domingo, 14 de agosto de 2016

Only You | Capítulo 2


Buenos días criaturas oscuritas, ¿todo bien?

El agosto es horrible, siento que me muero lentamente, aquí, sola, sin compañía (?) Pero antes de que siga con mis lamentos veraniegos, vengo a dejaros un nuevo capítulo de este bonito TaengKry (es bonito porque lo digo yo) mientras termino de una vez por todas ese challenge... eso sí que fue un suicidio, ¿a quién se le ocurre? Con la cantidad de bias femeninas que tengo... Me saldrán canas antes de terminar el día 27.

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CAPÍTULO 2

Cuando la joven despertó, hacía horas que el sol brillaba. Los rayos de luz se colaban entre las placas de la ventana algo rota y picaban sobre sus ojos, provocándole una mueca y varios quejidos. Krystal quería seguir durmiendo pero cuando se dio la vuelta, sintió la almohada y la cama fría, y terminó por despertarse entre murmullos incomprensibles y los ojos cerrados.
Puso un pie en la moqueta rosa que decoraba el suelo de la habitación y bostezó estirándose. Los suaves crujidos en su espalda le hicieron sonreír y sentir como todo se ponía a su puesto.

Abrir los ojos fue lo último que hizo antes de salir de su habitación en busca de señales de Taeyeon.

"He salido por un par de horas para comprar ciertas cosas que necesito. En la mesa tienes el desayuno para ti y para tu perro y te he dejado en la encimera de la cocina una lista con posibles lugares que pueden interesarte. Si les dices que vas de mi parte puede que te hagan algún descuento.

PD: ¡Ni se te ocurra sacar al perro sin collar ni correa!"

La morena sonrió viendo la comida en la mesa, se guardó el papel en el bolsillo de su pijama antes de agarrar el plato con carne para su mascota y seguidamente volver al interior para comer con tranquilidad su desayuno. El perro ladraba felizmente desde el jardín y la menor se lo miraba de vez en cuando mientras masticaba suavemente su comida. El croissant aún estaba algo caliente y el chocolate de su interior le resbalaba por los dedos a la mínima que se despistaba. Crujiente y azucarado, Krystal no pudo evitar reprimir un gemido de lo delicioso que le parecía.

—Debería ponerte un nombre...— La chica miró al animal y suspiró terminándose el desayuno antes de levantarse y lavar los platos. Seguidamente se vistió con ropa de verano: unos shorts desgastados de color negro y una blusa fina y blanca algo holgada que le dejaba sentir la brisa fresca de esa mañana. —Quédate aquí— le ordenó al perro —iré a buscarte un collar y una correa para poder salir a pasear, ¿si?—.

El animal solo ladró y se quedó tumbado boca arriba sobre la hierba. Su pelaje se confundía entre las hojas secas que aún quedaban en el jardín del último invierno.

***

Taeyeon entró en la enorme carpintería y un grito agudo penetró sus oídos antes de sentir un fuerte abrazo contra su cuerpo y un olor a madera cortada contra su nariz. Una bajita de corto cabello rubio sonrió dando saltitos sin dejar de apretarla contra su cuerpo y cuando se separaron, su contagiosa risa le hizo curvar los labios.

