Buenas noches mis adoradas bolitas de terciopelo, ¿cómo va todo?
Al fin he podido sacar del horno un nuevo capítulo de WOTW, ¡ya tenemos aquí el capítulo número 10! Esto empieza a tomar forma de verdad.
Gracias por vuestra paciencia en esperar una actualización de este FanFic.
¡Disfrutadlo!
Capítulo 9 | Capítulo 10 | Capítulo 11
Si quieres leer, dale a...
CAPÍTULO 10
Sohee alzó la mano con la intención de
llamar a la puerta que tenía en frente pero se quedó un buen rato así,
dubitativa. Hwayoung no solía llamarla aunque fuera parte de su escolta
personal y el remolino que tenía en su estómago le advertía de que algo iba
mal.
—No te va a comer, llama de una vez— se
dijo a si misma entre susurros, aclarando su garganta antes de abrir la puerta
—¿señorita Ryu?—.
—Siéntate Sohee, necesito hablar con alguien— la menor suspiró y ladeó su cabeza, dejándola apoyada en su mano hecha puño. Hwa Young estaba de espaldas a la morena, la cual cerró la puerta con el sigilo propio de un gato.
—¿Qué sucede, hice algo mal?—.
—No, soy yo la que lo está haciendo todo mal, ¿tienes un minuto para escucharme?—.
—No diga eso—.
—Es la verdad, ayer conseguí que una pareja se separara, todo por mi culpa— pasó ambas manos por su cabello, peinándolo hacia atrás al tiempo que se inclinaba hacia delante, dejando sus codos apoyados contra sus rodillas —no me quieren escuchar, ni siquiera puedo disculparme—.
—¿Qué fue lo que ocurrió? Quizás si me lo cuenta se sentirá algo mejor—.
—Siéntate Sohee, necesito hablar con alguien— la menor suspiró y ladeó su cabeza, dejándola apoyada en su mano hecha puño. Hwa Young estaba de espaldas a la morena, la cual cerró la puerta con el sigilo propio de un gato.
—¿Qué sucede, hice algo mal?—.
—No, soy yo la que lo está haciendo todo mal, ¿tienes un minuto para escucharme?—.
—No diga eso—.
—Es la verdad, ayer conseguí que una pareja se separara, todo por mi culpa— pasó ambas manos por su cabello, peinándolo hacia atrás al tiempo que se inclinaba hacia delante, dejando sus codos apoyados contra sus rodillas —no me quieren escuchar, ni siquiera puedo disculparme—.
—¿Qué fue lo que ocurrió? Quizás si me lo cuenta se sentirá algo mejor—.
Para Hwayoung era difícil explicar la
situación en la que se encontraban Taeyeon y Sunhwa sin sentir que la culpa
acabaría por matarla. Era su torpeza innata, su curiosidad, la perfección con
la que quería arreglar las cosas. La mujer no era especialista en problemas de
pareja, ni siquiera era psicóloga, ¿por qué se metió entre esas dos entonces? En su
cabeza la situación podía ser arreglada en un abrir y cerrar de ojos, pero en
realidad la cosa acabó con una bofetada, un anillo de bodas al suelo y un fuerte
portazo. Nunca había visto a Taeyeon llorar de esa manera; a Hwayoung le dolía
ver que la rubia se quedaba sin aire gritando el nombre de Sunhwa mientras esta
había desaparecido sin decir ni siquiera adiós.
—Dijo que ya no la amaba, que no quería
estar más con ella… No lo entiendo, la última vez que hablamos la vi muy enamorada
y feliz—.
—Si quiere puedo pedirle a uno de mis compañeros que se ponga a investigar. Si la cosa es tan repentina puede que haya algo detrás de todo esto—.
—No te molestes… solo necesito que me escuches y me des tu opinión—.
—Yo también creo que hay algo más que un simple “ya no te quiero”, pero nunca he salido con alguien así que desconozco lo que se siente o lo que se hace cuando sales con una persona—.
—Si quiere puedo pedirle a uno de mis compañeros que se ponga a investigar. Si la cosa es tan repentina puede que haya algo detrás de todo esto—.
—No te molestes… solo necesito que me escuches y me des tu opinión—.
—Yo también creo que hay algo más que un simple “ya no te quiero”, pero nunca he salido con alguien así que desconozco lo que se siente o lo que se hace cuando sales con una persona—.
