lunes, 27 de marzo de 2017

Writing's on the Wall | Capítulo 5


Buenas noches hermosos bollitos míos. ¡Hemos regresado de Londres y seguimos vivos! (?)
Ya era hora de subir el capítulo 5, ¿no? Lamentablemente no pude hacerlo antes porque no encontraba un buen inicio y siempre terminaba borrando lo que tenía escrito, pero encontré algo diferente y lo aproveché, es por eso que os traigo este bonito capítulo.

Disfrutadlo~

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CAPÍTULO 5

Ocho años atrás

La recepcionista buscó el nombre en la lista, cuando lo encontró alzó la vista y le sonrió a la recién llegada. Sus dientes eran pequeños, tanto que al tensar los labios sus encías lograban asomarse ligeramente.

   —¿Es la primera vez que viene señorita Park?— la nombrada asintió desabrochándose la chaqueta —¿alguien le recomendó venir?—.
            —Mi pareja— pronunció con orgullo —ella me dijo que Hwayoung sabe hacer maravillas con sus manos así que por eso vine. Además, llevo unas semanas muy tensas, me vendrá bien una sesión— la recepcionista de cabello castaño claro asintió apuntando un par de cosas en un post-it de color rosa y se levantó para acompañar a la muchacha.
            —Sígame por favor—.

La joven era alta, no tanto como Shinhye pero si un poco comparada con la media de las chicas coreanas.

Caminaron por un pasillo largo, algo estrecho y bien iluminado. Todo el lugar olía a una mezcla de flores de almendro e incienso de vainilla, un poco empalagoso pero agradable. Tras haber pasado la tercera puerta una mujer de cabellos negros se asomó por el marco de la segunda, carraspeando.

   —Sunhwa, estoy aquí—.
            —¡Ah!— la joven se disculpó —todavía estoy aprendiendo— la nombrada empujó ligeramente a Shinhye hasta que esta entró en la habitación correspondiente y se disculpó con una inclinación de noventa grados —disculpe—.
            —Sunhwa— la mujer de cabellos negros le sonrió dejando una mano sobre su cabello —la señorita Park es una amiga, apunta al lado de su nombre que debes aplicarle el 30% de descuento, ¿entendido?—.

La chica asintió dejando a ambas mujeres solas. Shinhye se tomó la libertad de colgar la chaqueta en un colgador que vio tras la puerta, dejando que sus ojos se acostumbraran a la poca luz del lugar.

   —Tiempo sin verte, Hwayoung—.
            —Lo mismo digo— la nombrada sonrió dándole a la castaña una bata de seda de color negro con un estampado de flores blancas en la zona inferior —ve a cambiarte mientras preparo todo esto—.

La habitación estaba iluminada por una luz cálida y tenue, bañando el lugar en color dorado. A Shinhye le gustaba la música que se escuchaba de fondo, era algo parecido a Vivaldi con toques orientales. Cuando la mujer estuvo lista salió de la pequeña sala contigua a la habitación y se tumbó sobre la camilla que la contraria había ido preparando mientras la esperaba. Suspiró apartando los mechones de su cabello que le provocaban cosquillas en el cuello y dejó ambas manos entrelazadas sobre su abdomen.

   —Voy a empezar, ¿está bien?— la mayor asintió —el líquido está algo frío pero pronto te acostumbrarás—.
            —Tu haz lo que tengas que hacer, tranquila— la vista de la castaña se perdió entre las letras de los tantos diplomas colgados en la pared, aguantando la respiración al contacto del líquido frío que resbalaba por una de sus piernas.
            —Te dije que estaba frío—.
            —No te rías—.
            —¿Yo? Pobre de mí— Hwayoung le siguió la broma y dejó que sus manos se deslizaran tranquilamente por la extensión de la pierna. A veces se escuchaba un chasquido producido por el líquido que se escapaba entre sus dedos antes de que la piel de la muchacha tumbada pudiera absorberlo.

Desde hacía un par de años la menor había terminado sus estudios sobre estética y cuidados para la piel, así que a sus padres les pareció bien que abriera su propio negocio. Hwayoung no era buena con la teoría, pero la práctica le había hecho ganar algo de fama entre los barrios vecinos, y por ende, una parte bastante notoria de la ciudad acudía a esa pequeña estética que tenía instalada en el segundo piso de un edificio donde prácticamente cada puerta era un negocio diferente. Compartía lugar con un carpintero, un informático, una profesora de repaso para niños de secundaria y una chica extraña que hacía vídeos y los colgaba en internet. La única persona que vivía allí todo el año era una señora mayor de apellido Wu que siempre dejaba orinar a su perro en las puertas vecinas. Los pleitos a veces se escuchaban desde la calle, pero a la morena le gustaba ese ambiente, de alguna manera lo sentía cálido. Mejor eso que una familia ricachona obligada a asistir a fiestas aburridas sin ton ni son.