  —¡Cuánto tiempo Tae! ¿Cuándo volviste?—.
              —Ayer mismo, por la noche—.
              —¿Viniste con Jessica? ¿Cómo se encuentra ella?—.
              —Bueno... ella...— La castaña suspiró bajando la cabeza con una triste sonrisa y miró sus manos– Jessica falleció hace medio año...—.
              —¿Q-Qué...? Dios mío perdóname, yo no... No quería incomodarte con eso, disculpa mi imprudencia...
              —Tranquila— Taeyeon alzó la cabeza —no lo sabías, no debes culparte de nada. De hecho... nadie de nuestras amigas lo sabe, tú eres la primera—.
              —¿Por eso no volviste antes...?—.
              —La última vez que vinimos, fue cuando Jessica comenzó a encontrarse mal de verdad. Nos fuimos a pesar de que el doctor nos recomendó el fresco aire de Busan porque ella quería que yo terminara mi proyecto de arquitectura sí o sí. Prácticamente me obligó cuando yo estaba a punto de enviar un correo rechazando ese proyecto...— La más bajita de las dos suspiró sentándose en un banco de madera que había cerca de la entrada —a veces pienso que si no hubiera sido tan blanda con Jessica, seguramente ahora estaría viva y conmigo—.
              —No digas eso Tae, su corazón fue débil desde que nació, tú la cuidaste muy bien, desde que éramos pequeñas estuvisteis juntas— Sunny la acompañó acariciando uno de sus hombros —Oye, no eras blanda con Jessica, simplemente la cuidabas como la princesa que siempre decías que era. ¿Te acuerdas?—.
              —Yo quise quedarme en Busan... Lo tenía todo preparado a pesar de saber que algún día eso ocurriría. Quería casarme con ella...—.
              —Jessica era una tozuda, tú lo sabías mejor que nadie— Sunny le sonrió alegremente y seguidamente la abrazó, apretándola fuerte —ya sabes, me tienes para lo que necesites Tae, eres mi mejor amiga recuerdas?—.
              —Gracias Sunny— La castaña suspiró conteniendo sus lágrimas —vine para comprar algunas cosas para arreglar la casa—.
              —¿Quieres que lleve a mi equipo de carpinteros? Terminarías antes de que si lo hicieras tu sola—.
              —No voy sola, Krystal vino conmigo—.
              —¿Krystal? ¿La hermana pequeña de Jessica? Hace mucho que no la veo... ¿qué tal está?—.
              —¿Ella? Estupendamente bien, creo que incluso demasiado... Mi propósito era venir sola pero terminé llegando a Busan acompañada de Krystal y de un perro más alto que yo—.
              —Pero si a ti no te gustan los perros— La rubia la miró extrañada.
              —Y no me gustan... Pero Krystal insistió en quedarse con un perro que encontramos en la carretera y no supe decirle que no— la menor rio agudamente y Taeyeon solo apartó la mirada roja como un tomate —esa niña es una maldita torre consentida—.
              —Así que... ¿le harás trabajar?—.
              —Pues claro. Hoy dejaré que se divierta y mañana le daré un martillo, clavos y tablones de madera para que me arregle ciertas cosas mientras yo estoy con otros trabajos—.
              —Y dime, ¿qué necesitas?—.

***

El perro ladró sonoramente dando vueltas intentando perseguir su cola cuando sintió el collar rodeando su peludo cuello. Krystal había logrado encontrar la tienda de animales después de dar muchísimas vueltas casi corriendo para no perder tiempo. Cuando la dueña del lugar la vio, le llamó Jessica automáticamente y la chica tuvo que excusarse diciéndole que no era ella, sino su hermana menor.

La morena suspiró con una suave sonrisa y ató la correa al collar del perro, tirando de este después de cerrar la puerta con llave y la valla que rodeaba el exterior de la gran casa.

—¡Vamos!— Chilló alegremente Krystal mientras ahora era el perro el que tiraba de la correa —tranquilo, no tan rápido. ¡Tenemos todo el tiempo del mundo!—.

Comenzaron a caminar, bajando el largo camino de tierra que separaba la casa de la calle que unía a las demás viviendas antes de llegar al centro de Busan. Taeyeon vivía cerca y lejos a la vez, la casa estaba en la posición correcta. Lo que más le gustaba y le atraía a Krystal era que muy cerca de allí, se encontraba el famoso río Nakdong.
El clima era suave y la morena terminó en una de las seis playas de la ciudad. Le gustaba ese lugar, playas por un lado y montañas por el otro, además del magnífico puerto y la zona pesquera donde había uno de los mercados de pescado más grandes que había podido ver en su vida.