La vitalidad y la fuerza que siempre habían
caracterizado a Taeyeon se esfumaron para dejar paso a una mujer que con
dificultad podía mantenerse en pie sin sentir que sus piernas fallaban. A
Hwayoung se le quedaron grabados sus gritos y reclamos, así como los débiles
agarres en su ropa con las manos temblorosas. La confusión se veía con tanta
claridad en los ojos rojos e hinchados de Taeyeon que la menor sintió que
acababa de matar a alguien, literalmente.
—No sé qué hacer, me preocupa Taeyeon…
¿y si hace alguna locura?—.
—Puedo mandar a alguien para que la vigile de lejos, ver qué hace, así usted podría estar más tranquila—.
—¿Podrías hacer eso?—.
—Claro, mandar a uno de los hombres a que vigile a su amiga hasta nuevo aviso es pan comido. Hay un hombre en el cuerpo de guardaespaldas que se llama Choi, él es el mejor para este tipo de cosas, es discreto y su trabajo es impecable—.
—Dile que la vigile, por favor, me da mucho miedo lo que pueda estar pasando por su cabeza—.
—Lo haré, no se preocupe— la mayor se levantó, inclinándose frente a la contraria antes de dirigirse a la puerta —ah, señorita—.
—Dime— la joven respondió sin girarse, volviendo a la posición de antes en la que sujetaba su cabeza con el puño.
—Ya que el señor Park no está… ¿le apetecería acompañarme esta noche a dar un paseo junto a Gea?—.
—Puedo mandar a alguien para que la vigile de lejos, ver qué hace, así usted podría estar más tranquila—.
—¿Podrías hacer eso?—.
—Claro, mandar a uno de los hombres a que vigile a su amiga hasta nuevo aviso es pan comido. Hay un hombre en el cuerpo de guardaespaldas que se llama Choi, él es el mejor para este tipo de cosas, es discreto y su trabajo es impecable—.
—Dile que la vigile, por favor, me da mucho miedo lo que pueda estar pasando por su cabeza—.
—Lo haré, no se preocupe— la mayor se levantó, inclinándose frente a la contraria antes de dirigirse a la puerta —ah, señorita—.
—Dime— la joven respondió sin girarse, volviendo a la posición de antes en la que sujetaba su cabeza con el puño.
—Ya que el señor Park no está… ¿le apetecería acompañarme esta noche a dar un paseo junto a Gea?—.
Hwayoung sonrió y cerró los ojos.
—Me encantaría—.
• • •
Frustrada, esa era la palabra que
buscaba. La joven lo tenía todo planeado: levantarse temprano, ducharse,
recoger sus cosas y desayunar de camino al aeropuerto, era un plan sencillo y
eficaz. Desgraciadamente parecía que las fuerzas de la naturaleza seguían yendo
en su contra, haciendo que su despertador se parara minutos después de que se
acostara. La alarma nunca sonó, por lo que por primera vez —y probablemente
última— debería agradecerle a los hijos del vecino que fueran unos llorones ya
de buena mañana, de lo contrario probablemente hubiera perdido el avión.
La morena cargó mal humor todo el día,
desde su salida del apartamento hasta la llegada al aeropuerto, refunfuñando
cosas incomprensibles dentro del taxi y durante la cola para embarcar. Sentía
que todos la miraban, pero no sabía si era por el ceño fruncido, por sus
susurros o por alguna otra cosa. Quizás era por esa cara de muerta que traía
consigo, ya que ni siquiera le había dado tiempo a disimular un poco las ojeras
con maquillaje; o salía ya del apartamento o tendría que comprar otro billete y
esperar un par de horas más. Su estómago no dejó de roncar durante todo el
camino, pudiendo saciarlo un poco con comida de avión; era muy cara, pero al
menos eso calmaría un poco su mala leche matutina.
—¿Sabe qué?— mientras terminaba su
bebida se giró ligeramente hacia la izquierda, hablándole al desconocido que
tenía sentado a su lado —hoy vuelvo a casa—.
—Me parece estupendo, jovencita— el hombre no parecía muy entusiasmado en seguirle la conversación, en cambio sí tenía ojos para el periódico que estaba leyendo.
—¿Quiere que lo deje leer tranquilo?—.
—Si pudieras me harías un gran favor— la joven suspiró, no quería pelear con nadie, ni siquiera con el señor que acababa de golpearle en toda la cara sin necesidad de usar sus manos.
—Me parece estupendo, jovencita— el hombre no parecía muy entusiasmado en seguirle la conversación, en cambio sí tenía ojos para el periódico que estaba leyendo.
—¿Quiere que lo deje leer tranquilo?—.
—Si pudieras me harías un gran favor— la joven suspiró, no quería pelear con nadie, ni siquiera con el señor que acababa de golpearle en toda la cara sin necesidad de usar sus manos.
Estiró sus brazos hacia arriba y sintió
el agradable cosquilleo de sus huesos crujiendo bajo su piel, no había mejor
sensación de relax que esa. Al encontrar una posición lo suficientemente cómoda
en su asiento cerró los ojos y dejó que todo aquél sueño que había ido
acumulando durante sus últimos días en Chicago la abrazara, casi durmiéndose al
instante. Sus padres la enviaron a estudiar al extranjero con la esperanza de
que fuera mejor estudiante que su hermana mayor y encontrara a un hombre guapo
y rico. La joven tenía los pies en la Tierra más que sus progenitores, así que
ignoró la parte del novio y se centró en mejorar su inglés. Contrario a lo que
muchos pensaban sobre ella, viajó para sacar buenas notas en su último año de
carrera, no para divertirse ni desmadrarse como muchos habían apostado. La
morena tenía ganas de que llegara el expediente del curso a su casa y así poder presumirlo frente a todos aquellos que habían apostado algunos wons a que no
sacaría mejores notas de las que sacaba en Corea, las cuales eran en su mayoría
suficientes y algún que otro notable.
La sensación de vacío que se produjo en
su estómago al descender fue lo que la despertó, sintiendo seguidamente una
sacudida que acabó por dejarla alerta en el asiento, con ambas manos agarradas
a los brazos de este. Solo le faltaba arraparse con sus uñas. “Señores
pasajeros hemos llegado al aeropuerto de Busan, les agradecemos la confianza
por volar con nosotros. Esperen a que los motores se apaguen por completo antes
de levantarse de su asiento y vayan saliendo con cuidado de no dejarse ningún
objeto de valor personal dentro del avión. Muchas gracias”. Se sentía inquieta,
animada y nerviosa como un pequeño cachorro que acababa de ser adoptado.
Se dio prisa en recoger su equipaje y
tomar el primer taxi que encontró hasta la estación de trenes que la llevaría a
Seúl. Con un poco de suerte iba a llegar a tiempo para la cena.
• • •
Shinhye sentía la misma sensación de un
desagradable jet lag golpeándola en
la boca del estómago. Se sentía mareada y estaba tan desorientada como para no
saber siquiera qué hora era. Se preguntaba qué tipo de luz entraba por la
ventana que había en lo alto de la celda, ¿era luz solar o luz de una farola?
Tenía hambre, tenía sed y seguía con los pies helados. ¿Cuántos días más iba a
estar ahí? Necesitaba preguntar tantas cosas… Iba a cerrar de nuevo los ojos
cuando escuchó como uno de los policías reclamaba su atención golpeteando de
forma muy ruidosa los barrotes con unas esposas.
—Eh tú, tienes visita— el hombre se fue,
dejando entrar a Jangmi tras inspeccionarla.
—¿Cómo estás?— la recién llegara sonrió, sentándose al suelo.
—¿En serio me preguntas cómo estoy? Necesito una ducha urgente, comer algo y saber dónde está Chadol. ¿Qué hay de él? Apenas he podido dormir por culpa de ese malnacido de Dongwok y este suelo no es precisamente el mejor colchón para tener dulces sueños, siento que mi trasero se endurece por momentos—.
—Ignoro dónde está tu hijo, lo siento, pero toma, esto te ayudará a no morir de inanición— la joven metió la mano en la bolsa de plástico y le pasó entre los barrotes una lata de café caliente —el hospital es un puñetero desastre sin ti, el director Hong no sabe cómo responder a todo lo que los medios le preguntan y los de seguridad están hartos de tener que empujar a los periodistas para que no entren ni molesten a los pacientes. Es una casa de locos, tienes que volver pronto y aclarar el asunto—.
—Juro que yo no la maté… debes creerme Jangmi—.