   —¿Cómo está Hyoyoung? ¿Ya me la estás cuidando bien?— la relación de Hwayoung y Shinhye había ido mejorando con el paso de los meses. La hermana gemela de la morena había logrado que ambas aceptaran sus diferencias y se llevaran bien; primero fue por puro postureo, pero cuando se dieron cuenta estaban las tres tomando un delicioso café en uno de los bares cercanos a la estación de trenes, como si se conocieran de toda la vida.
            —Te la cuido tan bien que por eso no quiere irse de mi casa— respondió Shinhye con una sonrisa en los labios, estremeciéndose al contacto del líquido frío en su otra pierna.

El trabajo se le había complicado mucho últimamente y las operaciones le parecían cada vez más largas. La presión estaba sobre sus hombros como si estuviera cargando algo que pesaba toneladas, sus piernas apenas se movían y cuando despertaba sentía como si hubiera estado durmiendo con una apisonadora encima, aplastándola sin piedad. Había llegado a la pequeña consulta de Hwayoung por recomendación de su novia, y Shinhye cada vez confiaba más en la menor, por lo que se dejó llevar hasta el lugar y entró.

   —Es muy tierna la chica que tienes en recepción—.
            —¿Sunhwa?— la castaña asintió —tiene una larga lista de enamorados tras ella—.
            —¿Está saliendo con alguien?— sintió las manos heladas de la menor subiendo hasta apretar sus muslos, masajeándolos.
            —No que yo sepa, pero siempre tengo que echar a los Romeos que la siguen, la llenan de flores y regalos, la pobre está muy estresada— la mirada de Hwayoung brillaba con cierta emoción —aunque tu probablemente eres mucho mejor que esos palurdos—.
            —¿Probablemente? Por favor, soy Park Shinhye— la mayor se levantó, desabrochando el nudo de su bata para dejar su espalda al descubierto, recostándose de nuevo en la camilla boca-abajo —aunque no lo decía por mí, lo decía por ti—.
            —¿Por mí?— la contraria asintió —por mí no te preocupes, sé cuidarme sola y ahora mismo no me interesa tener pareja—.
            —¿Por qué no?—.
            —Siento que voy a perder libertad si salgo con alguien, y además, ni Sunhwa ni ninguna otra chica sería feliz conmigo, mis padres me controlan mucho, y siendo la heredera de las empresas quieren que me case con alguien de dinero, alguien que pueda seguir el legado junto a mí para que no me sienta perdida— las manos de Hwayoung bajaron por la espalda de la castaña, apretando con las yemas de los pulgares en la zona baja de esta —ni siquiera saben que me gustan las mujeres, creen que soy la hija buena—.
            —¿Pero no has pensado nunca en tener a alguien con quien dormir? ¿Con quien compartir momentos importantes o improvisar una escapada?— quiso mirarla, pero no pudo.
            —Ya tuve a alguien así, pero desapareció—.
            —¿Cómo que desapareció? ¿Cómo se atrevió a…?—.
            —No, no lo entiendes. Sus padres se la llevaron a otro país— las manos de la menor se movieron más lento sobre la espalda ajena —nos descubrieron acarameladas en su habitación y le dieron dos opciones, o marcharse con ellos o quedarse y que sus padres se lo contaran todo a los míos. No quiso hacerme daño así que aceptó irse— Shinhye se quedó en silencio —hace tiempo de esto, pero a veces cuando me acuesto todavía puedo recordarla. Sus padres nunca dijeron a dónde se irían, así evitaron que pudiera contactar con ella, a saber dónde está ahora…—.
            —¿La echas de menos?—.
            —No sabes cuánto, pero ya te dije que conmigo nadie puede ser feliz—.
            —Yo lo soy—.
            —No de esta manera cariño—.
            —Lo siento, no debería haber comenzado el tema—.
            —No te preocupes, somos amigas, no me importa contártelo. Si no te lo dijera yo tarde o temprano Hyoyoung lo habría hecho, no se le da muy bien guardar secretos—.

Ambas se quedaron en silencio. La música seguía sonando y dentro de la habitación solo se escuchaba el sonido húmedo de las manos llenas de loción que Hwayoung estaba usando para masajear y relajar la piel de la mayor. La podía notar tensa, llena de nudos especialmente tras sus cervicales y omóplatos. Shinhye sentía que tarde o temprano acabaría durmiéndose como la contraria siguiera moviéndose así.

Muy a lo lejos podían llegar a escucharse los ladridos del perro de la señora Wu, y la voz del carpintero, un hombre de unos cuarenta años, alto y robusto, el cual por mucho que se cambiara de ropa siempre olía a madera recién cortada. A la morena no le molestaba ese olor, pero quedaba extraña la combinación de la madera junto a las flores de almendro y el incienso de vainilla. Tener que cortar grandes pedazos de madera y construir muebles lo dejaba hecho polvo, así que era un cliente que venía casi cada día. El pobre solía hacer drama cuando se encontraba con la puerta de la estética cerrada, ya fuera porque era festivo o porque simplemente Sunhwa llegaba tarde —como de costumbre— y todavía no había abierto.