  —¿Qué tal si le cocinamos un rico pescado a Taeyeon para comer? ¡Pescado a la brasa! — El perro ladró atrayendo la atención de varias personas por la potencia de sus ladridos y una chica más alta que la morena se la quedó mirando antes de sonreírle y hacerle una seña con la mano.
              —Ven aquí, tengo algo para ti— Krystal se señaló extrañada y la chica alta volvió a sonreírle, asintiendo con la cabeza varias veces —tengo un regalo que me dio tu hermana—.
              —¿Eh? Espera... ¿Quién eres? ¿Conocías a mi hermana?—.
              —¿Conocía...? No me digas que Jessica ha...—.
              —Acabo de meter la pata— Krystal apretó sus sienes y suspiró sonoramente, mirando los ojos de la misteriosa chica, viéndolos a punto de estallar en lágrimas —lo siento, no quería que lo supieras así—.
              —N-No importa...— La muchacha tragó saliva y se frotó los ojos antes de empezar a llorar —la última vez que la vi, vino personalmente hasta aquí para darme esto, Jessica era mi mejor amiga...—.
              —¿Por qué nunca me habló de ti? ¿Cómo te llamas?—.
              —Sooyoung, Choi Sooyoung— La más alta hizo el símbolo de victoria con los dedos y soltó una sonora risa —¡Hija de los mejores pescadores de Busan!—.

Me da miedo... Pensó Krystal soltando una estúpida sonrisa forzada. El perro se sentó en el suelo y se rascó tras la oreja con enérgicos movimientos.

  —Entonces... ¿Qué te dio Jessica para mí?—.
              —Si bajas un poco más esta calle, justo después de llegar al final del mercado del pescado, encontrarás una joyería. Dentro de ella hay un pequeño taller para la gente que quiera aprender un poco de cómo crear joyas sin la necesidad de tener que meterlas en hornos especiales ni tener que derretir los materiales. A Jessica le gustaba mucho ir allí, y ahora que te miro... te pareces mucho a ella— Krystal bajó apenada la cabeza y suspiró —Yo misma le pedí que no te hablara de mi—.
              —¿Por qué?—.
              —Porque soy rara— Sooyoung se alzó de hombros con una sonrisa y le entregó una pequeña caja a la menor. Esta hizo una mueca extraña por su comentario pero lo ignoró segundos después y tomó la caja entre sus manos. Ésta estaba decorada con un lazo rojo carmín y cuando la morena comenzó a tirar de este para desenlazarlo, Sooyoung la paró —No lo abras aquí, tómate el tiempo de mirártelo en tu casa—.
              —Está bien, gracias por el detalle—.
              —No me lo agradezcas a mí, sino a tu hermana—.

La menor hizo una reverencia y le prometió a Sooyoung que volvería luego para comprar pescado.

Siguiendo sus indicaciones, llegó hasta la dicha joyería, parándose a leer el rótulo que brillaba por los reflejos del sol y la fecha de cuándo se creó esa tienda.
El perro quiso entrar pero Krystal tiró de la correa y la ató a un poste que había cerca de allí. Al momento de separarse de su mascota, el animal comenzó a gemir, temiendo que lo abandonaran una vez más; la morena simplemente se acercó a este y le acarició la peluda cabeza, riendo sin control cuando al separar la mano la vio llena de pelo dorado.

—Deberé date un buen baño y cepillarte para quitarte todo este pelo que te cae— El perro ladró lamiéndole la cara —pero ahora sé bueno y espérame aquí, quiero entrar para ver cómo es el sitio preferido de Jessica—.

Cuando puso un pie dentro de la tienda, una suave fragancia a rosas invadió sus fosas nasales y Krystal no pudo evitar suspirar. Una agradable sensación envolvió todo su cuerpo, sintiendo como el vello de sus brazos se erizaba y todo le parecía perfecto a su alrededor. Se acercó a uno de los mostradores, observando los anillos de plata, de oro y de piedras preciosas, delicadamente colocados de forma elegante sobre la suave espuma negra que relucía con los reflejos del sol. Ese día hacía especialmente buen tiempo y la joyería era uno de los lugares más transitados cuando el mercado del pescado estaba saturado.

