaría la espalda? ¿Quién besaría sus cabellos una y otra vez? ¿Quién le susurraría que le amaba más que a nada en el mundo? ¿Quién pegaría suavemente sus labios contra esa frente que tentaba a ser besada cariñosamente? ¿Quién sacrificaría sus horas de sueño observando si Jessica dormía o no? ¿Quién...?
Tragué saliva otra vez, queriendo morder mi labio. No pude. A la mínima que sentí el contacto de mis dientes contra el inferior me paré, inspirando por la nariz y expirando lentamente por la boca.

Seungyoon me llamó la atención con un leve toque en la mano, lo miré, sonreí. No debía preocuparlo.

"Siempre fuiste una niña especial. Venías por las noches y te metías en mi cama para no dormir sola, aún hoy me pregunto de qué tenías miedo. Quisiste ser mayor que yo, y por lo menos en altura lo has conseguido". La gente rió, yo simplemente sentí como mi corazón se encogía lentamente. "La primera vez que viajamos juntas fue a París, te acuerdas? Nuestros padres nos prepararon una sorpresa para tu cumpleaños". ¿Mi cumpleaños? Abrí los ojos como platos y un pinchazo en mi pecho me hizo apretar fuerte la mano de Seung Yoon. Claro, siempre era mi cumpleaños, siempre yo...

¿Y qué había de Jessica? ¿Por qué a ella no le preparaban esas sorpresas cuando era su cumpleaños? ¿Acaso papá y mamá ya sabían que le gustaban las chicas a la edad de ocho años? Quise llorar, no era justo que nuestros padres hubieran infravalorado de esta manera a Jessica. Nunca se debía infravalorar a un hijo, nunca.
Fue la primera en nacer pero siempre la habían tratado de secundaria. Incluso cuando obtuvo el premio a la mejor voz no fueron a felicitarla a pesar de haber sido llamados al escenario. Se escondieron como cobardes, como rompe-corazones.

Jessica lloró, y mucho...

Siguió hablando pero la mitad del discurso lo perdí entre mis pensamientos. Quería saltar hacia ella y abrazarla fuerte, llorar entre sus brazos, besarla, dejarle los labios rojos, ardientes, deseosos de más...
Sentí mi corazón desvanecerse. Fui una ciega en no ver lo único que quería mi hermana: amor.

Cerré los ojos, imaginándome en las situaciones que me recordaba con palabras dulces, llenas de amor. Había tanto cariño en ese discurso que sentí su voz entrar lentamente en mi cabeza como una canción para dormir. A diferencia de ella, yo sabía que si hablaba me pondría a llorar sin remedio, queriendo huir del sitio hasta un lugar que solo nosotras dos conocíamos: el árbol del lago.

"Pareces un mono", me dijo la primera vez que me vio escondida entre las ramas, "¿me dejas subir contigo?". No podía negarme a esa hermosa sonrisa infantil que brillaba en su rostro como mi medicina.

Me abrazó y, en ese momento, me enamoré de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario