lunes, 11 de septiembre de 2017

Writing's on the Wall | Capítulo 10


Buenas noches mis adoradas bolitas de terciopelo, ¿cómo va todo?
Al fin he podido sacar del horno un nuevo capítulo de WOTW, ¡ya tenemos aquí el capítulo número 10! Esto empieza a tomar forma de verdad.

Gracias por vuestra paciencia en esperar una actualización de este FanFic.

¡Disfrutadlo!

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CAPÍTULO 10

Sohee alzó la mano con la intención de llamar a la puerta que tenía en frente pero se quedó un buen rato así, dubitativa. Hwayoung no solía llamarla aunque fuera parte de su escolta personal y el remolino que tenía en su estómago le advertía de que algo iba mal.

   —No te va a comer, llama de una vez— se dijo a si misma entre susurros, aclarando su garganta antes de abrir la puerta —¿señorita Ryu?—.
            —Siéntate Sohee, necesito hablar con alguien— la menor suspiró y ladeó su cabeza, dejándola apoyada en su mano hecha puño. Hwa Young estaba de espaldas a la morena, la cual cerró la puerta con el sigilo propio de un gato.
            —¿Qué sucede, hice algo mal?—.
            —No, soy yo la que lo está haciendo todo mal, ¿tienes un minuto para escucharme?—.
            —No diga eso—.
            —Es la verdad, ayer conseguí que una pareja se separara, todo por mi culpa— pasó ambas manos por su cabello, peinándolo hacia atrás al tiempo que se inclinaba hacia delante, dejando sus codos apoyados contra sus rodillas —no me quieren escuchar, ni siquiera puedo disculparme—.
            —¿Qué fue lo que ocurrió? Quizás si me lo cuenta se sentirá algo mejor—.

Para Hwayoung era difícil explicar la situación en la que se encontraban Taeyeon y Sunhwa sin sentir que la culpa acabaría por matarla. Era su torpeza innata, su curiosidad, la perfección con la que quería arreglar las cosas. La mujer no era especialista en problemas de pareja, ni siquiera era psicóloga, ¿por qué se metió entre esas dos entonces? En su cabeza la situación podía ser arreglada en un abrir y cerrar de ojos, pero en realidad la cosa acabó con una bofetada, un anillo de bodas al suelo y un fuerte portazo. Nunca había visto a Taeyeon llorar de esa manera; a Hwayoung le dolía ver que la rubia se quedaba sin aire gritando el nombre de Sunhwa mientras esta había desaparecido sin decir ni siquiera adiós.

   —Dijo que ya no la amaba, que no quería estar más con ella… No lo entiendo, la última vez que hablamos la vi muy enamorada y feliz—.
            —Si quiere puedo pedirle a uno de mis compañeros que se ponga a investigar. Si la cosa es tan repentina puede que haya algo detrás de todo esto—.
            —No te molestes… solo necesito que me escuches y me des tu opinión—.
            —Yo también creo que hay algo más que un simple “ya no te quiero”, pero nunca he salido con alguien así que desconozco lo que se siente o lo que se hace cuando sales con una persona—.

La vitalidad y la fuerza que siempre habían caracterizado a Taeyeon se esfumaron para dejar paso a una mujer que con dificultad podía mantenerse en pie sin sentir que sus piernas fallaban. A Hwayoung se le quedaron grabados sus gritos y reclamos, así como los débiles agarres en su ropa con las manos temblorosas. La confusión se veía con tanta claridad en los ojos rojos e hinchados de Taeyeon que la menor sintió que acababa de matar a alguien, literalmente.

   —No sé qué hacer, me preocupa Taeyeon… ¿y si hace alguna locura?—.
            —Puedo mandar a alguien para que la vigile de lejos, ver qué hace, así usted podría estar más tranquila—.
            —¿Podrías hacer eso?—.
            —Claro, mandar a uno de los hombres a que vigile a su amiga hasta nuevo aviso es pan comido. Hay un hombre en el cuerpo de guardaespaldas que se llama Choi, él es el mejor para este tipo de cosas, es discreto y su trabajo es impecable—.
            —Dile que la vigile, por favor, me da mucho miedo lo que pueda estar pasando por su cabeza—.
            —Lo haré, no se preocupe— la mayor se levantó, inclinándose frente a la contraria antes de dirigirse a la puerta —ah, señorita—.
            —Dime— la joven respondió sin girarse, volviendo a la posición de antes en la que sujetaba su cabeza con el puño.
            —Ya que el señor Park no está… ¿le apetecería acompañarme esta noche a dar un paseo junto a Gea?—.

Hwayoung sonrió y cerró los ojos.

—Me encantaría—.

• • •

Frustrada, esa era la palabra que buscaba. La joven lo tenía todo planeado: levantarse temprano, ducharse, recoger sus cosas y desayunar de camino al aeropuerto, era un plan sencillo y eficaz. Desgraciadamente parecía que las fuerzas de la naturaleza seguían yendo en su contra, haciendo que su despertador se parara minutos después de que se acostara. La alarma nunca sonó, por lo que por primera vez —y probablemente última— debería agradecerle a los hijos del vecino que fueran unos llorones ya de buena mañana, de lo contrario probablemente hubiera perdido el avión.

La morena cargó mal humor todo el día, desde su salida del apartamento hasta la llegada al aeropuerto, refunfuñando cosas incomprensibles dentro del taxi y durante la cola para embarcar. Sentía que todos la miraban, pero no sabía si era por el ceño fruncido, por sus susurros o por alguna otra cosa. Quizás era por esa cara de muerta que traía consigo, ya que ni siquiera le había dado tiempo a disimular un poco las ojeras con maquillaje; o salía ya del apartamento o tendría que comprar otro billete y esperar un par de horas más. Su estómago no dejó de roncar durante todo el camino, pudiendo saciarlo un poco con comida de avión; era muy cara, pero al menos eso calmaría un poco su mala leche matutina.

   —¿Sabe qué?— mientras terminaba su bebida se giró ligeramente hacia la izquierda, hablándole al desconocido que tenía sentado a su lado —hoy vuelvo a casa—.
            —Me parece estupendo, jovencita— el hombre no parecía muy entusiasmado en seguirle la conversación, en cambio sí tenía ojos para el periódico que estaba leyendo.
            —¿Quiere que lo deje leer tranquilo?—.
            —Si pudieras me harías un gran favor— la joven suspiró, no quería pelear con nadie, ni siquiera con el señor que acababa de golpearle en toda la cara sin necesidad de usar sus manos.

Estiró sus brazos hacia arriba y sintió el agradable cosquilleo de sus huesos crujiendo bajo su piel, no había mejor sensación de relax que esa. Al encontrar una posición lo suficientemente cómoda en su asiento cerró los ojos y dejó que todo aquél sueño que había ido acumulando durante sus últimos días en Chicago la abrazara, casi durmiéndose al instante. Sus padres la enviaron a estudiar al extranjero con la esperanza de que fuera mejor estudiante que su hermana mayor y encontrara a un hombre guapo y rico. La joven tenía los pies en la Tierra más que sus progenitores, así que ignoró la parte del novio y se centró en mejorar su inglés. Contrario a lo que muchos pensaban sobre ella, viajó para sacar buenas notas en su último año de carrera, no para divertirse ni desmadrarse como muchos habían apostado. La morena tenía ganas de que llegara el expediente del curso a su casa y así poder presumirlo frente a todos aquellos que habían apostado algunos wons a que no sacaría mejores notas de las que sacaba en Corea, las cuales eran en su mayoría suficientes y algún que otro notable.

La sensación de vacío que se produjo en su estómago al descender fue lo que la despertó, sintiendo seguidamente una sacudida que acabó por dejarla alerta en el asiento, con ambas manos agarradas a los brazos de este. Solo le faltaba arraparse con sus uñas. “Señores pasajeros hemos llegado al aeropuerto de Busan, les agradecemos la confianza por volar con nosotros. Esperen a que los motores se apaguen por completo antes de levantarse de su asiento y vayan saliendo con cuidado de no dejarse ningún objeto de valor personal dentro del avión. Muchas gracias”. Se sentía inquieta, animada y nerviosa como un pequeño cachorro que acababa de ser adoptado.

Se dio prisa en recoger su equipaje y tomar el primer taxi que encontró hasta la estación de trenes que la llevaría a Seúl. Con un poco de suerte iba a llegar a tiempo para la cena.

• • •

Shinhye sentía la misma sensación de un desagradable jet lag golpeándola en la boca del estómago. Se sentía mareada y estaba tan desorientada como para no saber siquiera qué hora era. Se preguntaba qué tipo de luz entraba por la ventana que había en lo alto de la celda, ¿era luz solar o luz de una farola? Tenía hambre, tenía sed y seguía con los pies helados. ¿Cuántos días más iba a estar ahí? Necesitaba preguntar tantas cosas… Iba a cerrar de nuevo los ojos cuando escuchó como uno de los policías reclamaba su atención golpeteando de forma muy ruidosa los barrotes con unas esposas.

   —Eh tú, tienes visita— el hombre se fue, dejando entrar a Jangmi tras inspeccionarla.
            —¿Cómo estás?— la recién llegara sonrió, sentándose al suelo.
            —¿En serio me preguntas cómo estoy? Necesito una ducha urgente, comer algo y saber dónde está Chadol. ¿Qué hay de él? Apenas he podido dormir por culpa de ese malnacido de Dongwok y este suelo no es precisamente el mejor colchón para tener dulces sueños, siento que mi trasero se endurece por momentos—.
            —Ignoro dónde está tu hijo, lo siento, pero toma, esto te ayudará a no morir de inanición— la joven metió la mano en la bolsa de plástico y le pasó entre los barrotes una lata de café caliente —el hospital es un puñetero desastre sin ti, el director Hong no sabe cómo responder a todo lo que los medios le preguntan y los de seguridad están hartos de tener que empujar a los periodistas para que no entren ni molesten a los pacientes. Es una casa de locos, tienes que volver pronto y aclarar el asunto—.
            —Juro que yo no la maté… debes creerme Jangmi—.
            —No te preocupes, te creo— la menor vio como Shinhye miraba una de sus temblorosas manos. La palma de esta había quedado ligeramente roja por la temperatura de la lata que agarraba con fuerza —¿qué pasó en el quirófano? Nunca antes habías cometido un error, no lo entiendo—.
            —De un tiempo hacia aquí he visto que mis manos tiemblan mucho, pensé que sería debido al cansancio o al estrés de llevar a tantos pacientes, pero siento que hay algo que falla, mi pulso no es el mismo de antes, es más débil—.
            —¿Por qué no le pides a la doctora Lee que te haga un diagnóstico? Podrías tener un nervio tonto o algo así—.
            —Podría hacerlo, pero el solo hecho de pensar que puedo tener algo en el cerebro que no funciona me da miedo—.
            —No seas tan catastrófica, quizás no tiene nada que ver con el cerebro, quizás es solo un ligamiento—.
            —¿En ambas manos?—.
            —Es raro pero no imposible—.
            —¿A la vez?—.
            —Bueno, visto así…—.
            —Sea lo que sea esto provocó que Jinmyung muriera, y tendré que llevar esta maldita carga toda mi vida— ya no tenía ni fuerzas para llorar, las lágrimas no iban a solucionar nada después de todo.
            —Hablando de Jinmyung, le dejé el regalo de tu parte dentro de la vitrina de su tumba, ¿hice bien?—.
            —Hiciste bien. Gracias Jangmi— la mayor sonrió, abriendo al fin la lata. Al primer sorbo que dio toda su piel se erizó, producto del calor que poco a poco parecía hacerla volver a la vida. Shinhye iba a continuar con su charla, tenía muchas dudas que resolver, pero el policía de antes entró de nuevo, reclamando que el tiempo de visita había terminado.
            —Hablaré con la doctora Lee, ¿de acuerdo? Le contaré lo que te pasa y procuraré que te reserve un lugar en su agenda—.
            —Gracias—.

• • •

Dongwok no tenía paciencia con los críos, si por él fuera todos los niños llorones deberían acabar con un tiro en la cabeza, así el mundo sería un lugar mucho más tranquilo y silencioso. Había pasado una semana desde que Chadol se había mudado a la fuerza y el mayor aseguraba que sus canas crecían cada vez que lo escuchaba llorar. Ni siquiera la señorita Jun entendía cómo el pequeño tenía tanta energía para estar llorando y gritando día tras día. Hasta ella tenía mala cara.