  —¿Jessica?— Una jovial voz le llamó la atención y Krystal alzó la cabeza, encontrándose con otra chica casi tan alta como Sooyoung —Oh, perdone señorita, creí que era otra persona—.
              —Sé por quién me confundiste. Jessica era mi hermana mayor— De nuevo pronunció sin siquiera pensar que aquella joven no debía saber lo que le había ocurrido a su hermana.
              —Así que al final... falleció— La muchacha suspiró bajando la cabeza y acarició una de sus muñecas. En esta destelló una pulsera hecha de brillantes —la última vez que la vi... vino aquí a pesar de encontrarse muy mal, era una gran chica. Tú debes ser Krystal, ¿verdad? Ella me habló mucho de ti—.
              —Soy Krystal, sí— La muchacha más alta bajó la vista a su mano y sonrió, viendo la caja de la joyería.

En ese momento, la menor recordó algo que guardó Taeyeon en aquél cajón de su estudio de arquitectura, algo guardado en una bolsa negra con el mismo logotipo que la caja que llevaba en su mano. Sintió como su pecho se oprimía y su corazón se paraba por un segundo.

  —Dime una cosa...—.
              —¿El qué?—.
              —Taeyeon compró algo aquí... ¿verdad?—.
              —No creo que sea la indicada para explicarte esto... ¿Por qué no se lo preguntas a ella?— Krystal tragó saliva y suspiró —No te enfades, solo respeto su intimidad. Taeyeon es una persona muy noble pero se enfadaría mucho conmigo si te cuento lo que compró—.
              —Entonces sí compró algo...— La muchacha de la joyería se tapó rápidamente la boca, viendo que la había pifiado —Tranquila, no se lo diré. ¿Cómo te llamas? La chica de la pescadería me recomendó venir aquí para conocer más sobre Jessica—.
              —¿Sooyoung?—.
              —Ella misma—.
              —Yo me llamo Yoona, soy la hija del matrimonio Im— La más alta tendió una mano esperando un apretón por parte de Krystal y esta sonrió —¿Quieres que te haga un pequeño tour por el lugar? Tenemos esta joyería gracias a mis abuelos, tiene ya unos cuantos años de historia, quizás te interesará saber qué le gustaba hacer a tu hermana—.
              —¿Me enseñarás ese taller?—.
              —Claro, es una de nuestras mejores "atracciones" por así decirlo— La mayor sonrió haciendo el gesto de las comillas con las manos y Krystal asintió.
              —Tan solo prométeme algo—.
              —¿El qué?—.
              —Yo nunca te conté sobre el fallecimiento de Jessica... Sé que Taeyeon se enfadará demasiado conmigo si sabe que lo conté ya a dos personas...— La morena tragó saliva bajando un poco la cabeza y agarró con fuerza la cajita negra que yacía entre sus manos.
              —No diré nada, soy una tumba—.

***

Al darse cuenta de todo lo que había comprado para poder arreglar la casa, se percató de que debería haber llevado el coche hasta el párking que quedaba cerca de donde trabajaba Sunny para tenerlo todo más fácil. La bajita castaña suspiró y su amiga le puso una mano en el hombro, presentándole a dos de los chicos que trabajaban con ella en la zona donde se cortaba la madera para poder entregar piezas más pequeñas y cómodas a los clientes.

  —Ellos son Minho y Heechul— Ambos chicos hicieron una reverencia de noventa grados, descubriendo sus rostros tras las pequeñas máscaras que utilizaban para cubrir su boca y evitar que se ahogasen por el polvo. Sus amplias sonrisas adornaron sus rostros de tal forma que Taeyeon no pudo evitar sonreír levemente sonrojada, devolviendo la reverencia con algo de torpeza, sorprendida por el buen trato que aquellos muchachos le ofrecían —como vives algo lejos de aquí para llevar todo esto tu sola y no quiero que malgastes gasolina, ellos dos se encargarán de llevar lo más pesado hasta tu casa—.
              —¿De verdad? P-Pero no quiero molestar Sunny...— La mayor sintió que su mano era levantada y cuando la miró, descubrió los labios de Heechul besándole el dorso de esta.
              —No se preocupe princesa— El joven le sonrió alegremente —Estamos aquí para servir a nuestra jefa, y si ella quiere que la acompañemos llevando todo esto, lo haremos sin problemas—.
Taeyeon volvió a sonrojarse y apartó la mano temblorosamente. Miró a Sunny en busca de respuestas pero esta simplemente suspiró alzándose de hombros y negando con la cabeza.
—No tiene remedio Tae, es así de "poético"— Hizo el gesto de las comillas con las manos y Minho empezó a agarrar los tablones de madera más grandes, rompiendo el ambiente incómodo que se había formado entre Taeyeon y el otro chico.
              —¿Qué más debemos llevarnos jefa?— El joven de ojos grandes preguntó acomodándose los largos tablones en uno de sus hombros y Sunny señaló un par de bolsas grandes llenas de herramientas.
              —Una de las bolsas la puedo llevar yo— Taeyeon corrió a coger las asas de dicha bolsa para no parecer una acomodada y se despidió de Sunny con dos besos —Cuando haya terminado vendré a visitarte de nuevo, ¿sí? Seguro que me faltará pintura cuando lo vea acabado—.
              —Aquí estaré Tae— La bajita de sonrisa felina se adentró de nuevo en el taller y sus dos trabajadores pusieron rumbo hacia las afueras de la ciudad, siguiendo a Taeyeon.

***

Cuando Krystal decidió comprar algo para Taeyeon, no creía que llegaría a llevarse medio mercado. Suspiró, había sido engañada por Sooyoung y había comprado comida para todo un ejército. ¡Maldita! Pensó para sí mientras oía gruñidos de su perro al ser seguidos por unos cuantos gatos, atraídos por el olor a pescado.

Al llegar a casa, temió que Taeyeon le recriminara el hecho de haber comprado tanto o de haber llevado con ella a esos gatos, pero estaba sola, la mayor todavía no había regresado.

—Quédate aquí— La menor miró al perro y le quitó la correa dejándolo en el jardín.

Al entrar en casa, dejó toda la comida en la nevera y se dirigió a su habitación, curiosa y a la vez asustada por la cajita que le había dejado Jessica antes de fallecer. Krystal nunca supo que a su hermana le gustara tanto ir a Busan, y menos que le había hecho un regalo antes de ya no volver nunca más a esa ciudad.

Suavemente quitó la cinta que rodeaba la caja y quitó la tapa de terciopelo negro, dejándola delicadamente encima de su cama. Dentro de la caja había una pulsera hecha de plata y diamantes que escribían su nombre y un papel cuidadosamente doblado que contenía la letra de su hermana. Tragó saliva antes de desplegarlo y dejó la pulsera sobre el colchón, mirándola una vez más antes de inspirar profundamente y tomar el valor necesario para leer las palabras de Jessica.

“Krystal,

La verdad es que no sé cómo empezar esta carta pero intentaré ser natural, como siempre he sido contigo. No quiero que leas esto y pienses que estuve forzada a escribirte algo, pues no fue así, pero nunca antes te había escrito algo y quería tener un detalle contigo.
Dicen que cuando una persona sabe que su tiempo se acaba, siente que su corazón le habla. El mío estaba muerto desde que nací, y tú lo sabes mejor que nadie, pero no por eso me puedo prohibir de hacerte este regalo que debes tener entre tus manos.

Quizás Yoona ya te debe haber contado cuánto me gustaba ir a ese taller. Esa joyería es conocida por todo el mundo y quería que fueras allí para que descubrieras mi lugar favorito.
Te preguntarás por qué era Sooyoung quién tenía la caja y no Yoona. Esa chica tan alta era mi mejor amiga –y lo seguirá siendo aunque ya no esté– y quería que la conocieras. A mí siempre me hacía sonreír cuando discutía con Taeyeon…

¿Cómo está ella? Sé cuánto le debió doler mi cabezonería por preocuparme más de su trabajo que no de mi propia vida… Pero aunque nos hubiéramos quedado en Busan, la cosa no habría mejorado, el doctor me lo dijo…
Creo que fue la primera vez que escuché rezar a Taeyeon. Me sentí mal que rezara por mi vida, aun manteniendo esa esperanza cuando yo cada vez me sentía más débil y muerta.