La delgada mujer que pegaba post-its rosas alrededor de la pantalla del ordenador le había casi implorado de rodillas a Hwayoung que la dejara trabajar con ella, asegurándole que podría encargarse de la agenda, las llamadas telefónicas, el correo y todo lo demás. Apareció de la noche a la mañana, sin previo aviso, esperando sentada con la espalda apoyada a la madera de la puerta hasta que la dueña del negocio llegó. En un primer momento pensó que era alguien que solo venía a molestar, pero el entusiasmo en su voz y la dedicación con la que trabajaba cada día le hicieron ver que Sunhwa era un tesoro que debía cuidar. Era hermosa, pero no era exactamente su tipo, y con lo celosa que llegaba a ser la morena, solo le faltaría estar viendo miradas descaradas de hombres y mujeres al pasear juntas por la calle. No, mejor no meter a la pobre muchacha en líos.

El tiempo pasó extremadamente rápido y ninguna de las dos se dio cuenta que habían estado más de lo previsto. Fue la misma Sunhwa quién entró diciéndole a Hwayoung que su próxima clienta la estaba esperando desde hacía casi 15 minutos.

   —Ay Dios, lo siento— con algo de torpeza Hwayoung frotó con una toalla la piel de Shinhye para que no ensuciara su ropa al vestirse y dejó que esta se cambiara mientras se llevaba a su nueva clienta a otra de las habitaciones.

El edificio quedó en silencio durante unos minutos. Antes de que Shinhye pudiera sacar los billetes de la cartera para pagar la sesión alguien llamó a la puerta. La sonrisa de Sunhwa desapareció para dejar escapar un suspiro de frustración, rodando los ojos al tiempo que un torbellino de cabellos rubios entraba en el lugar. Era una muchacha bastante más bajita que ellas dos, entre sus manos tenía un ramo de flores enorme, colorido y recién comprado. Shinhye podía sentir el aroma de las flores en su nariz, y por un momento sintió que se transportaba a un campo lleno de margaritas y tulipanes.

   —¡Mi amor!— chilló la desconocida —cuanto tiempo, ¿me echaste de menos? Toma, son para ti, ponlas rápido en un jarrón con agua para que no se sequen.
            —Gracias, Taeyeon— la joven de dientes pequeños agarró el ramo por educación y lo dejó a un lado de su escritorio, cerca del ordenador. Su tono de voz era de todo menos amigable.
            —¿Y tú quién eres?— la rubia miró de arriba a abajo a Shinhye y murmuró algo entre dientes —Sunhwa es mía, ¿entiendes?—.
            —Yo no soy de nadie, Taeyeon, no te confundas— la castaña se apresuró a contrarrestar aquello que estaba proclamando la bajita de cabellos rubios. La más alta de las tres dedujo que los pretendientes de la joven no se resumían solo a hombres, sino que las mujeres también iban tras ella. Curioso, pensó —si eres tan amable de apartarte y dejar que la atienda, gracias— se levantó de la silla y golpeó ligeramente su hombro, dejando que Shinhye se colocara más cerca del mostrador —a ver… señorita Park, serán 42.000₩, por favor—.

Taeyeon no dejó de mirar a la aludida en todo momento, estudiando todos y cada uno de sus movimientos. Sus ojos observaron a la menor desde las puntas de sus cabellos hasta los tacones que calzaba, absolutamente todo, acercándose poco a poco hasta prácticamente estar pegada a ella.

   —Me parece que molesto— bromeó Shinhye, recogiendo el cambio.
            —Mucho— escupió Taeyeon agarrándola del brazo para sacarla del lugar.
            —¡Taeyeon!— Sunhwa fue tras ellas, disculpándose con un gesto torpe de manos —¡Taeyeon suéltala, no seas maleducada!—.

2 comentarios:

  1. Amo a Shinhye en serio y que bonito todo... En verdad haría muy buena pareja con Hwayoung aunque parece lejano un poco a que eso suceda...

    ¡Fue cortito pero me ha encantado! Ya me tenías con ganas de saber más de esta historia, te está quedando de escandalo.

    ¡Un beso!

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    Respuestas
    1. Y yo amo tus comentarios, pls <33
      ¿Verdad que harían buena pareja? Yo también lo creo~ Pero quién sabe, quizás más adelante te llevas una sorpresa, recuerda que esto fue 8 años atrás~

      Quedó un poco cortito, es cierto, pero me alegra que te haya gustado tanto <33 Muchas gracias por comentar, besitos a you too~

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