—No te preocupes, te creo— la menor vio como Shinhye miraba una de sus temblorosas manos. La palma de esta había quedado ligeramente roja por la temperatura de la lata que agarraba con fuerza —¿qué pasó en el quirófano? Nunca antes habías cometido un error, no lo entiendo—.
—De un tiempo hacia aquí he visto que mis manos tiemblan mucho, pensé que sería debido al cansancio o al estrés de llevar a tantos pacientes, pero siento que hay algo que falla, mi pulso no es el mismo de antes, es más débil—.
—¿Por qué no le pides a la doctora Lee que te haga un diagnóstico? Podrías tener un nervio tonto o algo así—.
—Podría hacerlo, pero el solo hecho de pensar que puedo tener algo en el cerebro que no funciona me da miedo—.
—No seas tan catastrófica, quizás no tiene nada que ver con el cerebro, quizás es solo un ligamiento—.
—¿En ambas manos?—.
—Es raro pero no imposible—.
—¿A la vez?—.
—Bueno, visto así…—.
—Sea lo que sea esto provocó que Jinmyung muriera, y tendré que llevar esta maldita carga toda mi vida— ya no tenía ni fuerzas para llorar, las lágrimas no iban a solucionar nada después de todo.
—Hablando de Jinmyung, le dejé el regalo de tu parte dentro de la vitrina de su tumba, ¿hice bien?—.
—Hiciste bien. Gracias Jangmi— la mayor sonrió, abriendo al fin la lata. Al primer sorbo que dio toda su piel se erizó, producto del calor que poco a poco parecía hacerla volver a la vida. Shinhye iba a continuar con su charla, tenía muchas dudas que resolver, pero el policía de antes entró de nuevo, reclamando que el tiempo de visita había terminado.
—Hablaré con la doctora Lee, ¿de acuerdo? Le contaré lo que te pasa y procuraré que te reserve un lugar en su agenda—.
—Gracias—.
—¿Cómo estás?— la recién llegara sonrió, sentándose al suelo.
—¿En serio me preguntas cómo estoy? Necesito una ducha urgente, comer algo y saber dónde está Chadol. ¿Qué hay de él? Apenas he podido dormir por culpa de ese malnacido de Dongwok y este suelo no es precisamente el mejor colchón para tener dulces sueños, siento que mi trasero se endurece por momentos—.
—Ignoro dónde está tu hijo, lo siento, pero toma, esto te ayudará a no morir de inanición— la joven metió la mano en la bolsa de plástico y le pasó entre los barrotes una lata de café caliente —el hospital es un puñetero desastre sin ti, el director Hong no sabe cómo responder a todo lo que los medios le preguntan y los de seguridad están hartos de tener que empujar a los periodistas para que no entren ni molesten a los pacientes. Es una casa de locos, tienes que volver pronto y aclarar el asunto—.
—Juro que yo no la maté… debes creerme Jangmi—.
—No te preocupes, te creo— la menor vio como Shinhye miraba una de sus temblorosas manos. La palma de esta había quedado ligeramente roja por la temperatura de la lata que agarraba con fuerza —¿qué pasó en el quirófano? Nunca antes habías cometido un error, no lo entiendo—.
—De un tiempo hacia aquí he visto que mis manos tiemblan mucho, pensé que sería debido al cansancio o al estrés de llevar a tantos pacientes, pero siento que hay algo que falla, mi pulso no es el mismo de antes, es más débil—.
—¿Por qué no le pides a la doctora Lee que te haga un diagnóstico? Podrías tener un nervio tonto o algo así—.
—Podría hacerlo, pero el solo hecho de pensar que puedo tener algo en el cerebro que no funciona me da miedo—.
—No seas tan catastrófica, quizás no tiene nada que ver con el cerebro, quizás es solo un ligamiento—.
—¿En ambas manos?—.
—Es raro pero no imposible—.
—¿A la vez?—.
—Bueno, visto así…—.
—Sea lo que sea esto provocó que Jinmyung muriera, y tendré que llevar esta maldita carga toda mi vida— ya no tenía ni fuerzas para llorar, las lágrimas no iban a solucionar nada después de todo.
—Hablando de Jinmyung, le dejé el regalo de tu parte dentro de la vitrina de su tumba, ¿hice bien?—.
—Hiciste bien. Gracias Jangmi— la mayor sonrió, abriendo al fin la lata. Al primer sorbo que dio toda su piel se erizó, producto del calor que poco a poco parecía hacerla volver a la vida. Shinhye iba a continuar con su charla, tenía muchas dudas que resolver, pero el policía de antes entró de nuevo, reclamando que el tiempo de visita había terminado.
—Hablaré con la doctora Lee, ¿de acuerdo? Le contaré lo que te pasa y procuraré que te reserve un lugar en su agenda—.
—Gracias—.
• • •
Dongwok no tenía paciencia con los
críos, si por él fuera todos los niños llorones deberían acabar con un tiro en
la cabeza, así el mundo sería un lugar mucho más tranquilo y silencioso. Había
pasado una semana desde que Chadol se había mudado a la fuerza y el mayor
aseguraba que sus canas crecían cada vez que lo escuchaba llorar. Ni siquiera
la señorita Jun entendía cómo el pequeño tenía tanta energía para estar llorando
y gritando día tras día. Hasta ella tenía mala cara.
—Señor— la mujer habló tras dejar al
pequeño en su habitación. Al menos parecía que dibujar lo entretenía bastante
—Chadol extraña demasiado a su madre, le recomiendo que pueda verla, sino no
puedo hacer nada para que colabore. Mi ética me impide obligar a un niño
pequeño a hablar por la fuerza, es inmoral—.
—Me niego a devolverle el crío—.
—No digo devolvérselo, tan solo que se vean de vez en cuando, quizás un par o tres de veces al mes. Llame al hospital y acuerde un horario con ella. Con lo desesperada que debe estar para ver al niño estoy segura de que aceptará cualquier oferta que le proponga—.
—¿Ha vuelto al trabajo?—.
—Sí, estuvo encerrada un par de días, quizás fueron tres. Le pagaron la fianza por el incidente de Kim Jinmyung antes de saber cuándo sería la fecha del juicio. Aun así el daño ya está hecho, y por lo que sé el hospital ha perdido la fe en sus habilidades de doctora perfecta—.
—¿Quién pagó?— la frente del hombre se arrugó, mostrando un claro descontento con la información que su secretaria le estaba dando.
—Ryu Hwayoung, la misma persona que la denunció—.
—No entiendo a las mujeres, de verdad. Sois tan bipolares a veces— la señorita Jun no dijo nada, simplemente sonrió —está bien, dígale a Chadol que podrá ver pronto a su madre, pero que no se emocione demasiado. Yo hablaré con Park Shinhye—.
—De acuerdo señor—.
—Me niego a devolverle el crío—.
—No digo devolvérselo, tan solo que se vean de vez en cuando, quizás un par o tres de veces al mes. Llame al hospital y acuerde un horario con ella. Con lo desesperada que debe estar para ver al niño estoy segura de que aceptará cualquier oferta que le proponga—.
—¿Ha vuelto al trabajo?—.
—Sí, estuvo encerrada un par de días, quizás fueron tres. Le pagaron la fianza por el incidente de Kim Jinmyung antes de saber cuándo sería la fecha del juicio. Aun así el daño ya está hecho, y por lo que sé el hospital ha perdido la fe en sus habilidades de doctora perfecta—.
—¿Quién pagó?— la frente del hombre se arrugó, mostrando un claro descontento con la información que su secretaria le estaba dando.
—Ryu Hwayoung, la misma persona que la denunció—.
—No entiendo a las mujeres, de verdad. Sois tan bipolares a veces— la señorita Jun no dijo nada, simplemente sonrió —está bien, dígale a Chadol que podrá ver pronto a su madre, pero que no se emocione demasiado. Yo hablaré con Park Shinhye—.
—De acuerdo señor—.
• • •
No recordaba que en la universidad le
hubieran dado clases para esquivar a los periodistas, ¿desde cuándo ser médico se
había convertido en una profesión de alto riesgo? Le daba hasta vergüenza tener
que entrar por la salida de emergencia porque la entrada principal estaba llena
de reporteros y guardias de seguridad. Shinhye miró la escena escondida tras la
pared de uno de los pasillos, solo para ver cómo estaba el ambiente. Por lo
menos no había periodistas ni nadie con pintas sospechosas dentro del hospital,
por lo que todo seguía en orden, como si nada hubiera pasado. Iba a matar a
Hwayoung en cuanto diera con ella, tarde o temprano aparecería por el hospital y
entonces le iba a cantar las cuarenta.