Sé que te lo pedí en otra ocasión pero prométeme que harás sonreír a Taeyeon, prométeme que todo irá bien y que podré descansar en paz. Lo único que yo quiero para ella es que sea feliz, con la persona que puede hacerle reír como lo hacía antes, y sé que esa persona… eres tú. Sí, es extraño porque fuisteis familiares políticamente, pero no por eso no podéis enamoraros… ¿no?
Enamórala. Sé que suena extraño, puedes tacharme de loca, pero me gustaría veros juntas.
También sé que esta carta es muy deprimente, es la primera y la última que podré escribirte y quería que sonrieras, no que lloraras; eres una llorona, ¡deja de ensuciar el papel con lágrimas!”

La morena sintió como sus mejillas se tornaban frías por las continuas lágrimas que caían de sus ojos y sollozó frotándose la nariz.

“En Busan hay gente muy especial, están la mayoría de nuestras amigas, la mayoría de gente que nos conocía a Tae y a mí como la pareja perfecta. Es una ciudad especial, cálida y bonita, y quiero que disfrutes de ella junto a Taeyeon hasta el último día. ¿Lo prometes?
Temo que te confundan por mí, pero demuéstrales que tú eres esa pequeña rebelde de la que tanto les hablé.

Eres todo lo contrario a mí, y espero que me hagas sentir orgullosa aunque ya no esté físicamente. Papá y mamá hubieran estado felices de ver cómo creciste. Ahora estoy con ellos, y sé que te mandan muchos recuerdos y muchas fuerzas para seguir con este deseo, mi deseo. Por favor Krystal, cúmplelo, ¿sí?

Sé que suena como si te estuviera obligando pero no es así, no quiero forzarte, solo… Solo quiero ver a mi pareja contenta otra vez y tú eres la indicada, la chica loca y perfecta para ella.

Te quiero Krystal, haz que Tae siga con sus proyectos, que no sea tan clásica, que se airee un poco. ¿Lo harás?

Confío en ti Soojung, como te lo dije en el hospital.

PD: Espero haber acertado con la talla de tu muñeca, creciste mucho desde la última vez que tomé tus manos.”

***

La mayor parte del camino se lo pasaron en silencio. Minho jadeaba cada vez más al subir la cuesta cargado con tantos tablones y Heechul miraba a Taeyeon embelesado a más no poder. La chica se sentía algo incómoda cuando lo miraba de reojo y veía esa estúpida sonrisa formada en su cara.
La bajita frunció el ceño aligerando el paso y escuchó un golpe, cuando se giró, vio a Minho al suelo junto con los tablones.

  —¡Ah! ¿Minho estás bien?— El chico se levantó disculpándose y agarrando de nuevo los tablones —espera, deja que te ayude, quizás llevas demasiado tu solo— Taeyeon le sonrió delicadamente y agarró dos de los tablones, buscando los más cortos.
            —¡Ah!— Heechul se tiró al suelo y el joven de ojos grandes lo miró rascándose la cabeza. La mujer no pudo hacer más que suspirar sonoramente —yo también necesito la ayuda de la princesa Taeyeon—.

El chico fingió un tono dramático y la castaña comenzó a andar, seguida de Minho.

—¡Oíd! ¡No me dejéis aquí solo!—.

Prácticamente terminaron en silencio hasta que la bajita les ordenó dónde debían dejar los utensilios y tablones.
El perro que había adoptado Krystal se acercó gimoteando hasta la mayor y esta se lo miró extrañada. Era la primera vez que veía al animal mirarle con cara de pena.