   —Señor— la mujer habló tras dejar al pequeño en su habitación. Al menos parecía que dibujar lo entretenía bastante —Chadol extraña demasiado a su madre, le recomiendo que pueda verla, sino no puedo hacer nada para que colabore. Mi ética me impide obligar a un niño pequeño a hablar por la fuerza, es inmoral—.
            —Me niego a devolverle el crío—.
            —No digo devolvérselo, tan solo que se vean de vez en cuando, quizás un par o tres de veces al mes. Llame al hospital y acuerde un horario con ella. Con lo desesperada que debe estar para ver al niño estoy segura de que aceptará cualquier oferta que le proponga—.
            —¿Ha vuelto al trabajo?—.
            —Sí, estuvo encerrada un par de días, quizás fueron tres. Le pagaron la fianza por el incidente de Kim Jinmyung antes de saber cuándo sería la fecha del juicio. Aun así el daño ya está hecho, y por lo que sé el hospital ha perdido la fe en sus habilidades de doctora perfecta—.
            —¿Quién pagó?— la frente del hombre se arrugó, mostrando un claro descontento con la información que su secretaria le estaba dando.
            —Ryu Hwayoung, la misma persona que la denunció—.
            —No entiendo a las mujeres, de verdad. Sois tan bipolares a veces— la señorita Jun no dijo nada, simplemente sonrió —está bien, dígale a Chadol que podrá ver pronto a su madre, pero que no se emocione demasiado. Yo hablaré con Park Shinhye—.
            —De acuerdo señor—.

• • •

No recordaba que en la universidad le hubieran dado clases para esquivar a los periodistas, ¿desde cuándo ser médico se había convertido en una profesión de alto riesgo? Le daba hasta vergüenza tener que entrar por la salida de emergencia porque la entrada principal estaba llena de reporteros y guardias de seguridad. Shinhye miró la escena escondida tras la pared de uno de los pasillos, solo para ver cómo estaba el ambiente. Por lo menos no había periodistas ni nadie con pintas sospechosas dentro del hospital, por lo que todo seguía en orden, como si nada hubiera pasado. Iba a matar a Hwayoung en cuanto diera con ella, tarde o temprano aparecería por el hospital y entonces le iba a cantar las cuarenta.

Una vez alcanzó su despacho, la doctora pudo respirar más tranquila, al menos allí nadie podía molestarla. Le gustaba volver a su puesto de trabajo pero sentía que todo era distinto, y no se refería a que alguien le había ordenado los papeles de su escritorio, no, se refería a que las cosas nunca volverían a ser como antes, y que los que siempre la habían mirado mal sin razón aparente ahora podrían culparla de algo verdaderamente grave. Tendría que acostumbrarse al mal trato por parte de según qué personas… personas como el doctor Kim; Jangmi le había advertido sobre él pero desde que había vuelto al hospital no lo había visto.

De todas formas, el paradero del doctor le importaba muy poco. Shinhye tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo ir hasta el despacho de la doctora Lee y saber los resultados de sus pruebas. La verdad, tenía miedo.

   —¿Puedo pasar?— Shinhye llamó a la puerta y metió la cabeza para asegurarse de que su compañera le daba permiso —hola, Sungkyung— a diferencia de la mayor, la doctora Lee había seguido su camino como neuróloga incluso después de la muerte de Hyoyoung. Ella era una de las pocas personas que conocía qué tipo de relación tuvieron ella y Shinhye, pero por respeto a su amiga nunca le reclamó el que cambiara de especialidad de la noche a la mañana. La zona de neurólogos nunca era tan divertida como la de los cardiólogos, suponía que era debido a que el cerebro usaba la lógica mientras que el corazón usaba los sentimientos.
            —¿Cómo te encuentras, siguen temblando tus manos?— curiosamente aquél día no había tenido ningún episodio de temblores, pero hasta ese momento no se había dado cuenta.
            —Hoy no—.
            —No tienes que preocuparte, tu cerebro está más que sano— la castaña le sonrió dejándole ver los resultados —tienes una ligera falta de vitamina B12 pero con un complemento alimenticio puedes arreglarlo— la contraria suspiró aliviada.
            —¿Entonces a qué se deben los temblores?—.
            —Al estrés. Deberías dejar que otros compañeros te quitaran algo de trabajo, no puedes llevarlo todo tu—.
            —¿Y ya está?— Sungkyung alzó una ceja y sonrió de forma burlona.
            —¿Y ya está? ¿Acaso quieres tener más cosas?—.
            —Por supuesto que no, pero es ridículo que el estrés consiguiera eso—.
            —Eres una doctora extraordinaria, Shinhye, pero todos tenemos un límite y tú quisiste llegar demasiado lejos. No eres la única cardióloga que hay en el hospital, debes confiar más en tus compañeros, como cuando estabas en neurología— la contraria bajó la cabeza —lo siento, no debería haber dicho eso—.
            —No importa, gracias Sungkyung—.
            —Oye Shinhye— la nombrada se giró para mirarla antes de salir —sabes que me tienes para lo que necesites—.
            —Lo sé, y te lo agradezco—.

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