Una vez alcanzó su despacho, la doctora
pudo respirar más tranquila, al menos allí nadie podía molestarla. Le gustaba
volver a su puesto de trabajo pero sentía que todo era distinto, y no se
refería a que alguien le había ordenado los papeles de su escritorio, no, se
refería a que las cosas nunca volverían a ser como antes, y que los que siempre
la habían mirado mal sin razón aparente ahora podrían culparla de algo
verdaderamente grave. Tendría que acostumbrarse al mal trato por parte de según
qué personas… personas como el doctor Kim; Jangmi le había advertido sobre él
pero desde que había vuelto al hospital no lo había visto.
De todas formas, el paradero del doctor
le importaba muy poco. Shinhye tenía cosas más importantes que hacer, como por
ejemplo ir hasta el despacho de la doctora Lee y saber los resultados de sus
pruebas. La verdad, tenía miedo.
—¿Puedo pasar?— Shinhye llamó a la
puerta y metió la cabeza para asegurarse de que su compañera le daba permiso —hola,
Sungkyung— a diferencia de la mayor, la doctora Lee había seguido su camino
como neuróloga incluso después de la muerte de Hyoyoung. Ella era una de las
pocas personas que conocía qué tipo de relación tuvieron ella y Shinhye, pero
por respeto a su amiga nunca le reclamó el que cambiara de especialidad de la
noche a la mañana. La zona de neurólogos nunca era tan divertida como la de los
cardiólogos, suponía que era debido a que el cerebro usaba la lógica mientras
que el corazón usaba los sentimientos.
—¿Cómo te encuentras, siguen temblando tus manos?— curiosamente aquél día no había tenido ningún episodio de temblores, pero hasta ese momento no se había dado cuenta.
—Hoy no—.
—No tienes que preocuparte, tu cerebro está más que sano— la castaña le sonrió dejándole ver los resultados —tienes una ligera falta de vitamina B12 pero con un complemento alimenticio puedes arreglarlo— la contraria suspiró aliviada.
—¿Entonces a qué se deben los temblores?—.
—Al estrés. Deberías dejar que otros compañeros te quitaran algo de trabajo, no puedes llevarlo todo tu—.
—¿Y ya está?— Sungkyung alzó una ceja y sonrió de forma burlona.
—¿Y ya está? ¿Acaso quieres tener más cosas?—.
—Por supuesto que no, pero es ridículo que el estrés consiguiera eso—.
—Eres una doctora extraordinaria, Shinhye, pero todos tenemos un límite y tú quisiste llegar demasiado lejos. No eres la única cardióloga que hay en el hospital, debes confiar más en tus compañeros, como cuando estabas en neurología— la contraria bajó la cabeza —lo siento, no debería haber dicho eso—.
—No importa, gracias Sungkyung—.
—Oye Shinhye— la nombrada se giró para mirarla antes de salir —sabes que me tienes para lo que necesites—.
—Lo sé, y te lo agradezco—.
—¿Cómo te encuentras, siguen temblando tus manos?— curiosamente aquél día no había tenido ningún episodio de temblores, pero hasta ese momento no se había dado cuenta.
—Hoy no—.
—No tienes que preocuparte, tu cerebro está más que sano— la castaña le sonrió dejándole ver los resultados —tienes una ligera falta de vitamina B12 pero con un complemento alimenticio puedes arreglarlo— la contraria suspiró aliviada.
—¿Entonces a qué se deben los temblores?—.
—Al estrés. Deberías dejar que otros compañeros te quitaran algo de trabajo, no puedes llevarlo todo tu—.
—¿Y ya está?— Sungkyung alzó una ceja y sonrió de forma burlona.
—¿Y ya está? ¿Acaso quieres tener más cosas?—.
—Por supuesto que no, pero es ridículo que el estrés consiguiera eso—.
—Eres una doctora extraordinaria, Shinhye, pero todos tenemos un límite y tú quisiste llegar demasiado lejos. No eres la única cardióloga que hay en el hospital, debes confiar más en tus compañeros, como cuando estabas en neurología— la contraria bajó la cabeza —lo siento, no debería haber dicho eso—.
—No importa, gracias Sungkyung—.
—Oye Shinhye— la nombrada se giró para mirarla antes de salir —sabes que me tienes para lo que necesites—.
—Lo sé, y te lo agradezco—.
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