   —Qué perro más bonito— Comentó Heechul acariciando la cabeza del animal —me encantan los perros—.
            —A mí no— El chico rubio se la miró extrañado —es el perro de mi compañera. Yo detesto los perros— Taeyeon les dio la espalda y señaló la puerta —sois muy amables de haberme ayudado, pero ahora ya puedo yo sola—.
              —Buenas tardes señorita—, comentó Minho haciendo otra reverencia y abriendo la puerta de la valla para salir —vamos Heechul, la jefa se enfadará si no llegamos pronto—.

Taeyeon simplemente esperó a que ambos chicos se fueran lo suficientemente lejos como para entrar.

Abrió la puerta con lentitud y suspiró cerrándola a sus espaldas. Las llaves chocaron contra el mueble que había situado justo en la derecha de la entrada y terminaron cayendo al suelo. Taeyeon se enfadó por unos instantes y agarró las llaves golpeándolas contra el mueble, produciendo un seco sonido.

—Soojung, ¿estás en casa?— Necesitó solo un minuto para calmar esa tonta ira que le había provocado la pesadez de Heechul. Se preguntaba cómo Sunny podía tener a un tipo tan pesado trabajando para ella —¿Soojung?— La mujer volvió a repetir al no obtener respuesta y suspiró cuando se adentró en el pasillo de la izquierda y escuchó el sonido de la ducha.

La mirada de Taeyeon se cruzó por un momento con la del perro cuando lo vio afuera en el jardín, gimoteando contra el enorme vidrio de la puerta corredera del salón.

   —Soojung— La mayor pronunció por tercera vez el nombre de la morena y golpeó suavemente un par de veces la puerta del baño con sus nudillos. El agua de la ducha dejó de correr y la castaña suspiró —¿Puedo entrar?—.
            —Claro— El tono en la voz de la hermana pequeña sonaba frío y roto. Taeyeon pensó que eran imaginaciones suyas así que simplemente se alzó de hombros y entró.

Sus ojos se dirigieron rápidamente al espejo empañado por el vapor cuando por una milésima de segundo pudo observar el cuerpo de Krystal tal como llegó al mundo. Solo le había hecho falta esa instante para asegurar que esa chica tenía un cuerpo espectacular.

—Oye— Pronunció la mayor dirigiendo su índice al espejo —a tu perro le pasa algo, creo—.

Taeyeon comenzó a hacer garabatos sin sentido en el espejo empañado y suspiró hablando de nuevo.

  —No deja de gimotear—.
           —Oliver—.
           —¿Cómo dices?—.
           —Mi perro se llama Oliver— Krystal la miró con los ojos rojos y le sonrió débilmente —¿Te gusta?
           —Sí... Supongo que sí— La castaña la miró fijamente —Espera, ¿has llorado?—.
           —No— La morena se frotó los ojos con insistencia —solo estaba... Es que me ha entrado jabón y...— La mayor tomó su rostro entre sus manos y la miró fijamente con una expresión seria. Su ceño fruncido y sus labios rectos le provocaban una especie de miedo a la más alta.

Era la primera vez que se miraban desde tan cerca, incluso no lo habían estado tanto cuando Krystal salió agonizando del maletero del coche de Taeyeon hacía tan solo un día.

Los ónices de la bajita estaban analizando cada centímetro del rostro de la pequeña, la cual todavía estaba confundida y temerosa de que le cayera una bronca por parte de la mayor. La más alta de las dos siempre había pensado que Taeyeon era aquél tipo de mujer que con tan solo una vez viéndola de cerca, podías enamorarte y admirarla al mismo tiempo sin llegar a sufrir. Ella te dejaba en una especie de nube bastante confortable para no terminar llorando contra la almohada.

Krystal no se equivocó en sus deducciones, su hermana tuvo muy buen gusto, Taeyeon era hermosa.

  —Has llorado— La ronca voz de la castaña sacó a la morena de su burbuja rosa y esta bajó la cabeza apenada —dime por qué—.
           —Yo...— Las manos de la más alta temblaron, temiendo que le fallaran y cayera su toalla al suelo —no quiero que te enfades...—.
           —Me enfadaré si no me lo cuentas. Vístete y hablamos—.
           —De acuerdo...—.

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